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El heredero del legado de grandes empresarios

Juan Rafael Cárdenas le contó a EL COLOMBIANO cómo Coltabaco construyó hoteles y edificios.

  • Juan Rafael Cárdenas, también impulsó Corporación Universitaria Lasallista, en Caldas. FOTO Rafael Cárdenas Olarte
    Juan Rafael Cárdenas, también impulsó Corporación Universitaria Lasallista, en Caldas. FOTO Rafael Cárdenas Olarte
14 de julio de 2020
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“El doctor Juan Rafael Cárdenas es el último heredero de la generación de lo que en Antioquia se llamaban los dones. Don Jorge Pérez Vásquez, don Vicente Uribe Rendón, don José Gutiérrez Gómez, don Darío Múnera Arango, que fue esa generación de líderes empresariales en un gran momento de la industria antioqueña. Y él entró a trabajar muy joven con ellos”, de esta manera describe el rector de Eafit, Juan Luis Mejía, a uno de los fundadores de ese establecimiento educativo, y quien además sigue vinculado a diversos programas de beneficio social.

Este ingeniero de la Escuela de Minas de Antioquia también estudió en Estados Unidos, y en 1958 se vinculó a la Compañía Colombiana de Tabacos (Coltabaco) que era la empresa insignia de Medellín, en la que estuvo por 53 años (hasta 2011) desempeñando diferentes cargos. En diálogo con EL COLOMBIANO relató detalles de la llegada de Kimberly-Clark al país, cómo en los años 60 Philip Morris intentó comprar a la tabacalera y cómo se conformó el llamado Sindicato Antioqueño.

¿Por qué se quedó 53 años en Coltabaco?

“Porque me enamoré del trabajo, del tabaco, de las fábricas. Y porque la Colombiana emprendió unos procesos de diversificación para entrar en otros campos de acción y de negociación diferentes. Fue así como me tocó estar en el negocio de construcción de edificios en una filial, Inversiones e Industria, que se dedicaba a construir vivienda, y algo de oficinas en Medellín, en Bucaramanga, en Bogotá y Cali”.

¿Qué otra diversificación tuvo la compañía?

“Nos embarcamos en procesos de hotelería. Coltabaco construyó el hotel Intercontinental, en Medellín (años 70). En ese momento, la Federación de Cafeteros también tenía un hotel en Pereira que había suspendido por dificultades económicas, entonces hicimos la negociación y lo adquirimos. Al lado había un lote grande, y supimos que un inversionista había adquirido los terrenos vecinos y nos dio temor porque el plan era instalar unas bodegas para productos químicos que podrían generar olores fuertes, lo que sería fatal para el negocio de hotelería. Entramos en una negociación con él y le compramos el terreno, y allí se levantó un centro comercial. Me metí de lleno en ese proyecto que tardó varios años y fue una experiencia interesante”.

¿Cómo se concretó la alianza que tuvo Coltabaco con Kimberly-Clark y que esta estableciera una planta en Colombia?

“Fue una época de escasez de divisas (finales de los 70) y una materia prima fundamental en la industria del cigarrillo es el papel. Hubo momentos en que la empresa solo tenía inventarios para una semana. La junta directiva decidió hacer un contacto con los fabricantes del papel para cigarrillos e invitarlos a venir a producir acá. En ese momento se estaba organizando un viaje de un grupo que se llamaba Antioquia–Massachusetts. Casualmente, la fabricación del papel estaba en Boston, y la presidencia de la compañía me dijo que si quería ir en esa misión y me recomendó hacerme asistir de una persona con mucha experiencia en el manejo de los negocios, que era don Gabriel Ángel Escobar. Yo tenía como 30 o 35 años y para mí él fue una fuente permanente de enseñanza”.

¿Qué ocurrió en el viaje?

