Sam Altman (@sama), creador de ChatGPT, es la persona a la que escuchan los interesados en la Inteligencia Artificial (IA). Su visión abre el debate en dos perspectivas.
La primera, una perspectiva netamente pragmática sobre la relevancia de la IA en los negocios, la cual ha llevado a los gigantes de la tecnología a mover sus registradoras para incorporar herramientas de este tipo en sus propuestas de valor.
La segunda, una perspectiva existencial sobre la forma como los humanos debemos asumir la IA. Altman dice que, a pesar de los riesgos, ayudará a resolver preocupaciones y necesidades, siempre y cuando se use con prudencia, ética, transparencia, responsabilidad y consciencia. De ser así, servirá para el crecimiento de la sociedad y mitigará la visión distópica de robots que reemplazan a los humanos.
ChatGPT llegó a 100 millones de usuarios en dos meses. Una barbaridad. Le han hecho infinidad de consultas, entre ellas, preguntas sobre el futuro de los países. En ese sentido, sus respuestas sobre Colombia no han ido más allá de lo que somos: “El país es reconocido por su diversidad cultural, geográfica y étnica, hermosas playas, selvas tropicales e impresionantes montañas. Resalta el contraste entre el patrimonio, cantidad de lugares arqueológicos y vida urbana en ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla”.
Yo le pregunté a ChatGPT por el futuro del gobierno actual. Respondió: “El futuro del gobierno de Gustavo Petro no es claro, pero es probable que sea reemplazado en el futuro por otra fuerza política”.
Algunos dirán que no hay forma de anticipar los hechos. Pero lo expresado se respalda en cálculos algorítmicos basados en millones de datos existentes, que se fortalecen segundo a segundo.
Entonces, la IA demuestra que lo sucedido a hoy con el gobierno Petro no pinta bien a futuro.
La semana pasada, quizás la más caótica y tormentosa que ha tenido el mundo petrista, pesará en la acumulación de hechos que justifican el “pensamiento” de ChatGPT. Las acusaciones contra el hijo y el hermano del presidente, que denotan un actuar corrupto e ilegal, como ninguno otro, sumado al mal manejo de la crisis de Viva Air, al eufemístico “cerco humanitario” con el que justificaron el secuestro de más de 70 policías en Caquetá, la crisis ministerial detonada por la terquedad del gobierno con la reforma a la salud y al hecho de que la popularidad del presidente cae abruptamente, entre otros, develan el enredo tan grande le crea al país este estilo intransigente de ganas de poder.
Entonces, un poco de inteligencia artificial no sobra para entender que esto no va por buen camino. Es más, ratifica la necesidad de controlar ese súper poder soñado por el gobierno.
Ahí es donde la democracia y las instituciones deben actuar a carta cabal, que la separación de poderes nos proteja y, por supuesto, que los ciudadanos atinemos en las urnas en las próximas elecciones, donde la inteligencia no será artificial, si no pura y dura inteligencia humana.