Por las mañanas, muy temprano, cuando solo se escucha el cacareo de las gallinas, ocho mujeres salen de sus casas, atraviesan, si tienen suerte y encuentran alguna canoa, el río y caminan 45 minutos hasta llegar al apiario (si no encuentran cómo cruzarlo o si este ha crecido, deben esperar hasta que se pueda). Una vez allí, cuidan a sus abejas y recolectan, cuando es época de cosecha, la miel que les permite ser independientes y mantener sus hogares en pie. Esto lo hacen hace más de cinco años en la vereda de Asturias, en Cáceres, en la que llamaron Asociación Apícola Agroasturias.
Muy cerca, en el corregimiento Jardín Tamaná del mismo municipio, 11 familias en cabeza de ocho mujeres y tres hombres también se han capacitado durante dos años con apoyo del Ministerio de Agricultura, el Sena y Empresas Públicas de Medellín para desarrollar la apicultura y conformaron la Asociación Marlengo Apicultores, Asomarapi, que les ha permitido tener independencia económica y mejorar su situación social.
Las protagonistas de la historia, sin embargo, son las abejas: aquellas que producen la miel que estas personas venden, las que polinizan hasta 80 % de los cultivos globales y las que permiten que un tercio de los alimentos que consumen los humanos (incluyendo carnes y lácteos) estén disponibles, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO.
Sin ellas no solo no habría ningún tipo de miel, su importancia alcanza niveles vitales. Si desaparecieran, la vida de muchas especies de fauna y flora estaría en riesgo y sería imposible garantizar la seguridad alimentaria de las comunidades de todo el mundo.
Por esto, las abejas tienen su día internacional que se celebra este 20 de mayo. La Organización para las Naciones Unidas declaró este día con el objetivo de crear conciencia sobre estos polinizadores y su contribución al desarrollo sostenible. No solo son fundamentales para la supervivencia de los ecosistemas sino que, además, tienen impacto social y económico que puede ser positivo o negativo.
Positivo para familias como las de Cáceres que encontraron en ellas una forma de subsistencia, pero negativo para aquellas comunidades que han perdido cultivos y suelos fértiles por el mal uso de las abejas o para aquellos que viven en inseguridad alimentaria.
Se trata de una relación proporcional: si las abejas están bien, ecosistemas y personas lo están, pero las cosas no son tan simples. Algunas especies están en peligro de extinguirse con tasas de cien a mil veces más altas, según la ONU. Esto debido principalmente a prácticas agrícolas intensivas, cambios en usos de tierra, plaguicidas e insecticidas, especies invasoras, plagas y cambio climático.
Impacto ambiental
Germán Perilla, profesor de la Universidad George Mason y director y cofundador de Honey Bee Initiative explica que las abejas van de flor en flor llevando de aquí a allá el polen, usando su cuerpo, en la corbícula o canastas en las patas posteriores, o en el abdomen (dependiendo de la especie), y lo depositan en la parte femenina de la flor. Sin darse cuenta, están polinizando, fertilizando, permitiendo la producción de frutas, de flores y de comida.
Agrega Perilla que también el viento sopla el polen, que es el germen masculino, “pero este método no es del todo efectivo porque se desperdicia gran cantidad. La naturaleza, con su sabiduría, creó las plantas angiospermas que atraen a los polinizadores y a partir de ahí evolucionaron las abejas”.
Dice que se cree que solo producen miel, pero que otras especies tienen diferentes funciones más allá de la apicultura.
Fabián Penagos Penagos, criador de abejas, detalla que son tres grandes tipos: la Apis mellífera que es la más conocida y con mayor distribución en el mundo, está ligada a cultivos como el del café y los aguacates donde son usadas para polinizar y aumentar la producción y la calidad de los cultivos. Producen miel, cera, polen, jalea real y propóleos y son altamente eficaces porque su cuerpo, cubierto de pelos, recoge y distribuye fácilmente el polen.
Otro grupo son las usadas en la meliponicultura, una actividad ancestral que consiste en la cría de abejas nativas sin aguijón de la tribu Meliponini, con géneros como Melipona, Tetragonisca angustula o también llamada Angelitas. Estas, aunque son menos productivas que las Apis, también producen miel que resulta tener mayor valor nutricional y medicinal y, por lo tanto, comercial y la meloponicultura puede ser practicada por mujeres y niños desde las casas al no tener riesgo alguno.
El último grupo, continúa Penagos, resulta ser el más numeroso, más de 90 % de las especies, y son las solitarias, que producen miel solo para su consumo pues no forman manadas ni colonias y tienen ciclos similares al de las aves. Este día de las abejas celebra a todas las especies y su papel.
