EDP Renewables (EDPR), compañía portuguesa de desarrollo de energía renovable, está desarrollando desde hace 5 años en La Guajira los que se consideran los proyectos eólicos más grandes del país, con 504 megavatios de capacidad, que se han visto gravemente afectados por situaciones imprevisibles que pueden poner en riesgo su construcción.
Esta multinacional que hace parte del top 5 global de energías eólicas y solares con presencia en 28 países, estima que Colombia tiene un gran potencial para aumentar la producción de energía limpia, ya que, si todos los proyectos renovables adjudicatarios de la subasta localizados en La Guajira entraran en operación, la capacidad instalada de energía eólica pasaría del 0,1% al 5,3% de la matriz energética nacional, permitiendo su diversificación y complementariedad.
Según estudios independientes realizados por la consultora Enersinc, sin la construcción de este tipo de proyectos se estima que el usuario evidenciaría un incremento del 12% al 13 % mensual en la tarifa de energía, el equivalente a unos $420.000 anuales adicionales que podría destinar una familia promedio en sus facturas de energía.
El desarrollo sostenible de La Guajira, departamento que observa uno de los Índices de Pobreza Multidimensional más alto del país y objeto de declaración de estado de cosas inconstitucionales por la Corte, depende en gran medida del aprovechamiento del enorme potencial de generación renovable gracias a la calidad y la cantidad de sus recursos naturales que buscan aprovechar los proyectos eólicos como Alpha y Beta.
Según la empresa, la entrada en operación de estos complejos de generación de energía renovable supondría una inversión social de más de $500.000 millones en la región durante la vida útil de estos proyectos, además de contribuir para el bienestar y progreso de las comunidades del área de influencia de los parques.
En diálogo con EL COLOMBIANO, Felipe de Gamboa, gerente de EDPR en Colombia, explicó el avance de los parques eólicos Alpha y Beta, ubicados en Uribia, en La Guajira, que debieron entrar en operación, por tarde, en enero de 2023.
¿En qué están esos desarrollos?
“En el 2019 nos ganamos una subasta y teníamos el compromiso de entrega de energía a partir del primero de enero del 2022. Actualmente tenemos tres licencias ambientales para poder construir estos parques. Las licencias de los parques Alpha y Beta y la licencia de la línea de conexión. Las de los parques eólicos están obtenidas. Pero con la de la línea de conexión tuvimos una demora, porque nos archivaron la licencia y eso nos implicó una demora significativa, casi de 2 años, entonces estamos trabajando en radicar nuevamente el estudio de impacto ambiental para obtenerla. Lo estamos haciendo y la idea es poder tener la licencia, en firme, al final de este año, para poder empezar la construcción”.
¿Qué otras dificultades han tenido que afrontar?
“El problema es que desde que concebimos los parques y hasta el día de hoy la vida ha cambiado mucho, pues vino la pandemia, tuvimos las demoras de la licencia de construcción y otras cosas que estuvieron en contra del proyecto, y eso hizo que las obras, en este momento, tengan seriamente comprometida su viabilidad, porque el dinero que concertamos en la subasta del 2019 ya no es suficiente. Nosotros hicimos además una renegociación con las contrapartes de esos contratos, para que nos dieran un espacio y no tuviéramos que entregar la energía y con eso, más o menos, el 70% del volumen de ventas lo pasamos para el 2027. Eso nos da un espacio importante, y estamos negociando el 30% adicional y creemos que lo podemos lograr. O sea, eso nos da un alivio”.
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¿Es decir, que la fecha de entrada en operación es el 2027?
“Realmente, es difícil hacer los proyectos con el escenario actual de esos PPAS (contratos de compraventa), y con esa remuneración. Entonces, le estamos pidiendo al Gobierno que regule de una manera distinta el cargo por confiabilidad, para que los proyectos de energía renovable puedan tener una mejor remuneración, por la vía del cargo de confiabilidad, dado su complementariedad con la matriz hidráulica. Así que buscamos lograr un consenso en la industria, además de unos cambios regulatorios específicamente de la Comisión de Regulación de Energía y Gas (Creg) para que realmente a las energías renovables se les remunere su complementariedad con la matriz hidráulica”.
¿Los parques eólicos ya están construidos?
“Tenemos las turbinas en Puerto Brisa, en La Guajira, son 90. En un parque eólico la gran mayoría de la inversión son las turbinas y las tenemos ahí desde el 2022, básicamente. Y en el parque Beta ya tenemos construida la subestación y la vía de acceso de 17 kilómetros. En Alpha todavía no hemos empezado y necesitamos la licencia de la línea de conexión para poder ejecutar el proyecto”.
