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Discutir en pareja

Por Nicole Walker

redaccion@elcolombiano.com.co

Por Nicole Walker

A nadie le gusta pasar el rato con parejas que discuten, como nosotros. Mi esposo Erik y yo solemos iniciar nuestras conversaciones con buenas intenciones.

Un día el verano pasado le pregunté: “¿En qué año no hubo monzón en Flagstaff? O sea, ¿además del año pasado y el año anterior?”. “2015”, respondió. “No es cierto”, le dije. “Bob y Karen acababan de empezar a salir. Creo que fue en 2012”. “Fue 2015”, repitió. “Podríamos buscarlo”. “O podrías confiar en mí”.

Desde luego, podía tan solo confiar en él, pero ¿tengo que sacrificar mi propio relato climático para tener un matrimonio más silencioso y más amable?

Nuestro terapeuta dice: “Ustedes suelen discutir”. La palabra “discutir” viene del latín discutere, que significa “disipar” o “resolver”, pero otra de sus acepciones tiene el significado de “contender y alegar razones contra el parecer de alguien”.

Erik y yo nos apegamos más a esa segunda acepción. Cuando nuestros hijos practicaban taekwondo dos veces a la semana, él y yo consideramos tomar clases para adultos porque pasábamos mucho tiempo ahí. Al enterarse de eso, mi suegro dijo: “Me encantaría verlos enfrentarse en el ring”.

Me pregunto qué pasa con las parejas que no discuten para nada, las que no hacen ruido ni se pelean con palabras. ¿Cómo combinan sus historias individuales para formar una compartida? ¿Es posible que algunas parejas estén siempre de acuerdo en todo?

Siempre he creído que estar en una relación a largo plazo, incluyendo las amistades, es crear una historia compartida. Para llegar a ese punto, hay que perfeccionar los detalles.

Mi amiga Rebecca Campbell y yo también discutimos por los detalles de nuestra historia compartida. ¿Qué año vimos a Jane’s Addiction? ¿Cuántas veces he ido a Los Ángeles para visitarla? Discutimos como una pareja casada.

Rebecca es artista y nos presentó a Erik y a mí en Salt Lake City. Puesto que ambos crecimos sin ser mormones en Utah, habíamos adoptado la subcultura radical que generalmente se forja entre los foráneos. Así que nuestra historia comenzó como la de jóvenes punks enamorados.

Sin embargo, los punks jóvenes envejecen. Las personas mayores a menudo compran casas y perros y gatos y tienen hijos. Cuando nuestra hija, Zoe, nació de manera prematura, Erik llevaba leche materna de nuestra casa a la unidad de cuidados intensivos neonatales en su patineta, lo cual significaba que aún era un poco punk, pero también era dueño de una propiedad y tenía que lidiar con un estrés enorme.

Es difícil ser verdaderamente punk cuando pasas los días en un hospital esperando que los pulmones de tu hija tengan el tamaño suficiente para poder ir a casa. Quizá eso le dio a Zoe un poco de punk rock.

Incluso con nuestra madurez y paternidad reciente, seguimos siendo fieles a nuestras historias individuales. Y con cada cambio en nuestra vida, debíamos renegociar quiénes éramos.

Discutíamos porque no estábamos de acuerdo, pero creo que en algunos casos también discutíamos porque estar de acuerdo en ciertas cosas —como que hubo sequías tanto en 2012 como en 2015— era demasiado aterrador.

Antes de los niños, cuando estábamos en el posgrado, conducíamos de Utah a Yosemite por el lago Tahoe. Le pregunté a Erik cómo quería que fuera nuestra vida.

“Así”, dijo, señalando las montañas, los árboles, el lago azul como sus ojos.

Casi una década después, nos acercamos a esa vida cuando nos mudamos a Flagstaff, Arizona, y obtuve un empleo como profesora en la Universidad del Norte de Arizona. Aquí tenemos árboles y montañas. Tenemos un lago, pero no es gigante ni muy azul; es la reserva que proporciona agua a la ciudad. Nuestra historia compartida incluía aprender a tener un huerto y hacer sidra en el lugar donde planeábamos quedarnos para siempre.

Nada cambia la historia como la muerte del sueño compartido.

Como lo dijo Erik, 2015 fue el año seco. Como yo dije, 2012 fue el año seco. Ambos tenemos razón. Los años siguen siendo más secos. Tal vez ya no tengamos que discutir sobre las sequías y los monzones porque, con el cambio climático, los detalles importarán hasta que dejen de hacerlo.

¿Será ese relato común tan amplio como un matrimonio en el que puedan caber, como una sola, nuestras historias individuales, en este caso, las de todo un planeta? Una historia no será más importante que otra y necesitaremos escucharlas toda 

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