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Arquitectura verde para devolver la naturaleza a la ciudad

Esta corriente que no es nueva, toma fuerza en un mundo donde cada vez la urbanidad es más hostil.

  • Edificio Verde Avignon. FOTO Jaime Pérez.
    Edificio Verde Avignon. FOTO Jaime Pérez.
  • Edificio La Manigua. FOTO Jaime Pérez.
    Edificio La Manigua. FOTO Jaime Pérez.
  • Edificio La Manigua. FOTO Jaime Pérez.
    Edificio La Manigua. FOTO Jaime Pérez.
12 de junio de 2023
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Quizás el caso más acelerado y desconcertante del desarrollo urbanístico de los últimos años en el Valle de Aburrá sea el caso de Sabaneta, el municipio con menos extensión territorial del país –15 kilómetros cuadrados–, que apenas en una década (2009-2019) aumentó el número de viviendas un 118% y el de habitantes un 89%.

Ese urbanismo desbocado y sobredimensionado tiene consecuencias nefastas en asuntos como la movilidad y el espacio público, pero sobre todo, a nivel ambiental por la contaminación, las islas de calor, las inundaciones y el deterioro físico y mental que implica la ausencia de naturaleza en la cotidianidad. Así, las ciudades se hacen cada vez más hostiles e inhabitables, y la arquitectura sostenible se vuelve un asunto cada vez más urgente. Inevitable.

Por eso cada vez es más común hablar de arquitectura verde, o vegetal, incluso de arquitectura viva, corrientes que proponen formas de construcción que integren la naturaleza en las edificaciones y devuelven el verde a la ciudad, pero no sólo como paisaje sino con toda la funcionalidad que esto implica.

Según Armando Arteaga, profesor de la Universidad Nacional y doctor en urbanismo, esta corriente no es nueva, sino que ha cobrado interés de manera reciente en las áreas urbanas. “Cuando te digo que no es nueva es porque si tú piensas en la arquitectura indígena, es una arquitectura exactamente como la estamos pensando hoy, basada en la naturaleza y utilizando la naturaleza. De manera reciente vemos más ejercicios de arquitectura vegetal, que buscan integrar la naturaleza en los edificios cotidianos de vivienda, comerciales, industriales o culturales. El aparente beneficio es renaturalizar las ciudades y mejorar algunos elementos de la salud, tanto mental como física. Así mismo, intentar como beneficio de la vegetación mayores superficies de absorción de CO2”.

Así, la premisa de renaturalizar las ciudades es reconciliar el verde con el gris, pero el reto es cambiar el paradigma, porque las ideas de progreso que han guiado el desarrollo de las ciudades parecen avanzar en contravía de la naturaleza.

“Para mí hoy en día la arquitectura que no sea verde y sostenible no es buena arquitectura. Estas son unas condiciones ya como intrínsecas porque claro, con esta crisis ambiental vos no podés seguir aumentando la crisis. Desde todas las profesiones se está pensando cómo solucionar estos problemas y los arquitectos tenemos una responsabilidad enorme”, dice Lina Escobar, directora de Arquitectura de la UPB.

La naturaleza como imperativo

Edificio La Manigua. FOTO Jaime Pérez.
Edificio La Manigua. FOTO Jaime Pérez.

El edificio Matorral, ubicado en el barrio el Poblado, fue el primer proyecto de arquitectura verde de la firma ALH, fundada por los hermanos Arango Largacha. “La premisa –dice Santiago, uno de los hermanos– fue hacer un edificio que pareciera que llevara ahí toda la vida, un edificio que casi desapareciera en el entorno. Por eso el nombre, la idea fue hacer un matorral y la logramos”.

Para hacerlo, los hermanos y su socio constructor, Alejandro Molina, desarrollaron un sistema donde los jardines hicieran parte de la estructura misma de la construcción. Como si el concreto fuera la misma tierra y el edificio fuera parte de un bosque. Como si en lugar de construir, sembraran.

“Lo que pretendemos con nuestros edificios es que el volumen arquitectónico pase a un segundo plano y que a través de la vegetación se acoplen de manera muy natural al entorno. O sea, casi que pasen desapercibidos, que no generen más impacto visual a la ciudad, eso es lo que nos interesa”, dice Santiago.

Otro socio fundamental de los hermanos ha sido el ingeniero forestal Luis Gonzalo Moscoso. Su labor es estudiar la naturaleza circundante para saber qué tipo de plantas se pueden incluir en la construcción. “No es lo bonito por lo bonito y ya. La idea siempre es que parezcan jardines naturales entonces usamos vegetación de la zona. Además, cuando construimos un edificio, tratamos de ser lo menos invasivo posible en movimientos de tierra, de intervenir el lote lo mínimo posible, sino más bien acoplarnos a las formas naturales de los lotes y con eso también ayudamos con el mínimo impacto al terreno”, dice Santiago.