¿Esa línea está a cargo de la empresa?
“Esa es una línea privada de conexión de 82 kilómetros a 500 kilovoltios, y nosotros hicimos un acuerdo con ISA que es quien la construye y la opera”.
¿La inversión que está comprometida en Alpha y Beta es de qué orden?
“Entre US$700 millones y US$800 millones. En lo que llevamos ejecutado se han invertido unos US$500 millones”.
Otros agentes de generación que han estado intentando ubicarse en La Guajira, como Celsia, han decidido llevarse sus proyectos eólicos a Perú, ¿contemplaría EDPR una idea similar?
“Creo que hay que esperar a tener la licencia de la línea de conexión, porque para ese momento uno ya tendría mucha más certeza del futuro, y en ese momento habrá que evaluar, porque sería un momento importantísimo. Por ahora nuestro plan es obtener la licencia para seguir adelante con los trabajos”.
¿Pero está firme la idea de poder arrancar en 2027?
“Entre finales del 2026 y en el primer semestre del 2027, ese es el plan que tenemos en este momento”.
¿Cómo cuidan 90 turbinas, almacenadas en un puerto, y con un clima tan complejo como el de la costa norte colombiana?
“Esas turbinas están hechas para ese tipo de medio, sin embargo, el fabricante tiene todos los días unas rutinas de preservación, entonces ellos entran al puerto y observan todos los componentes”.
¿Además de Alpha y Beta, qué más planes contempla la empresa en Colombia?
“La línea de conexión que estamos licenciando es de 1.200 megavatios de capacidad de potencia. Alpha y Beta suman 500 megavatios. Entonces, nosotros tenemos otros parques que se llaman Elipse y Omega y esos agregarían otros 500 megavatios. O sea que esa línea tendría el potencial para esos dos parques, e incluso para otro complejo de algún otro constructor o desarrollador. Esa línea es muy poderosa”.
¿Pero Elipse y Omega están en el tintero todavía?
“Elipse ya tiene concepto de conexión y tiene 7 de 10 consultas previas protocolizadas. Pero está, digamos, mucho más en desarrollo que en construcción”.
¿Cómo le va a EDP Renewables con las comunidades guajiras?
“Ese es un reto interesante al que hay que trabajarle mucho. Hay varias cosas que hemos aprendido en este proceso. Hay que tener un equipo grande para poder estar en un permanente diálogo y no descuidar a ninguna comunidad. En ese sentido tenemos trabajando un equipo de 30 personas exclusivamente en el relacionamiento con las comunidades, muchos de ellos son de allá mismo porque es importantísimo hablarles y todos los días estar en territorio entendiendo sus dinámicas y sus preocupaciones.
Lo otro es que cuando uno entra a un territorio wayuu tiene que entender que hay unos líderes tradicionales que están certificados por el Ministerio del Interior. Pero, hay unos líderes ancestrales que hay que entenderlos, porque tienen poder y tienen influencia en el territorio. Esos líderes ancestrales no se ven en ningún certificado de procedencia del Ministerio del Interior, pero en la práctica, en el territorio, uno sí los ve y los reconoce, y las comunidades también los reconocen. En La Guajira hay que comprender ese tema de los ancestrales muy bien, para entender dónde están las relaciones de poder”.
¿Y esos líderes tradicionales y ancestrales cooperan?
“Hemos visto que a través de los líderes ancestrales se pueden manejar muchas veces comunidades en conjunto, uno quisiera que fueran más porque se está interactuando con una persona y eso puede facilitar las cosas. Se vuelve más complejo, porque en ciertos territorios hay dos líderes, el tradicional y el ancestral, pero si en realidad el tradicional reconoce al ancestral, ellos mismos se coordinan. Eso hay que entenderlo, hay que tener mucha paciencia, y tener un diálogo muy activo con las comunidades”.
¿Y la empresa y sus proyectos ya son reconocidos por esas comunidades?
“Hace poco hicimos un ejercicio en donde buena parte de las comunidades del parque Beta hicieron una especie de compromiso en el sentido de que ellos no iban a utilizar vías de hecho, sino que iban a tratar de solucionar los problemas con el diálogo. Eso nos hace sentir muy bien y nos hace pensar que las comunidades realmente quieren estos proyectos y quieren que se construyan, pero es un proceso complicado”.
Así las cosas, ¿hoy cuál es el gran obstáculo de estos proyectos energéticos?