Más allá: impacto social
Perilla dice que las abejas deben ser vistas como una oportunidad de vida, no solo desde el punto de vista biológico sino económico, sobre todo para las comunidades rurales. “No son animales domésticos. Si uno les proporciona una colmena, no hay que alimentarlas o darles agua, ellas solas producen y generan vida. Por eso son importantes para el ámbito rural, especialmente en los países en desarrollo, ya que lo que ellas producen no es perecedero, no requiere refrigeración o electricidad y no requieren ser dueños de tierras”.
Solo necesitan colmenas de 50 por 80 centímetros y se pueden ubicar en cualquier rincón de una finca y si están en buenas condiciones, producen cantidades de miel.
Las ocho mujeres de Asturias inicialmente eran 25 pero muchas fueron desplazadas por la violencia y dejaron la región. Las que quedan, todas madres solteras y cabeza de hogar, dejaron de ser barequeras (que extraen oro de forma artesanal) porque “hemos aprendido, como mujeres, que podemos salir adelante y tener nuestra propia economía, hacer lo que planeamos y tener un ingreso adicional para nuestras familias”, contó Claudia Vélez, líder de la asociación.
Aunque la pandemia y la creciente del río por los recientes inviernos les ha dificultado el trabajo, “seguimos en la lucha a pesar de todo porque nos sentimos empoderadas”. Han llegado a sacar hasta 1.300 kilos de miel en una sola producción y, al año, hasta 4 toneladas. Son pioneras en esta actividad en el municipio y son protectoras del medio ambiente y de las abejas. “Hay mucha gente que les tienen miedo pero no entienden que sin ellas no podemos vivir; que ellas son las que polinizan nuestros cultivos”, dice Vélez.
Blanca Nubia Muñoz Barragán, representante legal de Asomarapi cuenta que las 11 familias de Jardín Tamaná comenzaron con 89 colmenas que les dio la convocatoria El Campo Emprende y que, desde entonces, han aprendido cómo manejar el dinero, hacer apicultura, cuidar las abejas y comercializar lo que obtienen.
“Cuando recibimos a las niñas nos tomó tres meses cuidarlas y por 20 días las alimentamos con torta de harina, azúcar y panela. Luego ellas se habitúan a las colmenas y son independientes y nosotros cada cinco meses podemos sacar miel”.
Dice Muñoz que venden al por mayor un kilo a 8.000 o 9.000 pesos y “al menudeo” venden la libra a 12.000. “Ha habido muchas lluvias y no hemos podido sacar las dos producciones al año. Apenas llevamos una desde septiembre del año pasado porque la miel que las niñas producen es para que ellas mismas sostengan sus colmenas”. Aún así, dice que la apicultura les ha permitido ser independientes y ayudar en el hogar.
Perilla creó en Colombia la iniciativa Honey Bee Impact, un programa que busca la inclusión social y la participación de niños, jóvenes, ancianos, madres y mujeres. “Con las abejas Apis las mujeres debían retirarse de sus casas a vigilarlas y esto creó problemas sociales. Optamos por trabajar con Meliponas que, al no tener aguijón, permiten que se trabaje desde las casas y aunque es menos miel, cada gotero vale hasta 15.000 pesos”.
El programa empodera y educa a comunidades de 12 municipios de Santander y con financiación del Banco Bbva, ya son 219 familias y 4 colegios los involucrados, “y queremos expandirnos a Sucre y crear un producto élite dentro de una empresa social que elimine los intermediarios, que se llevan la mayoría del dinero. Estamos buscando talentos y líderes”. Dice que está priorizando el trabajo con mujeres, ya que estas crean comunidad, y en los colegios, ya que los niños son capaces de cambiar la cultura.
Así, la relación con las abejas es de dar y recibir. Por eso, hay varios grupos y personas encargadas de cuidar y dar visibilidad a estos polinizadores. Julio González, por ejemplo, creó el foro Cada Abeja Cuenta que este año será hoy desde las 10:00 a.m. en el Instagram @cadaabejacuenta. La iniciativa promueve la conservación de las abejas desde 2019.
“Generamos actividades alrededor de su preservación y hemos contado con el apoyo de la Universidad Nacional y del Museo de Historia Natural de Bogotá. Nos enfocamos, en especial, en los niños, que todo lo aprenden y lo replican y que serán la generación que aportará al cambio real”.
En Antioquia, para proteger las 266 especies identificadas en el Valle de Aburrá, sobre todo las solitarias, el Área Metropolitana construyó hoteles de bambú hexagonales con techo acrílico para que descansen y se protejan después de las jornadas de polinización en estos 10 municipios.
El día de las abejas permite recordarlas y tener presente que aún son muchas las amenazas que ponen en riesgo su labor.