Pero no todo lo verde es sostenible, por eso el sentido de esta arquitectura no es la estética sino la funcionalidad. La sostenibilidad entonces, depende de que lo verde que se incluya no resulte en un incremento de los costos ni del mantenimiento de los edificios. Matorral, por ejemplo, tiene un sistema de recolección de lluvia para el riego de los jardines que incluye más de un centenar de especies vegetales, algunas de ellas comestibles.

“La idea es devolverle algo a la ciudad. Acá los desarrolladores son a maximizar las áreas de los lotes, a vender lo que más puedan sin importarles la estética, sin importarles la ciudad, sin importarles nada”, dice Santiago.

La construcción de Matorral le dio a ALH varios reconocimientos, como el Premio Nacional de Arquitectura y Urbanismo 2017, el Premio Lápiz de Acero 2017 y la XXV Bienal Colombiana de Arquitectura y Urbanismo 2016 en la categoría Hábitat y Vivienda colectiva. Desde entonces, la firma de los hermanos ha realizado varios proyectos más de este tipo en la ciudad entre los que se destacan La Manigua y El Universal. Para ellos, el verde es una bandera de salvación.

Natural es sinónimo de bienestar

Edificio La Manigua. FOTO Jaime Pérez.
Edificio La Manigua. FOTO Jaime Pérez.

La pandemia de Covid-19 puso en evidencia la urgencia de reflexionar y tomar acción sobre las problemáticas y desafíos que enfrentan las ciudades. Según el artículo Medellín, pandemia y retos urbanos elaborado por el profesor Armando Arteaga en coautoría con Susana Cadavid y Sara Isabel Rendón, “la calamidad desatada representa un punto de quiebre en el urbanismo y la planeación de las ciudades para adaptarse a una nueva fase pospandemia”. En Colombia, dicen los autores, “más de un tercio de la población colombiana vive en condiciones de déficit habitacional (carencias relacionadas con condiciones óptimas de calidad residencial), es decir, unas 18 millones de personas”.

La gravedad del asunto se revela, por ejemplo, en las consecuencias que esto puede tener en la salud. Varias investigaciones de diferentes universidades alrededor del mundo han demostrado los beneficios de tener la naturaleza constantemente cerca. Un estudio de la Universidad de Aarhus (Dinamarca) determinó que cuando los niños viven rodeados de espacios verdes, las probabilidades de que desarrollen trastornos mentales en su vida adulta disminuyen en un 55%. Otro, publicado en la revista Science, encontró que varios pacientes asignados a habitaciones con ventanas que daban a un escenario natural tuvieron estadías postoperatorias más cortas en el hospital, recibieron menos comentarios negativos en las notas de las enfermeras y tomaron menos analgésicos potentes que otros pacientes alojados en habitaciones similares con ventanas que daban a un edificio de ladrillo.

Iniciativas como las de ALH son necesarias pero todavía insuficientes. Para el profesor Arteaga “este tipo de construcciones ayudan, pero constituyen un aporte individual, escaso, limitado, que no reemplazan en cantidad ni calidad los beneficios de los árboles en la ciudad”.

PARA SABER MÁS

¿Qué es el Shinrin yoku?

Es una práctica japonesa que apuesta por los bosques como una medicina. Esta idea de los “baños forestales”, consiste en pasear por los bosques de una forma meditativa. El término, acuñado inicialmente por técnicos de la Agencia Forestal de Japón, significa literalmente “absorber la atmósfera del bosque” . Estudios llevados a cabo por científicos de ese país han encontrado que estos baños forestales ayudan a disminuir la presión arterial, fortalecen el sistema inmunológico, reducen las hormonas relacionadas al estrés y la incidencia de infartos.

Uno de los pioneros de este tema es el antropólogo y vicedirector del Centro de Medio Ambiente, Salud y Estudios de Campo de Chiba University de Tokio, Yoshifumi Miyazaki.

En una entrevista con la periodista y escritora estadounidense Florence Williams para la publicación Outside Magazine, Miyazaki dijo: “hemos pasado el 99,9% de nuestra evolución en ambientes naturales (...) Nuestras funciones fisiológicas aún están adaptadas a esos entornos y en el día a día podemos alcanzar una sensación de bienestar si sincronizamos nuestros ritmos con los del medio ambiente”.

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