A finales de los años noventa, Interbolsa ya tenía su oficina principal en Bogotá y se había convertido en el protagonista número uno del negocio a nivel nacional, aún sin pertenecer a la Bolsa capitalina. El crecimiento de la compañía fue vertiginoso: en un lapso de cinco años pasó de ser una de las últimas firmas de la Bolsa de Medellín a ser una de las primeras a nivel nacional.
Y como Interbolsa solo pertenecía a esta entidad bursátil, el crecimiento de la comisionista benefició también a esta porque la posicionó mucho mejor al momento de unirse con las otras dos Bolsas del país para crear la Bolsa de Valores de Colombia en 2001. Operando desde Bogotá, Interbolsa fortaleció a la Bolsa de Medellín.
Antes del ingreso de Juan Carlos Ortiz a Interbolsa, las SCB (sociedades comisionistas de bolsa) eran pequeñas, sus corredores eran pocos y la participación que se les otorgaba a estos en la producción de comisiones no superaba, en el mejor de los casos, el 20%. Por eso, una de sus primeras actuaciones fue llevar a cabo una agresiva campaña de contratación de corredores a los que les ofreció, por primera vez en la Bolsa, una remuneración del 40% de su producción en comisiones.
Todo el mercado debió acomodarse a este nuevo sistema de pago. Sin embargo, con la caída de Interbolsa, varios años después, las firmas comenzaron a replantear este sistema, que se veía ya como una práctica nociva que, por excesiva en su remuneración, estimulaba a los corredores a asumir mayores riesgos y, en algunos casos, a realizar operaciones por fuera de la ley.
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Independientemente de todo lo cuestionable —y hasta delictivo— en la historia de la compañía, Interbolsa, con Juan Carlos Ortiz a la cabeza, fue el artífice del negocio de posición propia, que marcó una de las épocas de mayor crecimiento del mercado de capitales en Colombia, al punto de que el país ha sido un referente en América Latina por la manera en que el Gobierno ha logrado obtener los enormes montos de deuda pública a través de los TES mediante el mecanismo ágil, trasparente y supremamente líquido de la Bolsa.
Pero la estrategia de crecimiento de Interbolsa, con su socio a la cabeza, no fue el único de los aspectos que potenciaron la firma. Como describí anteriormente, durante la crisis de 1997-1998 el Banco de la República subió las tasas de interés a niveles nunca vistos. Posteriormente, de la mano de la baja en la inflación, las disminuyó paulatinamente en un lapso de varios años, con lo cual asumir posiciones propias en TES se convirtió en un negocio fenomenal, del cual se lucró todo el sistema financiero en su conjunto por cuenta del Gobierno, que emitía estos títulos a tasas altas y que adquiríamos las SCB y demás entidades financieras. Y a medida que bajaban las tasas, de la mano de la baja inflación, dejaban una utilidad significativa.
Así, mientras mayor fuera la exposición, mayor era la utilidad, y en eso Interbolsa, que era la que más operaba, también fue la que más ganó.
A lo anterior se debe sumar que la compañía había logrado convertirse en el primer market maker de TES, lo cual le permitía tener un tratamiento preferencial en las subastas realizadas por el Banco de la República y, por lo tanto, obtener unas utilidades mayores a las que lográbamos las demás firmas comisionistas.
Los market makers de TES son el grupo de los más grandes operadores en estos títulos, que se comprometen con el Banco de la República a adquirir altísimos montos en las subastas que este realiza con base en las necesidades de financiación del Gobierno. Se necesita mucho músculo financiero y comercial para estar en ese grupo selecto de quienes operan las cifras más altas de TES. Interbolsa fue por varios años el líder entre los market makers de TES, superando en varias oportunidades, incluso, a los bancos más grandes del país.
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Los primeros años posteriores a la creación de la Bolsa de Valores de Colombia fueron un período fructífero para la entidad bursátil, que logró negocios y alianzas que le permitieron convertirse en el operador único de todos los mercados de valores y de divisas de Colombia, a diferencia de otros países donde continúan existiendo varias Bolsas (como es el caso de Argentina) y varios operadores en los diferentes mercados. Con la Bolsa de Valores de Colombia (BVC), las SCB comenzaron a operar en forma como intermediarios en el mercado cambiario (IMC), lo cual fue autorizado mediante la Resolución Externa 08 del 5 de mayo del 2000, expedida por la Junta Directiva del Banco de la República.
También fue constante el enfrentamiento entre Rodrigo Jaramillo (fundador de Interbolsa) y el presidente de la entidad, Augusto Acosta, por diferentes motivos, entre ellos, la inscripción de las acciones de la Bolsa en la misma institución. El argumento esgrimido por este último durante varios años acerca de que tenía que prepararse un buen gobierno corporativo para llevar a cabo esta inscripción no convencía a nadie, y se vio más como un punto que quería llevarse.
Al final, no fue el conflicto con Jaramillo el que ocasionó la salida de Acosta como presidente de la Bolsa, sino el enfrentamiento con los demás miembros del Consejo Directivo, en especial con Emilio Echavarría —presidente de Suvalor, que en 2006 cambió su nombre a Valores Bancolombia—, quienes no veían con buenos ojos la forma, un tanto arrogante, como el presidente de la Bolsa decidía cuáles mandatos del órgano superior llevaba a cabo y cuáles no.
