Por Daniel González Monery
Universidad del Atlántico, Licenciatura en Ciencias Sociales, 8° semestre.
moneri11@hotmail.com
La enseñanza en Colombia desafortunadamente siempre ha sido deficiente, no por el último puesto a nivel internacional que ocupamos en las pruebas Pisa, sino por creer que una buena educación gira alrededor de memorizar nociones, sin que exista un razonamiento previo, encaminado a buscarle aplicabilidad a lo aprendido. La educación no puede ser una actividad mecánica, no debe tener por objeto solamente la acumulación de conocimientos sino una formación integral del estudiante, que le permita enfrentarse a la vida y participar en el mecanismo productivo de la sociedad de manera decorosa, aprovechando lo aprendido.
El conocimiento “vago”, como acumulación de datos y conceptos sin aplicabilidad alguna no sirve de nada, excepto para frustrar a quien lo posee. Esto no significa que no haya que enseñar materias de contenido abstracto y aparentemente “inútiles”. Lo que debe quedar claro es que los conocimientos que de esa enseñanza se desprendan tengan por objeto ejercitar la mente para la solución de problemas cotidianos. Por ejemplo, las matemáticas no se crearon para memorizar fórmulas, sino para enseñar a razonar.
Por otra parte, nunca he entendido por qué los estudiantes de hoy tienen menos enjundia intelectual que los del pasado, a pesar de tener al alcance de sus manos mecanismos tecnológicos tan importantes, como el Internet (con los que no se contaba antes), que los acercan fácilmente al conocimiento. Y qué decir de las diferencias morales y espirituales abismales con las viejas generaciones. Indudablemente, esto tiene que ver con la calidad humana del profesorado. Antaño, los maestros en la provincia eran las personas más respetables.
El motor que transforma la humanidad de una persona es la educación. Esto indica, sin mayores esfuerzos, que la política pública debe volcarse en esa dirección; porque, mientras nuestro pueblo no se eduque, seguirá tomando malas decisiones, como suele suceder cuando de elegir gobernantes se trata: pésimos políticos, que, a la postre, abandonan a su suerte a los menos favorecidos, y esa exclusión es sin duda el caldo de cultivo que engendra todas las formas de violencia. La educación debe ser una política de Estado, concebida como la más trascendental de todas ellas. Solo de esa forma evitaremos que se repitan tragedias tan abominables como las que vemos a diario. Tenemos que volver a ese modelo de educación en el cual los principios y valores eran innegociables y estaban por encima del conocimiento.
*Taller de Opinión es un proyecto de
El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidades e instituciones vinculadas con el proyecto.