Los amantes de las golosinas, las bebidas azucaradas, los fritos, los ponqués y demás alimentos, deberán alistar el bolsillo, porque en las vitrinas de panaderías, tiendas de barrio y almacenes de cadena, estos productos le costarán unos cuantos pesos más.
El COLOMBIANO salió a comprar mecato en tiendas de barrio y micromercados de Medellín. Encontró que estos productos presentan alzas que superan el 10% a raíz del impuesto saludable, que rige desde el 1 de noviembre por la reforma tributaria del Gobierno Petro y que fue aprobada por el Congreso en noviembre del año pasado.
De acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), 50 de cada 100 adultos colombianos consumía alimentos de paquete en el 2022. La cifra es más alta en niños, pues 72 de cada 100 declararon alimentarse con ultraprocesados.
Según lo aprobado en el Congreso, el incremento será de forma progresiva: este año arrancó con un alza de 10%, el próximo año se aplicará un 15% más y en el 2025 será de un 20%.
La medida tributaria se medirá en las bebidas por gramo de azúcar añadido por cada 100 mililitros de contenido. De esta manera, si una bebida cuenta con una cantidad mayor a seis gramos de azúcar, en 100 mililitros de contenido, tendrá impuesto de $18 en 2023.
El objetivo
Según lo estipulado por el Gobierno Nacional, dicho recurso tributario no está enfocado en recaudar recursos, sino que busca desestimular el consumo de esos alimentos que afectan la salud de las personas. El Gobierno defiende que su finalidad es mejorar la salud pública. De hecho, Colombia no es el único país que implementa una medida de este carácter, ya son cerca de 50 naciones que cuentan con políticas en contra de esa clase de productos.
Un caso es el de Chile, que en una reforma tributaria del Gobierno de Michelle Bachelet, incrementó el impuesto a a dichas bebidas en 5 puntos porcentuales, y pasó del 13% a uno del 18%, igualmente ese país cuenta con etiquetados saludables para advertir sobre el exceso de azúcar y demás.
Según una investigación publicada en enero de 2020 en la revista Social Science & Medicine, los efectos son notables. En 2012 un chileno consumía en promedio 116,2 litros de gaseosas, pero el consumo de azucaradas disminuyó en un 22% en apenas cuatro años de aumentarse el impuesto.
Ya opera
En Colombia, la medida empezó a regir el 1 de noviembre, y en Medellín las alzas no se hicieron esperar. En algunas tiendas y establecimientos de cadena ya contaban con ese impuesto. Otros negocios expresaron que los proveedores todavía no habían informado de nuevos precios. Lo cierto es que EL COLOMBIANO encontró que el mecato presentó variaciones más altas de lo esperado, entre el 10% y el 17% en sectores como Belén y Manrique.
Por ejemplo, una galleta Oreo de cuatro unidades valía hace unos días $1.400 y ahora cuesta $1.600, lo que significa que el incremento fue de 14,2%. El Chocorramo, que podía adquirirse por $2.000, se encontró hasta en $2.300, un alza del 15%. Ni qué hablar de un six pack de Coca-Cola de 250 mililitros, que en uno de los almacenes de cadena más reconocidos del país, subió de $10.250 a $12.000, un aumento del 17% entre la noche del 31 de octubre y la mañana del 1 de noviembre.
Otros productos están con precios más ajustados al incremento del impuesto (10%), por ejemplo: una paleta Drácula que tenía un precio de $4.000, ahora se vende por $4.400; o una galleta Tosh de miel, que pasó de $900 a valer $1.000, aumentos entre el 10% y el 11%.
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La crítica
Pese a que el Gobierno justifica las alzas con un fin de bienestar, gremios argumentan que la medida perjudicará la salud del bolsillo ciudadano y también el de los tenderos. De hecho, uno de los críticos es la Federación Nacional de Comerciantes Empresarios (Fenalco). Según el gremio, los estratos populares tendrán un sobreprecio en cerca de 20 productos, lo que generaría un impacto en el costo de la canasta familiar.
Asimismo, Fenalco advirtió que en el primer año de impuesto se generaría una disminución de 8% en los ingresos de las tiendas y panaderías. Incluso, agregó que en tres años el 25% de las tiendas de barrio estarían en riesgo de desaparecer a raíz de la medida.
“Colombia tiene una alta inflación que no se ha podido bajar, por eso no vemos conveniente este impuesto, porque encarecerá más la vida de los colombianos. El 95% de los tenderos son de estratos 1, 2 y 3, ellos y sus comunidades se van a ver afectados”, sostuvo María José Bernal Gaviria, directora ejecutiva de Fenalco Antioquia.
El gremio de los comerciantes destacó que el impacto será fuerte para las panaderías y tiendas porque en promedio el 16% de los ingresos obedece a las ventas de bebidas azucaradas, mientras que el 16,8% proviene de los ultraprocesados.
Bernal Gaviria calificó como vergonzosa la apuesta del Gobierno Nacional de prevenir problemas de salud con el impuesto. “La inflación está en doble dígito y ahora se viene otro impuesto a la canasta familiar. Esto es un despropósito”.
No obstante, el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, ya ha respondido a los críticos, asegurando que el impacto que se proyecta sobre la inflación es casi nulo, de solo el 0,2%, por lo que pidió a los medios de comunicación y gremios empresariales no desatar pánico económico.
Si bien, la cartera de Hacienda asegura que el fin no es recaudar, esta misma estima que la medida permitirá recoger cerca de $5,7 billones en 2024 y $7,5 billones en 2026.
En las vitrinas
Lo cierto es que en Medellín hay cerca de 16.000 tiendas de barrio que tendrán que adaptar el impuesto. En algunas de esas, clientes y tenderos dialogan sobre el impuesto saludable. Algunas personas se quejan, pero hacen la compra, otros prefieren ahorrarse esos pesitos de más. “Hay de todo un poco”, concluyen comerciantes.
Fabio Quiroz tiene una tienda en Belén San Bernardo hace siete años, allí vende “de todo un poquito” y dice que Fenalco tiene la razón porque el impuesto saludable perjudicará sus ventas.
“Esto es desastroso, todo está más caro, una lata de cinco salchichas que el mes pasado valía $4.400, hoy ya vale $5.500. Así vamos a desaparecer los tenderos”, lamentó.
A unos pasos de ese lugar, el comerciante Giovani Franco opina lo mismo. En su Fruver vende mecato y cree que la mayor dificultad será para el consumidor porque todo va a estar más costoso y el rebusque para darse gusto va a tener que ser más grande.
Pese al malestar, hay quienes son más mesurados e incluso positivos, como Cristian Henao Martínez. Al joven vendedor de Belén no le preocupa ese gravamen porque considera que el alza no es tan significativa para ahuyentar a los clientes, por lo que las personas seguirían comprando papas, dulces y bebidas azucaradas, que en su establecimiento representan cerca del 30% de los ingresos.
Más hacia el oriente de Medellín, el tendero Duván Caicedo coincide con la premisa de su colega Cristian. Caicedo cumple 26 años administrando su tienda, que empezó en Bogotá y ahora se ubica en una esquina del barrio Campo Valdez.
El comerciante no desconoce que al principio esas alzas bajarán un poco las ventas, pero en su concepto el mayor efecto no es para el tendero, sino para el consumidor final. La gente terminará aceptando esos precios, pues “el mecato es muy rico como para dejar de comerlo. Como dicen por ahí, al son que me toquen, bailo”, comentó jocosamente.