Esto ya lo habíamos dicho antes, pero como se acercan las fiestas de Navidad y año nuevo, vale la pena hacer otra vez la reflexión.
Definitivamente no hay nada ni nadie más ridículo que un borracho o una borracha. El pelo desordenado, los ojos brotados, rojizos y vidriosos, dando vueltas como una licuadora.
La nariz roja, hinchada y mocosa de degenerado. La boca torcida, con restos de comida y semiabierta que deja escapar un tufo de cobija de gamín. Una cumbamba temblorosa como el Galeras. Unas manos que tocan todo y derraman todo. Unos pies que no saben para dónde van y a los que le falta una media.
Y si es una mujer, se toman todos los síntomas anteriores y se multiplican por diez.
El consumo exagerado de licor hace que el ser humano se comporte...