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El bolsillo, la incertidumbre, nuestro futuro, es lo que nos inquieta de verdad. Petro y la oposición vienen construyendo un ambiente cancerígeno que solo favorece al primero.
Por Diego Santos - @diegoasantos
La mayoría de los colombianos queremos que en 2026 cese la horrible noche. El país, bajo el mandato de Gustavo Petro, se ha visto envuelto en un manto de mentiras, corrupción y mediocridad. La tan llamada izquierda que clamaba por una oportunidad para gobernar no ha hecho, sino resquebrajarnos, sumiéndonos en una angustiante zozobra que nos ha paralizado.
Desde 2022, la regla gubernamental ha sido socavar cuanta institución y sector ha podido, para debilitar a millones de colombianos y así controlar el país a su antojo. Su estrategia no ha sido otra que recurrir a ataques, calumnias y desinformación para sembrar desconcierto, inquina e incertidumbre. Ha echado mano de cientos de miles de millones de pesos de los colombianos para financiar “medios independientes” que en realidad son sus criminales de teclado. No aprietan el gatillo, pero sí la tecla “Enter”, y hacen muchísimo daño.
Dicho esto, si lo anterior lo hubiera coordinado y dirigido gente preparada, Colombia estaría en un aprieto insalvable. Rusos, venezolanos, cubanos y nicaragüenses fueron muy hábiles aplicándolo. No así Petro y su gente, a los que la pereza, la poca preparación y una incontenible vanidad les ha impedido atenazar al país. Ello no quiere decir que no estén dejando un legado inquietante y desastroso, pero pese a esto, aún hay luces de esperanza.
Petro y su gente son malas personas, crecieron bebiendo de las peores condiciones humanas: la envidia, la venganza, la mentira, el capricho y la violencia. Quizás ebrios de ello, nunca se prepararon para cosas más grandes, como gobernar para toda una nación. El mandatario le ha fallado a todas sus bases, les ha incumplido. El gobierno les robó a los pobres de La Guajira; los estudiantes aún buscan las instituciones educativas que se les prometió; y los bajos estratos se vieron despojados de la posibilidad de tener vivienda propia. Y así.
Petro ha sido su peor enemigo. Él solito se ha encargado de darle oxígeno a la oposición, de abrir la posibilidad de que cese la horrible noche. Pocas veces un gobierno había sido tan vulnerable y fácilmente reemplazable en los futuros comicios. Pero de todas las cosas que como opositores se podrían estar haciendo para lograrlo, nadie está en ello. Lo irónico es que la oposición se ha encargado, solita de quitar el oxígeno que da Petro, de cerrar las ventanas que este abre.
Más allá de la unión, la oposición tiene que entender el dolor y la necesidad del colombiano de a pie, y Petro no es la preocupación de gran parte del electorado, él no es su dolor. El bolsillo, la incertidumbre, nuestro futuro, es lo que nos inquieta de verdad. Petro y la oposición vienen construyendo un ambiente cancerígeno que solo favorece al primero. Hay que romper con ese círculo, y solo desde el centro o la centro-derecha se puede lograr, con determinación, pero con mucha cabeza. Pero qué difícil está siendo que se comprenda. Los candidatos prefieren la pelea. Y se nos agotan los días.
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