Imagínese ir a la Plaza Minorista y terminar probando el popular tumbacatre, arrechón o cualquiera de las bebidas típicas del Pacífico colombiano. Esta es solo una de las estaciones del tour gastronómico creado por Melissa Ospina, una chef y docente antioqueña, que se ha encargado de llevar a muchos a conocer este lugar lleno de sabores e historias.
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La idea del tour surgió en el momento menos esperado, un día cualquiera que Melissa tenía la necesidad de conseguir un insumo cerca porque daba clases en el IME, en el centro de Medellín, entonces fue a la Plaza Minorista.
“Al llegar y ver como estaba de bonito y organizado yo dije: tengo que traer a mis muchachos a una salida de campo acá, entonces en cada escuela que fui dando clase, como que institucionalicé en mis materias el ir a la plaza porque hay que entender de primera mano la labor del campesino sin tanto intermediario, todos esos procesos, los utensilios y los elementos que allí se ven”, asegura.
Aunque este tour siempre estuvo muy estandarizado, dice, con el tiempo vio mayores necesidades a medida que conocía más personajes y se fue adentrando en la vida de ellos y en su quehacer. Ella lo define como un recorrido lleno de cultura, tradición y mucho amor.
“En ese indagar y cocinar, conocer gente, llegué a los mercados hace mucho tiempo. Generalmente soy clienta asidua de varios mercados, pero digamos la Plaza Minorista capturó mi corazón hace mucho, mi mamá me llevó cuando era pequeña, pero todo era muy diferente”, recuerda.
Hoy en día Melissa no solo hace el tour con sus alumnos, también lleva extranjeros, grupos familiares, empresariales, mejor dicho a todo aquel que quiera disfrutar de esta experiencia a la que toca ir con el estómago vacío porque incluye desayuno ‘trancao’.
Así es el recorrido
El tour empieza por el sector del maíz donde uno realmente ve el valor de la arepa que le llega a la mesa. “Todo esto es un trabajo supremamente artesanal, un trabajo mancomunado, te venden la mazorca entera, el maíz desgranado, te venden las torticas e incluso ellos tienen acá la máquina donde muelen el maíz”.
Para Melissa, quienes están detrás de esta labor son validadores de la tradición de sus regiones porque ellos no han dejado que mueran las prácticas de desgranar con la uña, de raspar con bisturí, de utilizar una zaranda, que es un cajón para limpiar el maíz. Como es el caso de don Ovidio Rodríguez, personaje insignia de este sector en la plaza por su alegría, capacidad para contar historias y es que son muchas luego de 23 años vendiendo maíz en la Minorista.
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“Para mí el objetivo del tour es visibilizar estas personas tan hermosas, decirles cada día que el trabajo que hacen es muy valioso, que lo que ellos hacen no se les puede volver paisaje”, recalca la chef.
La siguiente estación del tour es el Pacífico colombiano donde las bebidas derivadas del viche se roban el protagonismo, al igual que sus particulares nombres: tumbacatres, arrechón, el curao con pipilongo.
“Nosotros preparamos una bebida que es muy nutritiva, muchos la llaman como la recarga, es un jugo hecho de chontaduro con borojó, se mezclan las dos frutas y queda un jugo espeso, también se le agregan potenciadores como mero macho, arrechón, que por su peculiar nombre llaman la atención, pero son productos afrodisíacos”, cuenta Luz Ángela Uribe, vendedora.
Y es que detrás de estas bebidas ancestrales hay toda una historia, según Melissa, son preparaciones que nacieron para calentar los vientres luego de los partos pero luego se volvieron recreativas, se convirtieron en insignia de la cultura afro y son recetas de patrimonio oral.
El recorrido luego nos llevó al Caribe colombiano donde encontramos productos como casabe que se prepara con yuca sobre un budare, que es una especie de plancha de barro. También había algarroba, corozo, guama, níspero costeño. De acuerdo con Melissa, estas son frutas que generalmente ellos tienen acá, pero que les tienen que mandar del territorio porque no se producen en Antioquia.
También hay disponibilidad de un montón de alimentos deliciosos como envueltos hechos con maíz, bollo limpio de maíz, bollo dulce con coco y anís, bollo de plátano, productos envueltos en hoja que son parte de nuestra tradición.
