Hace más de cuatro años escribí para este mismo diario una columna titulada “Una oración por sor Gloria Cecilia”, en la que me refería al secuestro de esta religiosa, proveniente del municipio de Buesaco, Nariño, que había sido secuestrada por un grupo afiliado a Al Qaeda en su misma casa, ubicada en la aldea Karangasso, en la frontera entre Malí y Burkina Faso, donde servía como misionera.
El pasado mes recibimos la noticia de la liberación de esta mujer perteneciente a la congregación de las hermanas Franciscanas de María Inmaculada.
La hermana Gloria Cecilia había sido secuestrada en febrero de 2017, cuando un grupo de hombres llegaron a inspeccionar su casa. Querían llevarse a las hermanas más jóvenes con quienes vivía la religiosa, pero ella se ofreció a cambio. Tenía 56 años y era la mayor de la comunidad. Llevaba casi 16 años en África. Ella, junto con sus hermanas, recorrían las 23 aldeas de la vereda brindando atención en enfermería a niños y mujeres que viven en situación de extrema pobreza.
Su madre y su hermano le preguntaban si no quería regresar a Colombia, pero ella decía que todavía era necesario consolidar la misión que tenían en Mali antes de pensar en volver a su país.
Más de cuatro años pasó sor Gloria Cecilia en cautiverio entre las altas temperaturas del desierto del Sahara. Con una gran caridad y entrega, aún presa de la libertad, la religiosa puso al servicio de otros rehenes e incluso de sus captores, sus conocimientos de primeros auxilios y sirvió como enfermera en muchos momentos de extrema necesidad.
Durante este casi lustro de secuestro los terroristas publicaban de vez en cuando videos con pruebas de supervivencia. Se veía a la hermana pidiendo oraciones, era lo único que deseaba. Miembros del Gaula de Colombia viajaron varias veces a Mali para intentar el rescate, pero fue poco lo que se pudo hacer por ella. Y, según cuenta la revista española Vida Nueva, la hermana en medio de la soledad e incertidumbre se repetía a sí misma una frase típica de la fundadora de su comunidad, la beata Caridad Brader: “Hermanas, callemos para que Dios nos defienda”.
Mientras tanto, el mundo seguía su curso. La señora Rosita Argoty, madre de la religiosa, murió en septiembre de 2020 sin que se cumpliera el deseo de volver a ver a su hija. Mientras tanto, una pandemia amenazante cambió la vida de centenares de millones de personas alrededor del mundo.
Ver las imágenes de esta mujer, hoy libre, que supo soportar con entereza y dignidad el drama del secuestro, son hechos que llenan de esperanza y que nos hacen ver la heroicidad en la que viven tantos misioneros colombianos que viajan a servir a un lugar mucho más necesitado para entregar el tesoro de la fe. De una fe que se traduce en obras humanitarias como las que realizaba esta hermana. Los terroristas quisieron detener su misión, pero la hermana Gloria Cecilia nos demuestra hoy que la fe no se detiene. Una fe que pasó la prueba de los más de cuatro años de secuestro. ¡Gran testimonio el de nuestra compatriota!