“Hice un contacto con nuestros corresponsales en Nueva York, una firma fundada por un irlandés, muy inteligente y que tenía muchos negocios en Colombia. Le expuse cuál era nuestro objetivo, y él comenzó a decir que no pensáramos en eso, que el papel para fluido requería materias primas especiales, mucha agua, y altos volúmenes para que la producción se justificara. Entonces, don Gabriel que estaba conmigo, se levantó de la silla y le dijo, vea míster, nosotros no vinimos aquí a conocer su opinión. La decisión está tomada y si usted no quiere colaborarnos, pues buscamos la forma de llegar allá. El pobre irlandés se amilanó, y nos hizo el contacto, estuvimos visitando una de las fábricas en Oak Bluffs, en Massachusetts. Les expliqué que en Medellín había agua suficiente, y sobre el volumen de producción les dije que ese no era problema porque estamos en el área andina (Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú y Venezuela), así que la fábrica iba a ser la única en la región y que el mercado sería amplio. Mientras tanto, la firma Schweitzer con la que estábamos negociando, que era de tres hermanos, fue adquirida por la Kimberly-Clark Corporation, y de la noche a la mañana, lo que nosotros estábamos comenzando a hablar con Schweitzer terminó siendo negociado con Kimberly-Clark”.

En 2005 Philip Morris compró a Coltabaco, pero ¿hubo un intento antes?

“La empresa consideró que tenía que investigar y estableció un Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico, y en un principio me pusieron a su cargo. Tuvimos una asesoría con Philip Morris y aprendimos mucho. Antes de 2005 habíamos tenido una experiencia con ellos y es que querían comprar a Coltabaco, por allá en los años 60 cuando el doctor Carlos Lleras Restrepo era el presidente de Colombia. Y entonces, el presidente de la compañía le habló al mandatario y le dijo que estaba siendo invitado por Philip Morris para hacer la negociación, pero entonces el doctor Carlos Lleras dijo que no, que no estaba de acuerdo en que una de las empresas insignias del país quedara en manos de una firma extranjera”.

¿Y cómo se evitó esa negociación?

“El presidente Lleras sugirió hacer un contrato de regalías, es decir, que la Philip Morris nos asistiera, nosotros producíamos y vendíamos los cigarrillos de sus marcas pagándoles a ellos una regalía. Una regalía que recuerdo muy bien, era de cuarenta centavos de dólar por mil cigarrillos de lo que son las marcas internacionales, estilo Marlboro. Así comenzamos a trabajar con ellos, pero tuvimos que suspender porque hubo una situación muy desventajosa en materia de impuestos. Cuando el cigarrillo aquí se producía con tabaco colombiano tenía que pagar un cierto tipo de impuesto, pero cuando se producía con material importado, había que pagar muchos más impuestos y esto se volvía una situación muy difícil para la competencia en el mercado” (ver En un minuto).

¿Cómo es que usted aparece en el cuadro de fundadores de Eafit?

“En una reunión de la Andi se expuso la inquietud que tenían las empresas y era que no había gente preparada para trabajar. Se concluyó que sería muy bueno poder tener una preparación de personal en los campos de la administración, finanzas, control de la calidad y costos. De ahí la necesidad de constituir una Escuela de Administración y Finanzas para lo que se nombró un comité para hacer realidad el proyecto. Recurrimos al doctor Ernesto Satizábal, que era el director de Incolda, y quien tenía alquilado el edificio del Banco Central Hipotecario (BCH), allá como al frente de la iglesia de San Juan de Dios y le dijimos que nos alquilara un piso para el primer grupo de estudios”.

¿El sindicato antioqueño existió?

“Ese fue un resultado ingenioso para la defensa de las empresas antioqueñas. Aquí se había tenido el ejemplo de Fabricato, que había sido adquirido por un señor Félix (Correa), no recuerdo el apellido, pero él tenía una financiera que compró la mayoría de las acciones de Fabricato, entonces pasó a ser el propietario. Estando en esas, comenzó a presentarse un fenómeno y era que el Grupo Grancolombiano de Jaime Michelsen, comenzó a comprar acciones creo que de Nacional de Chocolates con el ánimo de comprar y apoderarse de la empresa. En una reunión se concluyó que para defensa de la industria antioqueña se ejecutaría un proceso llamado el enroque, que consistía en que una empresa antioqueña compraba acciones de otra empresa y, a su vez, esa otra empresa compraba también en esta. Posteriormente, se definió que era mejor desmontar ese modelo por situaciones tributarias, pero esa figura unió a las empresas y les permitió identificarse en algunas de las políticas de funcionamiento, financieras y de mercadeo”.

Si hoy le ofrecen un cigarrillo, ¿qué dice?

“Simplemente que no fumo. No fumo y tampoco me interesa volver a coger el consumo”.

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