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Luego seguimos por el sector de las plantas y conocimos el quereme, que no es más que una hojita para la buena suerte en el amor, aunque aclara la vendedora que si después no hay química el antídoto se llama aborrecedora. Dice Melissa que acá sí que se ven maestros y maestras que enseñan desde la tradición y “todos estos manojitos o ataditos, que esto no lo hace una máquina esto lo hace nuestra gente linda de la plaza, según las hierbas u hojas que necesites para la salud o para algunos baños también para la suerte”.
Normalmente, Melissa advierte a las personas que van a hacer el tour que reserven unas tres horas para poder disfrutar y conocer la variedad de productos entre verduras, hortalizas y frutas como la granada, el mangostino, la pitaya, que es una de mayor exportación, el melocotón criollo que no es común, zapote costeño, chirimoya, entre otras.
Para muchos es una oportunidad de descubrir sabores, ese fue el caso de Carolina Rodríguez, estudiante de Gastronomía de la Universidad Católica Luis Amigó. “Probé el cacao que nunca lo había probado, otro que se llama mangostino, delicioso. Las frutas colombianas naturales sin añadidos no tienen nada que envidiarle a otra cosa”.
Para ella este recorrido “es algo que no solo nos hace sentir orgullosos de ser colombianos por la variedad de cosas que hay, sino también de apreciar nuestra cultura”.
No pueden faltar los frisoles en todas sus presentaciones: cargamanto rojo, cargamanto blanco, palicero, bola roja, entre muchos más, así como su variedad de recetas que con coles, con sidra, con yuca, con pezuña. También hay panela de más de 11 municipios, entera, molida, saborizada, como la quiera llevar.
Para hacer recetas de otros departamentos se ve la arveja amarilla que se usa en la lechona original, la tolimense. En la planta baja se encuentran otras delicias como quesos, carnes, muchas más frutas y variedad de pescados como pescado seco para hacer torticas, también mariscos, langostas, mejillones, calamar, pulpo y caracoles.
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El tour finaliza en la dulcería tradicional porque los colombianos somos muy mecateros, recalca la chef, y acá hay dulces de toda Colombia: obleas, blanqueado, gelatina de pata, brevas con arequipe, colaciones manzanitas de coco, la velita, los cigarrillos de azúcar, el minisigüí y muchos otros que solo se encuentran en espacios como este o en terminales de transporte.
“Es tan lindo cuando la gente dice que sale feliz, que nunca se hubiese imaginado un recorrido en esta plaza, pero que va a volver, que va a recomendar a los amigos, que quiere seguir viniendo, que quiere traer a sus familiares y cuando uno ve en redes que le cuentan a todo el mundo y montan esas fotos llenos de colores. No soy la única persona que hace estos recorridos, porque la plaza es de todos, pero el mío está enfocado en la cultura y en hacer un recorrido por ese país tan bonito que tenemos”, exclama Melissa.
40 años de la Plaza Minorista
Aunque su historia se remonta a tiempo antes del lugar donde hoy se encuentra, la Plaza Minorista José María Villa cumple 40 años y lo piensa celebrar en el mes de agosto con un festival para chuparse los dedos.
Para Jhon Jairo Arredondo, coordinador de mercadeo de la Plaza Minorista, cuando uno llega a una ciudad o a un pueblo debe visitar las plazas de mercado porque es donde está la historia y buena gastronomía. Aspira a que la Secretaría de Turismo incluya a la Plaza Minorista como un lugar donde se pueden mostrar muchas cosas, frutas exóticas, productos frescos, que están llegando directamente del campo.
“Las personas de la plaza nos reciben con todo el amor y con esa paciencia y así estén vendiendo nos ofrecen la mejor sonrisa y la mejor información. Ellos son felices de que la gente venga porque realmente es una cadena de valores, la gente no solo viene a comprar un producto, hay muchas historias porque ellos están acá de tradición porque sus padres también estuvieron en la plaza”, expresa Melissa.
Ese cariño de la gente de la plaza se convierte en su mayor recompensa tras la dedicación buena parte de su vida a divulgar el trabajo invaluable que hace cada persona en la Minorista.