En medio del bullicio de la COP16, un espacio inusual ha capturado la atención y, quizás, el corazón de los asistentes: el Cementerio de fauna y flora, una exposición situada en la Zona Verde, cerca de la emblemática Plaza de Caicedo, que busca rendirle homenaje a las especies extintas e invitar a una reflexión que pocos imaginan encontrar en un evento sobre biodiversidad, pues a través de varias estructuras en forma de panal de abejas, los visitantes que la circundan terminan envueltos entre los nombres de animales y plantas que, en silencio, desaparecieron del planeta.
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Carlos Sigua, director creativo de la muestra, explicó el propósito de llevar un proyecto como este a la cumbre mundial de biodiversidad: “Queríamos que la naturaleza hablara por sí misma, así que nos enfocamos en darle una voz a las especies que ya no pueden hablar porque las hemos dejado morir”. Además, contó que la idea surgió de una investigación exhaustiva en la que colaboraron entidades como el Instituto Humboldt y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, con la intención de crear una “acción emocional y perturbadora” que tuviera el poder de recordarle a los visitantes el costo de la inacción frente a la crisis ambiental por la que atraviesa la Tierra.
Y es que al entrar al cementerio, los visitantes además de ver que cada celda del panal custodia a una especie extinta –en tonos amarillos y grisáceos como una muestra simbólica de la vida y la muerte– escuchan un canto ritual interpretado por la cantora colombiana Nidia Góngora que está inspirado en las despedidas tradicionales del Pacífico colombiano, y mezclado con los sonidos del manglar, por lo que en medio de tanta solemnidad los asistentes parecen transformarse, mientras escanean los códigos QR que acompañan a cada especie desaparecida.
Gracias a esos códigos QR y a un programa de realidad aumentada, los animales reviven –en la pantalla de cada dispositivo– por unos breves segundos como un intento por recordarle al mundo cómo eran sus apariencias y sus vidas antes de convertirse en recuerdos. “Ha sido bonito y desgarrador, al mismo tiempo, ver a un niño sostener el teléfono y mirar cómo cobran vida las especies extintas, mientras los padres aprovechan para hablarles sobre la importancia de cuidar el planeta”, contó el creativo sobre el impacto del Cementerio de fauna y flora.
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En ese sentido, Tomás Ochoa, una de las personas que se acerca al tumulto para ver de cerca de qué se trata este cementerio, comentó que la tecnología utilizada representa una manera innovadora de transmitir el mensaje. “Es tan impactante ver cómo los animales se mueven, están vivos dentro de la pantalla, que de verlos se convierte en un momento de introspección y de conciencia sobre la necesidad de proteger lo que nos queda”.
Pero eso no es todo: a medida que avanzan, los visitantes llegan al Jardín de las segundas oportunidades, una sección del cementerio dedicada a la esperanza y a las especies que estuvieron al borde de la extinción, y aun así lograron sobrevivir gracias a esfuerzos de conservación. Allí se encuentran representaciones del tigre siberiano, el bisonte americano y el oso panda gigante. “Esto también es un llamado a la acción. Mostrar la muerte sin esperanza no era nuestra intención, queríamos que las personas entendieran que el cambio es posible si nos unimos para proteger lo que queda de nuestro planeta”, subrayó Sigua.
Ahora, el impacto de la experiencia ha ido más allá de lo simbólico, desencadenado una conversación profunda en torno a los temas que aborda la COP16, como la urgencia de cumplir con las metas de conservación para el año 2030, puesto que si no se logran, la mitad de la biodiversidad mundial estará en riesgo, por lo que, este recordatorio tangible, expresado en un cementerio de especies, es justamente parte de una estrategia que evita edulcorantes: “Queremos hablar sin filtros, sin suavizar la realidad. Queremos que la gente entienda que hay especies que estuvieron al borde de la extinción, pero que gracias a los esfuerzos humanos han tenido una segunda oportunidad, es decir, queremos que cada uno, partiendo de una reflexión colectiva, se convierta en ‘un guardián de la naturaleza’”.
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En fin, el Cementerio de fauna y flora, desarrollado por Inmov y Latir, en la COP16, desafía el silencio en torno a la muerte de la biodiversidad y abre una conversación con los visitantes sobre la necesidad de cuidar la naturaleza.