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Empezar en un documental y terminar cuidando la Tierra

En el documental Una vida en nuestro planeta se explica que al año 2100 aumentará la temperatura 4° C y que está en riesgo si no se hace algo ya. Una revisión a qué está pasando.

  • Plano cenital de campos de cultivo. El documental Una vida en nuestro planeta plantea que se debe reducir el manejo de la tierra con fines agrícolas y dejar espacio libre para el retorno del mundo silvestre. “La forma más rápida y efectiva de hacerlo es cambiar nuestra dieta...”, FOTO cortesía netflix
    Plano cenital de campos de cultivo. El documental Una vida en nuestro planeta plantea que se debe reducir el manejo de la tierra con fines agrícolas y dejar espacio libre para el retorno del mundo silvestre. “La forma más rápida y efectiva de hacerlo es cambiar nuestra dieta...”, FOTO cortesía netflix
Empezar en un documental y terminar cuidando la Tierra
11 de diciembre de 2020
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El accidente nuclear que ocurrió el 26 de abril de 1986 obligó a la población de Chernóbil, norte de Ucrania, a evacuar en menos de 48 horas: eran unos 50.000 habitantes. Se convirtió en uno de los mayores desastres atómicos provocados por el hombre. “La explosión se dio por mala planificación y error humano. Desaciertos. Desencadenó una catástrofe medioambiental que tuvo un impacto en toda Europa”, dice David Attenborough en el documental Una vida en nuestro planeta (2020), lanzado por Netflix.

34 años después, la catástrofe es un acontecimiento individual que dejó inhabitable una ciudad. Es un problema menor, dice el presentador, en comparación con la verdadera tragedia actual, imperceptible en el día a día y que se está desarrollando en este instante: la pérdida de los lugares salvajes y la biodiversidad del planeta, dice la estrella de la televisión que se convirtió a los 94 años en un influenciador de Instagram (6,2 millones de seguidores en 2 meses y medio), como producto del estreno del documental.

En casi 70 años de carrera, el legendario divulgador científico, naturalista y activista ambiental ha documentado la vida salvaje en los confines del mundo en busca de biodiversidad e historia natural. Su trabajo se ve en Una vida en nuestro planeta, un documental que cuenta el retroceso en biodiversidad del más reciente siglo (ver infografía) debido a la intervención humana.

La producción muestra además el posible escenario que le esperaría a la Tierra y sus especies si el hombre no cambia el curso de sus acciones. Finalmente, plantea soluciones para el cambio.

Bajo el rastro de este trabajo, con la ayuda de un microbiólogo, un biólogo molecular y una ecóloga, le explicamos de qué se trata el momento por el que pasa la especie.

El fenómeno de la vida

En la Tierra ha habido cinco extinciones masivas en los 4.000 millones de años de la historia de la vida. Cada una de ellas ha tenido una “fuerza de extinción” distinta, como el meteorito que se cree que cayó en la península de Yucatán y que causó la desaparición de los dinosaurios hace 66 millones de años; su impacto tapó la atmósfera y generó un cambio climático global que llevó a la extinción masiva de seres vivos, comenta el biólogo molecular Andrés Ruiz Acosta. Fue esta misma catástrofe la que condujo a la desaparición del 75 % de las especies y al fin de la era de los dinosaurios. Sin embargo, la vida siguió y se regeneró a la actual era, dice el documental.

“Durante 65 millones de años, la vida se ha estado reconstruyendo, hasta nuestra era, llamada por los científicos como el Holoceno, uno de los periodos más estables en la historia del planeta. En 10.000 años la temperatura media no ha oscilado en más de un grado centígrado”, señala la producción.

La razón de esta estabilidad es la biodiversidad, que significa “la variedad de toda la vida en la Tierra y que se expresa en genes, especies y ecosistemas”, dice Cristina López Gallego, ecóloga y experta en evolución biológica. En suma, es lo que hace que el mundo funcione, como una red de seres vivos. Un ejemplo: “El fitoplancton marino realiza la mitad de la fijación fotosintética de CO2 global y la mitad de la producción de oxígeno a pesar de que representa solo ~1% de la biomasa vegetal global”, explica Juan Felipe Zapata Martínez, microbiólogo con énfasis en Biotecnología.

“La vida es el fenómeno más complejo del universo en estructura, función e interacciones”, comenta Andrés Ruiz Acosta, biólogo molecular especializado en la astrobiología, una ciencia que trata de entender cómo aparece, evoluciona y desaparecerá la vida en la Tierra.

Alude a la “resiliencia”, un término empleado en ecología y los ecosistemas para demostrar la capacidad de renovación de estos ante las perturbaciones, como un incendio forestal o una tala de árboles. Esa misma resiliencia es la que ha hecho que la vida sobreviva a cinco extinciones masivas.

