Mientras el padre sacaba la imagen que inmortalizaría su orgullo, una vez más, algún curioso lo fotografió de lejos. Ligeramente inclinado, Jesús Antonio sostenía el celular con ambas manos, firme, concentrado. A su espalda, un paso atrás, María Clemencia acompañó su alegría, la sintió igual. Al frente, posando, estaba el motivo de la devoción por esa foto: su hijo Jimmy Pejendino Urbano lucía la toga con la que recibió el título de especialista en Estadística de la Universidad Nacional sede Medellín.
La imagen, que muchos compartieron hace unos días en redes sociales se llenó de corazones aún cuando casi nadie sabía que los orgullosos padres viajaron más de 700 kilómetros, desde el Valle de Sibundoy, en Putumayo, para ver a su hijo recibir otro diploma, que ya anunciaron no será el último.
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Jimmy tiene raíces en el pueblo inga por el lado del padre y en el de los Pastos por el de la mamá. Creció en tierras ancestrales, de lugares sagrados y tradiciones arraigadas. Y aunque el sueño de los progenitores siempre fue que se convirtiera en un académico, la rebeldía juvenil lo alejó por un tiempo del estudio.
Después de graduarse del colegio estuvo dos años en labores del campo, quería trabajar y se dedicó al ganado y al transporte de carga. Durante el paso por la escuela se caracterizó por ser una lumbrera en matemáticas, como lo sustentan las anécdotas de cuando aún sin prestarle toda la atención al profesor era capaz de dejarlo boquiabierto cuando lo sacaba al tablero a explicar la lección.
Se deleitaba con la complejidad de operaciones numéricas y llevaba en la sangre el conocimiento geométrico que vio, desde niño, como los ingas plasmaban en sus artesanías. “Ellos expresan, por ejemplo, el dominio del rombo plasmando diferentes figuras, que se plasma en el tejido, ya sea en la lana o en las chaquiras. Para esto debemos también llevar una serie de cuentas; o sea, cuántas cosas debo de usar”, dice ahora cargado de pergaminos.
Porque el legado de sus ancestros y los pueblos que han persistido por décadas para darle vida a él sigue presente en cada momento de su vida. Cree que el contacto con el campo desde que era un niño le permitió acercarse a las matemáticas, “contando las vaquitas”, por ejemplo.
Su llegada a Medellín
Cumplidos los dos años de trabajo en el campo, Jimmy retomó la idea de seguir estudiando. Matemáticas, porque era la materia en la que mejor desempeño tuvo en la escuela, aunque sus padres llegaron a creer que sería mecánico. Al fin y al cabo, lo importante era que fuera un académico y por eso lo apoyaron.
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El joven viajó a Medellín hace ya una década y media persiguiendo el sueño. No fue fácil adaptarse a una ciudad donde la economía era tan diferente a la subsistencia rural. Pero en la Universidad de Antioquia, donde hizo el pregrado en Matemáticas, encontró apoyo en los programas de bienestar de la institución.
Así, a la par de una dedicación que hoy resaltan quienes lo conocieron, logró el primer grado de educación superior en la Alma Mater. Fue el inicio del sueño que materializó, pero que todavía no ha cumplido del todo. También en la U. de A. se volvió magíster y doctor en Matemáticas. Ahora, tras titularse como especialista en Estadística en la Universidad Nacional sede Medellín, quiere hacer un posdoctorado en Análisis Complejo.
“La universidad pública me ha dado la oportunidad de crecer, de retarme a mí mismo, de surgir en medio de situaciones difíciles”, expresa el también profesor de la Universidad de Antioquia, donde se ha ganado el cariño de los estudiantes, muchos de los cuales no dudaron en felicitarlo cuando se hizo viral luego de que su padre le tomara aquella foto.
Una de las fotos más importantes que ha tomado Jesús Antonio, de pasado como fotógrafo en fiestas del pueblo cuando las cámaras aún no eran un artefacto que todo el mundo carga en el bolsillo y oficio que comparte con otros que ha tenido, como montallantas o conductor. De María Clemencia, quien tiene conocimientos en producción de leche, Jimmy mantiene el amor por el campo y los animales.
Jimmy visita a sus padres, en el sur del país, cada vez que puede y tiene la certeza de que sus conocimientos son un puente para mostrarles a los otros la riqueza ancestral que carga con él a donde quiera que vaya. No es gratuito que cuente con orgullo y convicción que aprendió a contar enumerando animalitos en el campo.
