“Cuando llegué a Colombia estaba desesperada por conseguir mi tarjeta de crédito, sentía que iba a ser imposible acceder a los bienes de consumo habituales, y me sorprendió cuando me explicaban que aquí no era necesario para mercar, que ustedes mercaban de contado”, cuenta Lucía, una argentina que vive en Medellín hace un par de meses.
Y es que en su país lo normal es diferir el pago de gran cantidad de bienes y servicios porque las familias no llegan a fin de mes con el salario, entonces la costumbre es ir aplazando lo más posible los pagos. Además porque resulta estratégico, el precio de los productos se eleva todos los días, entonces es mejor comprar ya porque el mismo producto va a costar mucho más en un par de semanas. La planeación es de cortísimo plazo.
Emanuel Zerbos dice que desde que era niño la inflación es un tema de conversación recurrente en Argentina, sus padres se quejaban de no alcanzar a mercar con la misma cantidad que fueron a la compra pasada, y ahora como adulto le ocurre igual: “Lo que hoy vale 10 pesos mañana cuesta 11”.
Esta situación se ha ido agudizando en los últimos meses, Argentina junto a todas las naciones del mundo viene experimentado un incremento en el costo de vida producto de los desórdenes macroeconómicos de la postpandemia y a la guerra en Ucrania, pero en el país del sur se siente mucho más. Mientras en Colombia la inflación anual supera ligeramente el 13%, en Argentina es del 98,8%. En solo un año los precios se han duplicado.
Entonces el gobierno trata de alcanzarla y ha incrementando el salario, ya no anualmente sino cada cuatro meses, de modo que las familias no pierdan tanto la capacidad adquisitiva. “Hace unos años el incremento del salario era anual, en enero nos decían: ‘vamos a subir 20%, 10% en marzo, 5% en mayo y 5% en septiembre, y desde el principio sabíamos cómo se iba a comportar todo el año, pero ahora cada cuatro meses nos suben 20% o 30% de una vez”.
Y con la situación así no hay estabilidad posible. Como hay que incrementar tanto los salarios, producir es más costoso y entonces hay que subir más los precios de los productos.
“La situación es tan grave que antes se firmaban contratos de arrendamiento por dos años, ahora no consigues uno superior a seis meses y cada que se acaba el contrato te suben el arriendo a voluntad del propietario, si lo quiere subir 50% puede hacerlo, si quiere subirlo 100% también”, asegura Emanuel.
Por eso la situación de quienes viven en arriendo es más difícil, porque el precio es absolutamente variable, quienes viven en casa propia tienen al menos la certeza de un techo seguro. El problema es que como las tasas de interés están tan altas, se han hecho impagables, así que en Argentina no hay créditos hipotecarios: “La única forma de comprar casa es obteniendo una herencia”. Entonces, las familias se están extendiendo y se ha hecho moda vivir con los suegros o con los padres.
¿Cómo llegaron a este punto?
“En los últimos 75 años no hemos tenido sino 5 años de estabilidad económica”, dice Nicolás Liendo, analista político argentino. Lo usual ha sido que persistan los déficit gemelos de los que hablan los economistas: es decir que el gobierno gaste más de lo que recibe (déficit fiscal) y que se importe más de lo que se exporta (déficit externo).
Como las finanzas del gobierno funcionan igual que las de un hogar, si el gasto supera los ingresos se tiene que recurrir a las reservas, es decir al ahorro, pero cuando estas se acaban se acude a la deuda, si ya no se consigue más hay que aumentar el dinero disponible y como el gobierno tiene una máquina para hacer billetes emite más.
Rodrigo Adrián Martín, director del Observatorio Socioeconómico de la Universidad Católica de La Plata, explica que por muchos años Argentina ha entregado subsidios a sus ciudadanos de una forma tan descontrolada que los recursos que le entran por vía de los impuestos no le alcanzan, y ya lleva la deuda en 100% del Producto Interno Bruto.
Liendo asegura que las calificadoras tienen a Argentina como un país de altísimo riesgo, aún así el gobierno ha logrado patear la deuda para más adelante y aplazar el problema mientras paga más intereses sin tener que amortizar al capital.
Así que, ya sin reservas y con la deuda al cuello lo que ha hecho es emitir más billetes. Un cóctel perfecto para la hiperinflación: mientras más billetes hay menos valen, dice la economía de coquito.
Además, el ejecutivo ha mantenido a empresas públicas ineficientes e improductivas, que en lugar de generarle recursos le obliga a pagar nóminas y mantenimientos muy onerosos.
La dependencia del dólar
Otra de las cosas que le sorprendía a Lucía cuando llegó a Colombia era que las personas no se preocuparan por el dólar, y que aquí el precio de la divisa subiera y bajara.
Desde la década del 80 los argentinos encontraron refugio en el dólar, siendo una moneda fuerte que no estaba sometida a las depreciaciones que sí experimentaba el peso. Entonces, aún después del corralito en el que miles de familias perdieron todos sus ahorros en dólares, cualquier excedente de liquidez se convierte en dólares y se meten debajo del colchón, pues la banca no es un lugar seguro.
Para evitar la devaluación del peso, ya que los dólares son tan escasos, el Gobierno ha limitado el acceso a ellos. Los argentinos no pueden comprar más de 200 dólares cada mes y si reciben subsidios tienen prohibido la compra de divisas, entonces la mayoría acude al dólar blue, que es el del mercado negro y cuesta casi el doble del dólar oficial.
Esto empuja mucho más la devaluación, ya que como los dólares están guardados en las casas de los argentinos se dispara su precio. En ese país el precio del dólar nunca baja y desde 1998 acumula una valorización de 20.013,23%, y con él llega más inflación, y la rueda sigue girando.
No obstante, la economía argentina sigue creciendo, en 2021, luego de la pandemia, se expandió 10% y para el tercer trimestre de 2022 había crecido 6,2% anual, con ese solo dato no parecería una economía en crisis
