¿Qué tanto contaminan los cohetes que son lanzados desde la Tierra y que intentan llegar hasta el espacio? Muchísimo, si se toma a consideración el carbono negro que emiten sus sistemas de propulsión.
A esa conclusión llegaron Christopher Maloney y un grupo de científicos que estudiaron y modelaron la forma en la que el carbono negro emitido por los lanzamientos de cohetes de todo el mundo podrían calentar gradualmente partes de la atmósfera y agotar la capa de ozono.
“El lanzamiento de cohetes y la puesta en marcha de constelaciones de satélites están en plena efervescencia, por lo que es importante empezar a investigar este fenómeno para estudiar los efectos que podrían producirse”, dice Maloney, quien trabaja en el Laboratorio de Ciencias Químicas de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica en Colorado.
El estudio fue publicado el 1 de junio de 2022 en el Journal of Geophysical Research: Atmospheres, y partió de la trayectoria de lanzamientos típicos, ya que tienen motores de cohetes de queroseno, como los que usan los propulsores de la primera etapa de los cohetes Falcon de SpaceX, Electron de Rocket Lab y Soyuz de Rusia, que son los que expulsan partículas pequeñas de aerosoles por sus sistemas de ventilación.
“El componente más peligroso de los gases de escape es el carbono negro u hollín y los cohetes liberan toneladas de esas partículas microscópicas en la estratosfera, especialmente entre 15 y 40 kilómetros sobre el suelo, por encima de donde vuelan los aviones”, explica la revista Wired.
Los aviones por supuesto también expulsan carbono negro, pero no en las cantidades en que lo hacen los cohetes.
Y esto no es todo: cuando los satélites caen, también emiten aerosoles al quemarse en la atmósfera, aerosoles que terminan convertidos en pequeñas partículas, durante aproximadamente cuatro años, que se acumulan en las zonas de mayor tráfico espacial.
Así que para medir el impacto verdadero Maloney y su grupo de trabajo lo que hicieron fue plantear un modelo climático de alta resolución que les ayudara a predecir los efectos que tendrán esos aerosoles en la atmósfera, teniendo en cuenta cómo estos, dependiendo de sus tamaños, podrían calentar o enfriar distintas latitudes, longitudes y altitudes del espacio.
“Descubrieron que en dos décadas, las temperaturas en partes de la estratosfera podrían aumentar hasta 1.5 grados Celsius, o 2.7 grados Fahrenheit, y que la capa de ozono podría adelgazar ligeramente en el hemisferio norte”, anota la revista Wired.
Sin contar con que “más cohetes significan más calentamiento y mayor pérdida de ozono, lo que podría suponer un problema, especialmente porque los seres humanos, la fauna y los cultivos necesitan la capa de ozono para protegerse de la radiación ultravioleta”.
Según sus cálculos, cada año los lanzamientos expulsan 1 gigagramo, que equivale a 1.000 toneladas métricas de carbono negro en la estratosfera, cifra que podría aumentar de forma significativa puesto que el ritmo de lanzamientos a nivel mundial aumenta cada vez más rápido.
Más contaminación
Pero las actividades espaciales no solo contaminan con la emisión de carbono negro, también lo hacen en los lugares de lanzamiento y dejando chatarra en órbita, donde se crean distintos tipos de polución. Sin contar con la contaminación lumínica y radioeléctrica de las constelaciones de satélites, “la huella de carbono de la construcción de nuevos observatorios y la potencia informática necesaria para la investigación espacial”.
“La ciencia como profesión, en general, ha cambiado notablemente en los últimos años. La mayoría de los principales observatorios y la Nasa, están evaluando ahora los impactos de nuestra profesión. Reconocemos que, en el caso de la astronomía, estamos impactando bastante, pero también contribuimos al cambio climático”, argumenta en el GQ US Travis Rector, astrofísico de la Universidad de Alaska y presidente del Comité de Sostenibilidad de la Sociedad Astronómica Americana. “Este estudio muestra que debemos tener en cuenta cuáles son los impactos de los viajes espaciales”.
Por su parte, Darin Toohey, científico atmosférico y experto en política científica de la Universidad de Colorado, en Boulder, señaló que “aunque los efectos de los cohetes en la estratosfera parecen actualmente pequeños comparados con los de los incendios forestales o las nubes en forma de hongo de las explosiones de las bombas atómicas, no son insignificantes. Si sigues aumentando el carbono negro en la atmósfera, acabas llegando a las condiciones del invierno nuclear. Esto no se acerca a eso, pero demuestra que la sensibilidad es muy grande. Los cohetes son como un bisturí para la atmósfera, y las armas nucleares y los impactos de meteoritos son como un mazo”.