Luego de pasar un esquema de seguridad normal, ingreso “Al Corral”. Me encuentro en un sótano de la Sijin, donde están los detenidos; hay poca ventilación y no entra luz natural por ninguna ventana. Le pregunto al custodio cuántos internos hay en este lugar. Me responde: 350 personas duermen acá doctora, hay internos que llevan 3 años, cada semana llegan nuevos y otros van saliendo.
Mi defendido solo lleva un mes en este lugar, imputado por el delito de concierto para delinquir agravado. El lugar de reclusión donde se encuentra no cumple con las medidas y protocolo que debe tener un establecimiento carcelario. En este corral, los internos deben dormir uno al lado del otro, se acuestan en lo que podría parecer una colchoneta o lo que simula serlo. Duermen tan cerca que, perfectamente, pueden tomarse de la mano con su vecino y rozar sus pies mientras duermen.
Después de unos 7 minutos, sale un joven de cerca de 21 años, cabizbajo, triste, como es normal, y me dice: doctora, tengo dolor de cabeza, toda la noche tuve fiebre, necesito que me vea un médico, pero eso acá es muy difícil, haga algo por favor para que pueda ingresar algún medicamento. Hablamos de su caso, me cuenta cuál fue su participación en la organización criminal; quiere aceptar cargos a través de un preacuerdo con la Fiscalía.
Actualmente en Medellín hay 23.000 personas detenidas. Estas se reparten entre 12 estaciones de policía, el calabozo del Bunker de la Fiscalía, la Sijin, y las cárceles de Pedregal y Bellavista. El hacinamiento supera el 185% en algunas estaciones, como en la Estación Candelaria de la comuna 10, que tiene capacidad para 75 personas y alberga 220 reclusos, misma que hace poco se inundó y las heces salían de los inodoros y pasaban al lado de sus alimentos y colchonetas.
Los detenidos que ingresan a las estaciones de policía, lo hacen en calidad de imputados, no hay personas condenadas, solo indiciados y acusados que aún se presumen inocentes y tienen pendiente que un Juez determine si son penalmente responsables o no. Sin embargo, no siempre se respeta esta premisa, pues en muchos casos que conozco se encuentran allí personas condenadas con penas privativas de la libertad que deberían estar en un centro de reclusión, con la posibilidad de redimir pena por trabajo y estudio, pero no, están ahí detenidas en un lugar que es transitorio.
Muchas de estas personas llevan años en estas condiciones, hacinadas en una estación o parqueadero, viendo cómo pasan sus días sin aire externo, sin luz natural, compartiendo 6 baños con otras 349. Su rutina solo incluye las 3 comidas del día y la ducha, no hay visitas conyugales, no pueden leer, no pueden practicar un deporte, no pueden estudiar.
Este escenario, me hace recordar una famosa frase de la escuela abolicionista penal, que dice: “¿Cómo educar a alguien para la libertad, sino vive con libertad?” ¿Cómo hacer para que las autoridades administrativas, legislativas y judiciales entiendan que una persona en estas condiciones de reclusión no tiene posibilidad alguna de resocializarse?
¿Qué podemos hacer como sociedad para que nos empiece a doler el dolor del otro? ¿Por qué seguimos permitiendo que se vulneren los derechos fundamentales de las personas privadas de la libertad?
¿Acaso no somos nosotros también responsables de que ellos estén ahí? .