“En este momento es el tema de la licencia y el de la remuneración. Sin línea de conexión no hay proyecto, e insisto en que estamos radicando la solicitud de la licencia, que ojalá salga en los términos de ley, que son 90 días hábiles. Para eso hicimos un estudio de un impacto ambiental muy completo. Me siento muy tranquilo con el trabajo que hizo el equipo y una cosa importante, lo hicimos de la mano de ISA. El estudio de impacto ambiental y las consultas previas adicionales que tuvimos lo estamos haciendo de la mano de ISA, que es el mejor agente y el más capacitado para construir líneas de transmisión en Colombia”.
¿Qué les implicó esa tarea?
“En la licencia que nos archivaron eran 44 comunidades y pasamos a 97, o sea 53 adicionales, de las cuales solo nos falta protocolizar 10. Y el área de influencia que nosotros teníamos mal contadas eran unas 15.000 hectáreas pasamos a 250.000 hectáreas, porque tomamos todas las precauciones para que esta licencia por ningún motivo vaya a tener complicaciones en su trámite”.
¿Cuál es la preocupación frente al aspecto de la remuneración?
“Se debe tener en cuenta que los usuarios pagamos en nuestras facturas el cargo por confiabilidad, que en una gran mayoría se va para las térmicas, que son las que tienen que prenderse como pasó en el pasado fenómeno de El Niño, y ahora hay algo para las plantas solares. Pero, como está el algoritmo de cálculo para las eólicas, se va un monto muy poquito. ¿Qué es lo que queremos? Que dado que los parques eólicos, especialmente los de La Guajira, son complementarios de las plantas hidráulicas, pues hoy podemos aspirar máximo a un 6% o 7%, pero sería clave que la regulación permita que específicamente las energías renovables y en particular la eólica pueda acceder a una tajada más grande del cargo por confiabilidad. Eso no va a afectar la cantidad de plata que paga el usuario final, pero sí va a cambiar la repartición que se hace del cargo por confiabilidad y se le va a dar un poco más a las renovables por su naturaleza complementaria con las plantas hidráulicas”.
¿Y a los generadores hidráulicos, les gusta esa idea?
“Muchos de ellos también tienen generación eólica. Sé que la gran mayoría de los desarrollos de La Guajira son de compañías con generación hidráulica que hoy están igual de preocupados con la viabilidad de sus proyectos en esa parte del país. Solo licenciar un proyecto cuesta mucho dinero en Colombia, entonces creo que estos activos que tienen ahí a la espera pueden hacer que ellos también se unan y digan que esto les conviene”.
¿Cuál habría sido el escenario si para la pasada temporada de sequía Alpha y Beta hubieran estado activos?
“Lo primero es que la costa Atlántica está muy lejos de las centrales de generación y eso hace que para estabilizar la red en esa región se tenga que generar allá, con las plantas térmicas y estas se pagan con las restricciones, que son muy caras. Eso hace que si estos proyectos estuvieran operando, las restricciones se bajan. Porque así la generación estaría cerca del consumo. Con una buena base eólica instalada en La Guajira hubiera habido menos restricciones, y por lo tanto la costa Atlántica habría tenido menos exposición a tarifas altas. La otra cosa es que por su misma complementariedad con las hidráulicas, las plantas eólicas harían que cuando las lluvias estén bajas habría otros agentes con un costo marginal bajo, que serían los parques eólicos y también los solares, haciendo que no se necesite tanta entrada de energía térmica, y se amortiguaría o mitigaría un poco el efecto de tener hidráulicas y térmicas como únicas dos opciones. Entonces, hubiera sido un Niño un poco menos adverso en tarifas. Pese a esos fenómenos desde hace mucho tiempo no nos hemos apagado, pero sí ha habido costos financieros porque acabamos pagando tarifas muy altas. Con las energías eólicas, especialmente las de La Guajira, eso se hubiera mitigado sustancialmente”.
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¿Por qué se debe mimar tanto a La Guajira?
“La transición energética en Colombia pasa por La Guajira. Independientemente de las dificultades que hay en la región, existe una cantidad de cosas que debemos hacer para que la zona tenga más prosperidad, y parte de eso lo estamos haciendo y lo podremos hacer mucho cuando los parques estén construidos. Tener esa energía para que todo el país disfrute de la electricidad que, precisamente, sus picos más interesantes son a las siete de la noche, la famosa hora de la televisión, que es cuando más viento hace y cuando más energía eólica se podría entregar”.