Una permuta de 770,93 millones de pesos, es decir un intercambio por ese valor, posibilitó que hace 40 años se estableciera uno de los hitos para consolidar una de las estructuras empresariales más robustas del país: el Grupo Antioquia, el Sindicato Antioqueño o el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA).
Si bien esta denominación no corresponde a una figura societaria o a un ente jurídico formal, sí ha servido para referenciar la relación existente entre varias compañías de origen paisa que, históricamente, han compartido valores filosóficos en el ejercicio de la actividad industrial y comercial.
De esto hacen parte los grupos de Inversiones Suramericana (Sura) enfocado en el sector financiero, Nutresa en alimentos y Argos en infraestructura y energía.
Actualmente, estos conglomerados a través de sus filiales y subsidiarias generan en su conjunto más 83.000 puestos de trabajo, y el año pasado contabilizaron ingresos por 45,95 billones de pesos, cifra equivalente al 4,58 % del Producto Interno Bruto colombiano que fue de 1.002 billones de pesos, según las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).
Las tomas
El empresario antioqueño Héctor Arango Gaviria, quien por más de 30 años hizo parte de las directivas de la Compañía Nacional de Chocolates (hoy Grupo Nutresa), fue testigo de excepción de estas movidas que se remontan a los años 70.
Entre las llamadas “tomas” por parte de empresarios “foráneos” Arango enumeró la llegada de Carlos Ardila Lülle a Gaseosas Lux y Postobón, y luego se interesó por Coltejer, de la cual, más tarde, también fue el principal accionista.
El Grupo Santo Domingo (de Julio Mario Santo Domingo) entró como accionista a Suramericana, pero los presidentes de la compañía aseguradora de la época, Jorge Molina Moreno y Guillermo Moreno Uribe maniobraron estratégicamente, liberando un paquete accionario de Cine Colombia y la Compañía de Galletas Noel.
Inversiones Aliadas y el Grupo Grafi se hicieron con el control de Cadenalco (Almacenes Ley) y luego Jaime Michelsen Uribe, cabeza del Grupo Grancolombiano, empezó a comprar acciones de la Nacional de Chocolates y Noel. También apareció el Grupo Furatena que captaba dineros del público y compraba acciones de Fabricato.
Ante esos movimientos, Proantioquia y los presidentes de empresas como Banco Comercial Antioqueño, Suramericana de Seguros, Cemento Argos, Noel , Colcafé, Coltabaco, Banco Industrial Colombiano, Fabricato, Nacional de Chocolates y Almángel empezaron a cuestionar ese tipo de transacciones, y promovieron la conformación de un grupo que destinara parte de sus excedentes a adquirir acciones de esas compañías para bloquear el ingreso de accionistas de otras ciudades.
Salvando a Chocolates
A comienzos de 1981, Fabio Rico Calle, quien para ese momento lideraba a la Compañía Nacional de Chocolates detectó que Michelsen iba a tomar el control accionario de la empresa, que había ejecutado un fuerte plan de inversión para fortalecer su presencia en el mercado.
Frente a esa perspectiva, Rico elaboró un listado de bienes que no estuvieran atados a la actividad productiva y comercial de algunas empresas paisas, para ofrecerlo a cambio de 25 millones de acciones de Compañía Nacional de Chocolates y 1,64 millones de acciones de Noel.
De ese paquete hicieron parte las acciones de Industrias Metálicas de Palmira que estaban a nombre de Cemento Argos, Inversiones e Industria, Seminario Conciliar de Medellín, Corporación Financiera Nacional y Manufacturas Caribú.
Además, la Corporación Financiera Nacional entregó 142.043 acciones de Comestibles La Rosa y 1,06 millones de acciones de Conservas California. La Compañía Colombiana de Seguros también agregó acciones de esas empresas y Tejicóndor participó con un lote de 298.767 metros cuadrados en Sabaneta, que hizo parte de la hacienda La Holanda.
