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China y el arte de la guerra... con EE.UU.

Por Carlos Alberto Giraldo M.

carlosgi@elcolombiano.com.co

Los chinos tenían muy claro que debían ganar la carrera en el diseño de la vacuna contra el coronavirus versión 19.

La primera razón era revertir la imagen negativa y estigmatizante que los ronda debido a ser el centro del origen de la pandemia.

¿Cuál es la versión más certera sobre el surgimiento de la enfermedad? ¿La hibridación y mutación de factores patógenos por el consumo de especies animales sin controles sanitarios (murciélagos, ratones, pangolines, serpientes) o la producción de proteínas animales (reses, cerdos, aves) en granjas de escalas megaindustriales inyectadas con agentes de efectos genéticos imprevisibles?

¿Un accidente en el control de experimentos y materias virales en un laboratorio de Wuhan? ¿Una “liberación calculada” de un virus en los sabotajes biológicos, entre las potencias, que el común de los habitantes del planeta desconocemos?

No lo vamos a saber. Los autores (involuntarios o voluntarios) de semejante descalabro histórico, con el precio altísimo sanitario, social y económico que está pagando la aldea global no van a aceptar señalamientos ni mucho menos a asumir culpabilidades. ¿Qué gobierno y qué sociedad harían un mea culpa, para llevar esta carga impagable de facturas que van desde millones de empleos destruidos a libertades cercenadas y un cementerio que hoy ya guarda 700 mil muertos? Ninguno. El reto estaba en borrar esa deuda con la vacuna.

China lo sabía y por eso enfoco las baterías de su capacidad científica y farmacéutica en desarrollar la cura. Pero no se trataba solo de liberarse del estigma. Ahora anuncia que en diciembre estará lista la vacuna y empieza a cargar otro golpe político y económico en la nueva escena, en el nuevo orden mundial en el que trabaja con paciencia hace más de 25 años, cuando diseñó una economía mixta de mercados y capitales, atada al régimen de su orden comunista.

Con un halo de generosidad, anuncia a Latinoamérica que tiene mil millones de dólares para prestarle y garantizar que esta región de orfandades no se quede sin las dosis de vacunas necesarias. Sus laboratorios para producir el medicamento solo esperan que se baje la bandera. Un refuerzo más a su imagen de disciplina, eficiencia y hegemonía. Y si el mundo quiere esperar las vacunas de otros países y alianzas gubernamentales y privadas, China estará a la cabeza en el proceso de inmunización médica y de recuperación económica. Contagiaron la enfermedad, ahora descubren la cura.

El llamado de Mike Pompeo, secretario de Estado de EE.UU., para que el mundo escoja entre el orden de Washington o el de “la tiranía”, es una reacción virulenta de impotencia ante el arte de la guerra con que los chinos labran su destino y conquistas, sin precipitud ni alardes, en medio del choque de dos gigantes a los que veremos rivalizar, cada vez con mayor intensidad, los años que vienen.

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