Pasar del dicho al hecho no ha sido una tarea sencilla para el presidente Gustavo Petro. Desde las tarimas donde se presentaba como candidato hasta los grandes centros de convenciones en los que ya como mandatario se encontró con banqueros, industriales y petroleros el jefe de Estado ha pregonado una política económica de reindustrialización, descarbonización y empleo digno.
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Ad portas de completar su primer año en Casa de Nariño los expertos le dan luz verde a su gestión, hablando netamente de lo económico, aunque con varias banderas rojas. Incluso hay quien se atreve a ponerle una nota, como si de un estudiante se tratase. “De 1 a 5, le pondría 3,5. Ha sido decoroso, no sorprendente, pero mejor de lo que mucha gente esperaba”, dice el investigador económico Luis Fernando Ramírez.
Para los analistas, el primer año económico del Gobierno Petro podría ir en tres cajas. La primera, en la que van las cosas buenas, tendría las estadísticas del Dane sobre desempleo; los datos que muestran la descolgada del dólar; y el balance de la inversión extranjera directa.
En la segunda está lo que se debe mirar con precaución: el gasto público; el regular crecimiento económico producto del difícil contexto externo; y la confianza de los consumidores. Y en la tercera entra lo negativo: los precios siguen altos (si bien empezaron a desacelerarse en los últimos meses); el endeudamiento continúa al alza; de la transición energética no se sabe nada; y la ejecución presupuestal es baja.
Calculadora en mano
Para no hacer las cuentas tediosas, un buen ejercicio es tomar un puñado de los principales indicadores económicos en los que se observan los contrastes de estos 365 días. La tasa de desempleo –que sorprendió a la baja en medio de un año de desaceleración– cayó a un dígito (9,3%) en junio, mientras Petro la recibió en 11% (dato de julio de 2022).
En este caso las opiniones están divididas. Mientras Luis Fernando Ramírez, citado al inicio, no ve tan positivo que el repunte del empleo se dé por cuenta de la contratación pública (como indicó el Dane) porque al final son trabajos por prestación de servicios, la minTrabajo, Gloria Inés Ramírez, valoró el efecto de los programas estatales de formación y formalización.
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En términos de tasa de cambio, siempre es una buena noticia que el billete verde baje frente al peso. En lo que va del año nuestra moneda se ha revaluado cerca de 23%, el dato más significativo en la región y entre países emergentes, aunque queda la sensación de que el repunte pudo ser mayor, pues por ejemplo Corficolombiana asegura que si se hubiera comportado como sus pares en los últimos doce meses habría tocado los $3.600.
¿Pero a qué se debe esto? El exministro de Hacienda y actual rector de la Universidad EIA, José Manuel Restrepo, da su visión: “Hubo unos primeros meses (del actual Gobierno) complejos en términos de incertidumbre”.
Se refiere a “las declaraciones sobre control de capitales; sobre el crédito por parte del Banrepública para financiar a víctimas del conflicto; sobre la transición energética; y el trámite mismo de las reformas” que influyeron en que la tasa de cambio se elevara, la prima de riesgo país fuese al alza y el valor de las acciones en la bolsa local se impactara. Incluso hoy “vemos algunos impactos de eso en el costo de la deuda pública”.
Pese a esto, el exministro valora que “se logró quebrarle el espinazo a la inflación” a pesar de que sigue alta; la desaceleración económica este año no será tan pronunciada como se pensaba; y la Inversión Extranjera Directa (IED) ha tenido un buen comportamiento.
Eso sí, en sus cuentas los temas “críticos” o al menos “preocupantes” tienen que ver con la transición energética, porque todavía no es clara y no se sabe cuáles sectores reemplazarán a los hidrocarburos, que representan “20% de los ingresos fiscales, 40% de las exportaciones y 35% de la IED”.
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El líder de EIA también mostró preocupación por el regular desempeño este año de la industria (cuya producción ha bajado 2,3%), el comercio (sus ventas han caído 3,7%) y la vivienda (las ventas disminuyeron 53%); así mismo, por la baja ejecución del presupuesto que “tiene impacto en la política social”; y por el aumento del gasto público previsto para 2024.
¿Movimiento por inercia?
Para Juan Camilo Restrepo Salazar, también exministro de Hacienda, en el primer año del Gobierno Petro las cosas a nivel económico se han movido por inercia, al ritmo de las tendencias internacionales que se reflejan en Colombia. “El Gobierno no ha sido factor de desarrollo, más bien de inquietud y de improvisación. Anuncia mucho más de lo que está haciendo”.
A su juicio, entre lo rescatable ha estado la estabilización de las finanzas públicas, en el sentido de que el Ministerio de Hacienda se ha comprometido a respetar la regla fiscal. Así mismo, destaca que se ha “reajustado valerosamente” el precio de los combustibles para evitar agrandar el déficit del fondo que los subsidia, y ve oportuno que el otro año empiece este proceso con el diésel.
Pero también piensa que el Gobierno ha proyectado una mala imagen ante las calificadoras, debido a su “animadversión ante el sector privado, creyendo que todo lo puede hacer a través del gasto público”.
Restrepo Salazar considera, además, “un embeleco y un desastre” la transición energética de Petro y también deja ver su preocupación sobre cómo se financiarán las reformas y los proyectos sociales, partiendo de las advertencias que ha lanzado el Comité Autónomo de la Regla Fiscal (CARF).
Este organismo técnico afirmó hace unas semanas que las reformas sociales –especialmente las de salud y pensiones– implicarán un gasto adicional de 0,7% del PIB que no está siendo contemplado en las cuentas del Gobierno y podría derivar en recurrir a nuevas fuentes de ingresos para sacarlas a flote.
A Ramírez, por su lado, le preocupa hacia futuro cómo se financiará el ambicioso Presupuesto 2024 llevado al Congreso, de $502,5 billones, pues parece difícil cumplir con la proyección de ingresos corrientes ($330 billones) aun tras los cambios que trajo la reforma tributaria aprobada el año pasado. Así mismo, ve como un reto la mejora en la relación Gobierno-empresarios y destrabar los proyectos de transición energética, principalmente en La Guajira.
En tal sentido, el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, dijo recientemente en Portafolio que si bien en el Presupuesto 2024 se prevé un nivel de gasto más alto, gran parte será para cubrir el servicio de deuda, que crecerá 34%. Así mismo, admitió que el déficit fiscal subiría de 4,3% (2023) a 4,5% (2024) del PIB, pero todavía estaría “dentro del límite de la regla fiscal”.