La existencia de Melany siempre ha sido una carrera incierta contra el tiempo. Aunque no se cumplió la profecía de los médicos de que nacería ciega, le hicieron la primera cirugía cuando tenía 4 meses y perdió el ojo izquierdo. Era inevitable ante un diagnóstico de cáncer que la obligó a vivir una infancia sometida a quimioterapias y tratamientos para salvar el ojo derecho. Catorce años después sigue aquí con dos sueños en mente: tener una fiesta de 15 inolvidable y conocer el mar.
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Tenía 4 años cuando los médicos le dieron poco tiempo de vida. “Disfrútela 15 días más”, recuerda su madre Johana que le dijeron. Ella no supo si llorar de indignación o de tristeza. Habían sido meses difíciles en exceso, marcados por el llanto de una niña que sufría el rigor de los tratamientos y por las lágrimas de una madre que veía a su primogénita quedarse sin cejas y pestañas, en una sala de hospital en lugar de un patio de juegos. Aun así, esa profecía tampoco se cumplió y un año después Melany estaba empezando el preescolar.
Vivían, aún hoy, en medio de carencias económicas, pero también de inyecciones, medicamentos, radiaciones y faltas al colegio. Madre e hija recuerdan que fue duro cuando llegaron las preguntas inocentes y las respuestas dolorosas sobre por qué los otros niños eran diferentes, por qué su ojo izquierdo lucía apagado y el de ellos no o por qué debía sentarse tan cerca del tablero.
El drama causado por el cáncer, las cirugías y las quimios constantes se hizo peor cuando comenzaron los comentarios crueles de los compañeros del salón. Ha cambiado cuatro veces de colegio de cuenta del bullying y los malos tratos que aún hoy, cuando va para el grado noveno, debe soportar: “Yo siempre he sido muy callada, tengo algunas compañeras con las que la llevo bien, pero con ninguna me suelto como amiga”.
Los años de existencia que ha sumado Melany han llegado con la consecuencia inevitable de sentirse rechazada. El año pasado, la acumulación de tristezas casi la lleva a quitarse la vida que ha logrado conservar hasta ahora contra todo pronóstico.
Entonces, inició otro tratamiento con más medicamentos, para controlar cuadros de depresión y ansiedad, por el matoneo y porque no puede sacarse de la cabeza la alerta de los médicos de que podría perder el otro ojo. Ha bajado tanto su visión que en este regreso a clases deberá usar una lupa para ver bien las letras, lo que la tiene angustiada por cómo se lo tomarán sus compañeros.
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Sueños de fiesta y mar
Pero la Melany de ahora tiene otro pensamiento recurrente, la ilusión de celebrar los 15 años que cumple el 31 de enero. Espera una fiesta jamás vivida, una de vestido esponjado bajo la cintura, comida deliciosa, mariachis y brindis. “Ella siempre habla de esa fiesta. Yo le dije que no le podía hacer una fiesta así ni el papá tampoco, pero que de alguna forma celebrábamos, con una tortica o así fuera yendo a comer salchipapas y helado, pero Claudia me dijo que Melany iba a tener su fiesta soñada”, cuenta Johana.
Esa mujer es Claudia Urrego y sabe muy bien lo que es sobrevivir al cáncer. Recibió hace casi nueve años a Melany en Fundayama, la fundación que creó tras vivir en carne propia la enfermedad y que tiene el propósito de acompañar a pacientes diagnosticados y a sus familias. Allí la joven ha tenido orientación psicológica, clases de artes y ha podido compartir con otras personas con situaciones similares.
Ahora, Claudia avanza en otra carrera contra el tiempo para que el próximo 27 de enero, cuatro días antes del cumpleaños, se haga la celebración de ensueño, pero todavía no tienen todo lo que necesitan.
En su búsqueda por el Centro de la ciudad, Claudia logró que la tienda el Imperio de las Princesas le donara el vestido, uno que Melany pudo escoger entre varios, temblorosa de emoción porque fue una sorpresa. El almacén se encargará además del registro fotográfico, la fundación le donó los zapatos, unos mariachis aportarán la serenata y una benefactora asumirá los costos del peinado y el maquillaje de madre e hija. “Todo va a ser muy lindo, de ensueño para ella. Y creo que la mamá también tiene que brillar, por eso, queremos que tenga su vestido elegante”, expresa Claudia.
Lo más importante es encontrar un salón de eventos que les brinde una tarifa especial, de modo que Melany pueda tener una celebración por lo alto, con DJ, comida y bebidas, mesa de dulces, decoración, luces y torta.
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Por eso, buscan donaciones en la cuenta de ahorros Bancolombia 61733310501, a nombre de la fundación, así como personas o empresas que quieran sumarse con un recordatorio, la impresión del álbum de fotos o la realización del video. Quien quiera sumar puede llamar al 3128431540.
“Desde pequeña he soñado con mi fiesta de 15. Así no fuera nada tan caro, pero apenas con el vestido me soñaba”, cuenta la joven que está tejiendo detalles para regalarles a los invitados: otros pacientes de la fundación, unos cuantos compañeros del colegio y los médicos que han estado en el proceso de su enfermedad.
Melany anhela llegar con su vestido morado y lucir unos crespos en su largo pelo, el mismo con el que hasta el año pasado se cubría la cara porque temía que la miraran, el mismo que va a donar por tercera vez para que hagan pelucas para otras pacientes con cáncer.
“A mí también se me caen las pestañas y las cejas, uno se siente mal, me imagino que las personas que apenas están comenzando y se les cae el cabello les debe dar muy duro”, dice con tono de voz bajo, el mismo con el que cuenta que otro de sus grandes sueños es conocer el mar. Nunca ha visitado ningún lugar diferente a Medellín, en medio de la rutina entre hospitales, el colegio y la casa. Quiere correr descalza en la arena y tumbarse en el agua con su mamá, jugar como nunca ante la inmensidad del agua.
Así podría pintar el esplendor de una playa, porque le gusta pintar y dibujar, así como hacer manillas que a veces vende para ayudarle a Johana con los gastos de la casa, lo que las ha llevado a desear montar ambas un emprendimiento de materas pintadas, manillas y collares que les permita estar juntas y trabajar desde el hogar, para que Johana no deba ir a trabajar más a casas de familia y puedan compartir todo el tiempo posible.
Lo que más le gusta dibujar a Melany son las mariposas. Se identifica con su existencia efímera y piensa que la gente a veces las pisotea y desprecia su vuelo y su belleza. Tal vez esa belleza es la que Melany se niega a ver en ella misma cuando se mira al espejo y piensa que es “fea”. Tal vez no logre ver lo que otros sí: un espíritu valiente que tiene aún la capacidad de soñar en medio de la adversidad.
Tanto coraje tiene que comparte el sueño de la fiesta y el mar con la incertidumbre por su futuro: si el cáncer hoy controlado vuelve a aparecer, los médicos han dicho que es probable que las quimioterapias no hagan efecto por tantos años sometida a ellas. “Dios quiera que no pase”, dice la madre. “Hay que seguir adelante, a pesar de que el mundo se venga abajo”, concluye la hija.