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El 2 de noviembre de 2012 —cuando explotó el escándalo de Interbolsa. Al igual que en Proyectar Valores, la compañía vinculada a socios de Interbolsa que había sido intervenida el año anterior—, la intervención de la compañía por parte de la Superintendencia Financiera se dio cuando se presentó el incumplimiento de una operación en la Bolsa de Valores de Colombia, que en este caso fue la imposibilidad de cancelar una transacción al Banco BBVA por $20.000 millones cuando ya había llegado al límite de su iliquidez.
El incumplimiento de una operación es el detonante habitual en la quiebra de una firma comisionista, pues es una de las causales de intervención por parte de la Superfinanciera (aunque casi nunca es la causa original, porque cuando se da la intervención, anteriormente se han venido acumulando una serie de problemas al interior de la empresa, que terminan explotando en el incumplimiento de una o varias operaciones de bolsa).
La quiebra de Interbolsa no fue un hecho fortuito en sí mismo. En su libro Interbolsa: la historia de una élite que se creía demasiado grande para caer, la periodista Gloria Valencia relata con lujo de detalles la forma como creció la firma y la evolución de los múltiples problemas que tuvo en sus últimos años. Las inversiones en Brasil, Estados Unidos y Panamá habían resultado ruinosas, pero la firma se empeñó en mantenerlas, dilapidando varios millones de dólares en el proceso.
Si a lo anterior se suma el pernicioso vínculo con la multimillonaria especulación y manipulación del precio de las acciones de Fabricato, financiada con repos (operación donde se vende un activo a cambio de una suma de dinero, con el pacto de recomprarlo en una fecha posterior) de sus clientes y de otras firmas de bolsa en el mercado, lo que describiré más adelante, es claro que todo tenía que terminar estruendosamente.
Para cerrar el círculo de imprudencias e ilegalidades, dos de sus mayores accionistas, Tomás Jaramillo y Víctor Maldonado, convirtieron la firma en su fuente de recursos para todo tipo de excentricidades y negocios fallidos. Todo esto, al parecer, con la anuencia —o por lo menos, con un silencio cómplice— de Rodrigo Jaramillo, el padre de Tomás.
La gravedad de estas transacciones sin control se hizo más clara luego de la quiebra de la holding, el Grupo Interbolsa, a través de las investigaciones que se fueron realizando y el descubrimiento de una nueva ‘caja de pandora’ que se abrió unos días después de la quiebra: el Fondo Premium —con sede en la isla de Curazao—, que con un marco legal les permitía captar dinero para el fondo, pero que a la larga resultó ser un entramado de operaciones ilegales.
En Interbolsa, los clientes perdieron directamente alrededor de $300.000 millones, que simplemente se esfumaron, sin contar los efectos colaterales de los costos de la liquidación, que fueron muy superiores.
Aunque, con mirada retroactiva, la historia de Interbolsa solo podía haber terminado de la forma en que efectivamente lo hizo, en mi opinión, la crisis final de la firma comenzó cuando esta dejó de ser solo una SCB para convertirse en grupo. Para diciembre de 2007, según cifras de la Superfinanciera, la Sociedad Comisionista Interbolsa tenía un patrimonio de $283.000 millones y pasó a tener $94.000 millones el año siguiente. Al nuevo holding de empresas, que se denominó ‘Grupo Interbolsa’ y cuyas acciones fueron inscritas posteriormente en la Bolsa, pasaron cerca de $200.000 millones de la comisionista.
El Grupo, que no era vigilado por la Superfinanciera, comenzó a hacer una gran cantidad de malos negocios sin que nadie se los cuestionara, pero apalancándose además en el patrimonio con el que contaba, en el brazo comercial de la comisionista —que le proveyó miles de millones de pesos de los clientes— y en el resto del mercado, que les financió también una cifra cuantiosa a través de la Bolsa misma.
A mi modo de ver, sin contar la forma consuetudinaria que tenía de hacerle esguinces a las normas, con lo cual se mantuvo como líder del mercado durante muchos años, lo que buscaba Interbolsa —a parte de convertirse en un gran grupo con peso nacional, incursionando en múltiples negocios diferentes al bursátil y sin la vigilancia de la Superfinanciera— fue también el origen de su ruina, pues buena parte de los negocios que hizo a partir de 2007, cuando se constituyó holding, fracasaron.
En el momento ‘estelar’ del grupo —la emisión de bonos por una cifra de $120.000 millones en febrero de 2010, que se colocaron en abril de ese año con una sobredemanda de más de 4,4 veces dicho valor—, el prospecto de emisión expresaba que el grupo contaba con seis unidades de negocio (la comisionista, la sociedad administradora de inversión (SAI), la sociedad de banca de inversión, el área de negocios internacionales, el fondo de inversión Tribeca y la sociedad de bolsa en Panamá), que contaba con 523 empleados y que para 2009 participaba del 41,1 % de los negocios de la Bolsa, que correspondía a un monto de $313,4 billones.
Pero, a pesar de las cifras anteriores, los problemas ya habían comenzado a consumirla poco a poco, y la emisión de los bonos solo fue la gasolina que les permitió sobrevivir durante dos años y medio más.
Por eso, la quiebra de Interbolsa no fue una quiebra normal. Fue un proceso donde la codicia y la falta de escrúpulos de sus socios principales arrasó con la compañía, sus accionistas, los clientes y lo construido por la Bolsa de Valores de Colombia y las firmas comisionistas de bolsa durante muchos años.