Pico y Placa Medellín
viernes
no
no
Volviendo al comienzo de esta columna, creo que el colombiano está buscando alguien que le quite la tapa a la olla express al país, un personaje que nos serene por unos años, para poder volver a respirar y recomponer el alma de Colombia.
Por Diego Santos - @diegoasantos
Cada vez que digo en una reunión que Sergio Fajardo me parece el candidato más opcionado a ser presidente de Colombia en 2026, la gente me mira como si estuviese loco. No baso mi planteamiento en las encuestas recientes, que lo muestran muy fuerte, sino en esa misma intuición que tuve a principios de 2017 cuando decía que Iván Duque iba a ser el reemplazo de Juan Manuel Santos. También me miraban como loco en ese entonces.
Procedo entonces a explicar mi locura. Estamos en un país cansado y lastimado, hastiado de tanta visceralidad e incredulidad. Venimos de 10 años de una virulenta confrontación de ideas y una pérdida de credibilidad en las instituciones que nos gobiernan. El diálogo parece haberse esfumado y solo vemos enemigos en cada esquina. Y aún nos quedan casi dos años más de ataques, mentiras y odios.
Mucho se habla hoy del sucesor de Petro. Hay quienes señalan a Claudia López como la gran ungida, la rival a batir; otros miran a la derecha y ven a candidatas como Vicky Dávila o María Fernanda Cabal como las herederas del trono ante la oscilación del péndulo que creen que se va a dar. En una posición intermedia están Miguel Uribe, Paloma Valencia, David Luna, Germán Vargas Lleras y otros más. Y están los llamados outsiders como Abelardo De La Espriella, cuyo discurso capaz y cala.
Yo, en cambio, veo fuerte a Fajardo. Y lo veo muy fuerte porque dentro de ese gran abanico de candidatos, algunos impecables, debo decir, Fajardo es hoy un político más curtido, que ha sufrido sonoras derrotas electorales que le permiten ser más sagaz y quirúrgico en una eventual campaña. Puede que no sea bueno haciéndola, que sea intransigente y testarudo para acoplarse a ciertas coyunturas, pero tiene algo que los colombianos buscan: una posición clara de lo que es y quiere ser.
Fajardo es hoy la antítesis de la desdibujada política colombiana. El exalcalde y exgobernador no se ha subido al columpio de las redes para atacar y figurar con posiciones polémicas. Su crítica a este gobierno se ha mantenido en las líneas del respeto y transmite una serenidad que no le veo a los otros candidatos, y que creo es más necesaria que nunca.
Volviendo al comienzo de esta columna, creo que el colombiano está buscando alguien que le quite la tapa a la olla express al país, un personaje que nos serene por unos años, para poder volver a respirar y recomponer el alma de Colombia. Pienso mucho en la decisión de Bogotá en las pasadas elecciones a la alcaldía. Los bogotanos escogieron a un candidato tranquilo, ponderado, conocido y experimentado.
Ahora bien, el primero que tiene que creerse el cuento es el propio Fajardo. Dicen algunas personas que a él no se le sienten ganas de ser presidente, y eso es mortal. A su vez, este debería dejarse asesorar. En manos de él está ser esa opción que está buscando una parte importante de Colombia.