La Nacional de Chocolates transfirió al encargo fiduciario administrado por el Banco de Colombia las haciendas La Varsovia, El Dique y El Diluvio ubicadas en Caucasia, un lote de 8 hectáreas en Niquía en el municipio de Bello, 9,92 millones de acciones de Americana de Grasas y Aceites Comestibles, y varios inmuebles en Bogotá (Plaza España).
Igualmente, se incluyeron tres pagarés, cada uno de 100 millones de pesos, respaldados por Noel, Construcciones Colseguros y Compañía Nacional de Chocolates.
Fue así como el 25 de agosto de 1981 se firmó en el despacho del notario 11 de Medellín, Bernardo Hoyos, el contrato de permuta y fiducia número 2.278, entre el Grupo Grancolombiano, Compañía Nacional de Chocolates, Tejicondor y otras entidades.
En total, los bienes objeto del contrato de permuta se tasaron en 770,93 millones de pesos, que a valores de hoy serían 90.236 millones de pesos, en el entendido de que un peso de 1981 es igual a 117,05 pesos en la actualidad. Tras esa colecta, Rico y Arango viajaron a Bogotá para entrevistarse con Michelsen y le plantearon que dada la diferencia en la visión de negocio que tenían con él, estaban dispuestos a entregarle los bienes de la lista a cambio de las acciones que poseía de la Nacional de Chocolates.
“Michelsen nos miró a la cara y expresó: plata es lo que plata vale. Me gusta esto y si quiere así, también le vendo el Banco de Colombia. Esa fue una alegría grande y se nombró a Manuel José Arrázola y a mí para que se materializaran la operación”, recordó Arango.
Para validar si esa negociación desde los puntos de vista filosófico, ético, social, jurídico y económico era lícita y viable la junta directiva de la Nacional de Chocolates tuvo una reunión de tres días que concluyó con la aprobación. De inmediato se citó una asamblea de accionistas en la que también se obtuvo el aval para perfeccionar la transacción, entre ellas readquirir acciones, para ser vendidas entre los dueños de la empresa (ver Dicen de...).
Los avances
Pasadas cuatro décadas de la firma de este contrato y la debacle de las empresas del Grupo Grancolombiano, los tres conglomerados antioqueños que emergieron de estas negociaciones aún conservan el concepto japonés “keiretsu” que define a un conjunto de empresas que mantienen relaciones de carácter comercial y participaciones entrelazadas, con el cual se han fortalecido y hacer presencia en varios países de América, el Caribe e incluso Asia (ver gráfico).
Para Lina Vélez, presidente de la Cámara de Comercio de Medellín, la región han tenido el privilegio de tener entre sus empresas a un grupo muy grande de compañías anónimas en diferentes sectores como las del GEA.
“El desarrollo de estas se ha caracterizado por el cumplimiento de sus principios éticos, por el respeto a los clientes y por sus criterios de sostenibilidad; y han tenido una estrategia clara de integrarse para prestar los mejores servicios y posicionarse y no solo en el mercado nacional sino en el mercado internacional”, anotó.
Para David Bojanini, expresidente de Sura, en una coyuntura de pandemia y de malestar social las empresas del GEA deben entender qué pasa en el entorno para seguir cumpliendo el rol clave que han tenido en unos tiempos complejos.
“Hoy, lo que se hace debe contribuir a la generación de empleo para jóvenes y mujeres y para que el país pueda cerrar las brechas que abrió la pandemia y volver a una Colombia más tranquila, reduciendo la pobreza y mejorando las condiciones sociales de la población”, declaró.
José Alberto Vélez, expresidente de Grupo Argos, expresó que dentro de las empresas del GEA siempre ha habido un profundo sentido de responsabilidad social, y en todas las circunstancias han actuado con disposición para ayudarle a las autoridades y apoyar causas que son importantes para el desarrollo.
“Pensaría que hoy más que nunca es vigente una estructura sólida, para pensar en las personas, los individuos y la sociedad con enorme responsabilidad por parte de las empresas que integran el GEA, independientemente de que este exista o no”, concluyó.