Tras seis meses como gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, no han sido pocos los desafíos que ha tenido que sortear Germán Bahamón: estalló el escándalo de Almacafé por un lote mezclado con café importado, los productores han hecho llamados de urgencia porque están sumergidos en una crisis, el gremio comenzó un periodo de austeridad, el país se prepara para sembrar robusta y el Pacto Verde Europeo le mete presión a las exportaciones.
Sin embargo, el líder de Fedecafé se muestra optimista, pues resaltó las recientes cifras de producción de café colombiano, la cual alcanzó en octubre los 1,2 millones sacos de 60 kilogramos, un 30% más que los 888.000 producidos en el mismo mes del año anterior.
“Recibí una foto que me muestra las bodegas de la Sociedad Portuaria de Buenaventura con niveles de café que no se veían desde 2019”, dijo.
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Para Bahamón, el sector en este momento debe enfocarse en cuatro asuntos: impulsar el consumo interno, priorizar la calidad del grano colombiano, desarrollar nuevos mercados y generar riqueza para todos los actores de la cadena.
Usted anunció hace unos meses un plan de austeridad para la Federación, ¿cómo avanza?
“Lo que hemos venido haciendo en estos primeros seis meses, que cumplí la semana pasada, es una transformación de la Federación. Y cuando digo esto es porque ha sido el primero y el más agresivo de los planes de austeridad que la Federación ha presentado en 96 años: queremos reducir el 20% de los gastos operativos de todas las empresas del sector central del gremio, y eso sugiere que vamos a buscar eficiencias y eficacia en los procesos.
Ya tenemos un plan que vamos a proponer al Congreso Cafetero, en donde tenemos el presupuesto del año 2024, considerando esa reducción. Además, hice unas modificaciones sustantivas en el organigrama del gremio: solo en la reducción de cargos directivos nos estamos ahorrando $4.000 millones al año. Todo esto quiere decir que estamos trabajando en beneficio de que tengamos una Federación Nacional de Cafeteros austera y mucho más cercana a las regiones, y que tenga un foco primordial, que es la generación de demanda en el exterior”.
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Este año un escándalo ensombreció a Almacafé, y fue el lote mezclado con café importado. ¿Cómo avanza esa investigación?
“Si bien es cierto que hubo un escándalo mediático, lo importante es que nuestros procesos identificaron internamente que había un café que tenía una presencia de canéfora (café robusta), algo que nosotros no nos permitimos. Pero, no olvidemos que este tipo de café es legal en Colombia, lo que pasa es que la Federación, en sus procesos productivos de Buen Café, en la fábrica de Chinchiná, no usa canéfora, lo que sí hace la otra industria. Y lo hacemos porque queremos ser 100% café colombiano, porque nos debemos a esto.
Entonces, los procesos funcionaron y lo que estamos haciendo es tomar correctivos para asegurar la transparencia en todos los procesos productivos. Yo hice cambios importantes en Almacafé: eliminé el cargo del subgerente general y puse en un proceso de selección a la firma cazatalentos Heidrick & Struggles para la identificación de un nuevo talento que viniera a gerenciar. Hoy tenemos a Iván Galindo, exejecutivo de Amazon, que viene a liderar a la empresa que debe ser el orgullo de la Federación”.
Usted no se ve muy convencido de sembrar, y llegar a comercializar, café tipo robusta en el país, ¿por qué, si dicen que el objetivo es mermar las importaciones?
“Para hacer las cosas bien hay que seguir los lineamientos técnicos y científicos, y no solo los deseos comerciales. Hay veces que caemos en esa tentación y podemos hacer cosas que no beneficien a las familias caficultoras colombianas. No olvidemos que el país tiene una caficultura popular, de pequeños caficultores que no tienen más de 1,5 hectáreas en promedio. Por esto, si les recomendamos una variedad con la que no tengamos certeza de que les va a traer progreso a sus familias, podemos estar cometiendo una irresponsabilidad catastrófica.
Colombia tiene una reputación mundial por la calidad excepcional de su producto. Sin embargo, es lamentable que nuestro propio país no figure entre los principales consumidores de café colombiano. La presión de las importaciones es porque el producto que conseguimos en la tienda es barato, pero si los consumidores colombianos valoráramos nuestra tasa, no habría esa presión de las importaciones. Lo que queremos es que podamos transformar esos dos millones de sacos de importación en un café que, si bien es cierto, no va a ser el excelso que exportamos, sí tenga atributos de calidad”.