“Un colibrí que se alimenta de una flor, un murciélago que se come un fruto y lleva las semillas a otro lugar o un hongo que conecta bajo tierra a dos árboles y permite que intercambien nutrientes... A esa red de relaciones llamamos resiliencia de los ecosistemas”, explica el biólogo.

Mientras más biodiversidad tengan los ecosistemas, más resilientes son. “Hay conexiones globales, como la arena del Sahara, que fertiliza el Amazonas, o una corriente que nace en la Antártida y alimenta organismos en el Trópico. Pero también hay conexiones locales, como un arrecife de coral, un páramo o una sabana, donde las especies interactúan de manera muy estrecha, comenta Cristina López Gallego, ecóloga y experta en evolución biológica, Ph.D. en Biología de la Conservación de la Universidad de Nueva Orleans.

Con la tala de árboles, la explotación de recursos naturales, el consumo masivo, el ser humano está acabando con esa biodiversidad: “Estamos destruyendo esas redes. Cuando extinguimos especies le estamos quitando componentes a estas, que son muy resilientes”, explica la investigadora.

Acciones para el cambio

La intervención y destrucción de ecosistemas pone al hombre como la próxima fuerza de extinción masiva. Los seres humanos, la especie dominante en el mundo, “infestaron” el planeta, en palabras del divulgador David Attenborough. Al final de esta producción indica que “la ciencia predice que, si yo naciera hoy (2020), sería testigo de lo siguiente”: 2030, como producto de la tala indiscriminada, la selva amazónica se degrada hasta convertirse en una sabana seca, se altera el ciclo global del agua, el Ártico queda sin hielo en verano y aumenta la velocidad del calentamiento global; en 2050 el océano se calienta y se vuelve más ácido, mueren los arrecifes de coral del mundo; a 2080 hay una crisis alimentaria por sobreexplotación de suelos y los insectos polinizadores desaparecen; en 2100, habrá 11.000 millones de habitantes y la temperatura habrá aumentado 4° centígrados, antesala a una sexta extinción masiva provocada por el hombre.

Aún el ser humano está a tiempo de revertir esa situación. Uno de las formas es cuidando la biodiversidad. “Podemos proteger los ecosistemas, comer menos carne, hacer buen uso de las basuras con las 3R (reducir, reutilizar y reciclar) y estudiar la naturaleza, porque normalmente las personas protegen lo que conocen”, comenta el divulgador de Explora, Andrés Ruiz Acosta, en resumen, invita a “abrir los ojos a la naturaleza”.

Pero, ¿por qué proteger la biodiversidad? Por un lado está su valor intrínseco, independiente de si le sirve o no al hombre. Lo segundo, apunta Cristina López Gallego, es porque esta le presta servicios ecosistémicos a los humanos: “Provee alimento, medicinas, materiales de construcción, ayuda a regular el ciclo del agua, el clima, la erosión o las plagas, da polinizadores para los cultivos, entre otros”, comenta la ecóloga, pero enfatiza que no debería ser el único valor, sino que se debería concienciar que la vida es sagrada y no se debe destruir.

Bioética

Hay un plano no tan evidente, pero no menos problemático. Los cambios de comportamiento requieren transformaciones en pequeña escala, como dejar de consumir plástico de un solo uso, o de gran envergadura, como los acuerdos internacionales Aichi o el Convenio de Estocolmo, en los que se menciona que el crecimiento económico de una sociedad no debe estar a expensas de los recursos del planeta.

El asunto de fondo es que muchas personas, entre ellos algunos líderes y gobernantes, no creen que el hombre es el detonante de estos cambios en el medio ambiente, comenta Ruiz Acosta.

Es una conducta que se ha considerado antropocentrista: “Es un centro excluyente que entiende que lo que está por fuera de él, está a su arbitrio, tiene un valor menor y se puede explotar”, dice Paula Mira, Ph.D. en Filosofía de la Universität Mannheim y activista por los derechos de los animales, en un videoforo del Parque Explora que se hizo a finales de noviembre (se puede buscar en YouTube). El documental Una vida en la tierra es un nuevo producto para mostrar con cifras la influencia del hombre sobre el planeta y convencerlo de que hay que cambiar.

Luego de ver esta producción quedan preguntas obligadas: ¿debemos cambiar nuestros hábitos?, ¿estoy contribuyendo para acabar con el planeta? Incluso, en un plano antropocéntrico, como concluye Attenborough, no se trata solo de reconstruir el planeta, también de salvar la especie, porque la vida seguirá. Es solo ver Chernóbil hoy, 34 años después del desastre nuclear, cuando la naturaleza se abre camino sola

1° C
subió la temperatura en 100 años, velocidad nunca vista en 10.000 años.
40%
se redujo el hielo marino del verano ártico en 40 años:
Una vida en nuestro planeta
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