Daniel Quintero pasará a la historia no solo por haber sido el primero que renunció al cargo más importante de Medellín, sino por haber sido también el alcalde más impopular desde que los mandatarios locales son elegidos por votación.
Al inicio de su mandato, al que llegó en enero de 2020 con la fachada de un político independiente, la ciudadanía tenía una percepción positiva de él, de acuerdo con los sondeos de opinión.
Después de todo, obtuvo la más alta votación registrada en la historia de la capital antioqueña, con 303.137 votos. La suya parecía ser una imagen fresca y prometedora, de un joven de 39 años, nacido de un barrio humilde, que había derrotado a la clase política tradicional, o al menos eso repetían sus áulicos con una fe ciega.
Pero según los resultados de la más reciente encuesta de Invamer (agosto de 2023), el 65% de los medellinenses desaprueba su gestión y apenas un 28% la avala. Semejante índice de desaprobación ni siquiera lo tuvieron los alcaldes que padecieron el terrorismo del cartel de Medellín, las guerras entre las milicias guerrilleras y las facciones paramilitares, o las peores tragedias naturales.
¿Cómo fue que se produjo esta caída en la popularidad de Daniel Quintero?
De acuerdo con los registros de la firma encuestadora, comenzó su primer mes de alcaldía con un 55% de aprobación y tuvo el máximo pico en abril y junio de 2020, con un 84%. Sucedió durante las primeras semanas de la pandemia de covid-19, cuando el Gobierno Nacional decretó las cuarentenas.
A partir de allí empezó un descenso sostenido en la aprobación de su mandato, a la par del aumento de su desaprobación.
Múltiples fueron las causas: sus enfrentamientos con el GEA, el grupo empresarial que más empleo genera en la metrópoli; sus logros inflados en redes sociales, como decir que fue “el salvador” de Hidroituango; el visible deterioro de la infraestructura, como las vías, colegios públicos y escenarios deportivos; las frecuentes denuncias por supuestas irregularidades en la contratación, entre otras.
A esto se sumó un estilo chocante de gobernar, casando peleas en varios escenarios y provocando a sus rivales con trinos y discursos plagados de imprecisiones, que los medios de comunicación, las empresas y la academia han salido a desmentir, como que “en Hidroituango se robaron la plata ahorrando en materiales”.
La imagen de político alternativo se fue destiñendo con el tiempo, cuando los ciudadanos constataron que su forma de gerenciar la Administración Pública era igual de politiquera y cuestionada que las de aquellos que tanto criticaba en sus discursos.
De acuerdo con las investigaciones que cursan en la Procuraduría y la Fiscalía, al parecer se aprovechó de su cargo para favorecer con contratos a sus amigos y a los financiadores de su campaña, incluso cuando éstos carecían de la experiencia y los requisitos necesarios para ejercer dichas funciones.
A esa cadena de autogoles, le agregó decisiones que ponían en duda si realmente estaba comprometido con la ciudad o si le importaba más su plataforma política, como haberles ordenado a varios de sus secretarios de despacho que renunciaran para apoyar la campaña presidencial de Gustavo Petro con actos de proselitismo. Así lo hicieron Esteban Restrepo (secretario de Gobierno), Juan Carlos Upegui (No Violencia), Juan Pablo Ramírez (Inclusión Social) y Juliana Colorado (Medio Ambiente), entre otros.
El hecho que terminó confirmando esta percepción fue la renuncia a la Alcaldía del propio Quintero, este 30 de septiembre y por las redes sociales, para sumarse a la contienda de las elecciones regionales.
En la última encuesta de Invamer, el 73% de los encuestados consideró que las cosas en la ciudad van empeorando, y solo en 21% opinó que había mejoría.
Esto podría afectar sus aspiraciones políticas y las del candidato de su partido Independientes a la Alcaldía, Juan Carlos Upegui, pues la mala imagen que arrastra Quintero podría castigarlo en las urnas el próximo 29 de octubre.