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La familia “dulcera” que sueña con EE. UU.

Han abierto las puertas del mercado en Antioquia con bocadillos veleños, sobrevivieron a la pandemia y quieren exportar aun sin llegar a grandes superficies.

  • En el extremo superior izquierdo, aparece el retrato de Carlos Uriel Díaz, quien inició el camino de expansión. FOTO jaime pérez
    En el extremo superior izquierdo, aparece el retrato de Carlos Uriel Díaz, quien inició el camino de expansión. FOTO jaime pérez
31 de diciembre de 2021
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Tres generaciones dedicadas a producir el insigne bocadillo veleño han bastado para que la Familia Díaz Pardo conozca los secretos de la industria “dulcera” colombiana y ahora tengan un plan de expansión local y extranjero.

Dultisan es el nombre que Carlos Uriel Díaz le dio a la empresa familiar y fue el visionario que tuvo el coraje para subir peldaños con un emprendimiento.

Aprendió desde muy joven la clave del bocadillo veleño al lado de sus padres, quienes lo producían y distribuían en el departamento de Santander.

Si por casualidad usted no reconoce este tradicional dulce, aquí va una descripción: se trata de un producto que canaliza todo el sabor de la guayaba, pero su toque diferencial se lo da la envoltura; una hoja de bijao que resalta el sabor y regala un aroma único que activa a las papilas gustativas sin haberlo degustado.

Eso sí, dicen los expertos que debe elaborarse con guayaba de Vélez o Barbosa (municipios de Santander) o de Moniquirá (Boyacá). De lo contrario, no tendrá el sabor legítimo.

Colombia y más allá

Carlos memorizó la receta y con el tiempo fue sumando otras golosinas autóctonas al portafolio de la fábrica: manjar blanco, mermeladas y paletas de caramelo, entre muchos más.

Pero, como lo sentencia un viejo refrán: “Nadie es profeta en su misma tierra”. Por eso, este emprendedor comenzó a visitar a Antioquia y abría puertas con el producto más ganador que tenía, el bocadillo veleño; este no fallaba y permitió abrir espacio a toda la oferta complementaria.

Un tiempo después, Luz Adriana Díaz, hermana de Carlos, revisaba los estados de la empresa y descubrió que el 80% de las ventas se concentraban en territorio antioqueño. Por eso trasladaron la producción al municipio de Bello, hace 11 años.

“El antioqueño es muy dulcero”, comenta la empresaria al resaltar que ya cuentan con 75 distribuidores aliados y en la fábrica laboran formalmente 10 empleados.

Ella resalta que la calidad de estos dulces habla por sí sola. Inclusive, su marca sobrevivió a la crisis causada por la covid-19 y salió con más fuerza, toda vez que se triplicaron las ventas.

Abrirse un espacio en el mercado nacional es una meta a corto plazo. No obstante, la familia busca la manera de lograrlo sin llegar a las estanterías de las grandes superficies porque, según las palabras de Luz, “les ponen unas condiciones muy complicadas a las pequeñas empresas”. También se quieren preparar para enviar sus dulces a EE. UU, aunque ya sin la guía de Carlos, quien falleció hace cinco meses, pero dejó las bases para expandir el negocio y crear empleos

75
distribuidores hacen parte de la cadena de aliados con los que ya cuenta la empresa.
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