Medellín

Jorge Iván, el titiritero del Evangelio en Semana Santa

Con sus obras de títeres, Jorge Iván ha recorrido lugares como iglesias, hospitales y colegios por todo el mundo.

Jorge Iván Echavarría lleva 30 años contando cuentos sobre la palabra de Dios. Con los títeres
está de lleno desde la pandemia, cuando empezó a mandarles mensajes de ánimo a los niños enfermos. FOTO JULIO HERRERA

30 de marzo de 2024

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Aunque estudió diseño gráfico, Jorge Iván Echavarría lleva 30 años contando cuentos. Pero no cualquier tipo de cuentos, sino fábulas y adaptaciones de cuentos clásicos que emulan fragmentos de la palabra de Dios.

Uno de sus cuentos más pedidos, por ejemplo, es la versión que se le sacó a Caperucita Roja, que iba por el bosque tomándose fotos con celular cuando se lo robaron y la dejaron tendida en el piso.

Entonces a su lado comienzan a pasar personajes de otros cuentos, como una princesa que en lugar de ayudarla le roba una cadena que llevaba puesta, y luego un duende le roba algo más y más tarde el leñador, hasta que finalmente pasa el lobo que está hambriento pero en lugar de comérsela la socorre y la lleva al hospital. Esa, con otras palabras, es la parábola del buen samaritano que Jesús cuenta a Lucas en el Nuevo Testamento.

Jorge Iván en una de sus repreentaciones con títeres. Foto: Jaider Escobar Buitrago]

Es un milagro que Jorge Iván no sea cura. Lo tiene todo: cuida a su madre, lleva el pelo corto, las gafas bien puestas, la camisa tipo polo por dentro del pantalón, el escapulario colgando de la correa, el paso lento, la voz muy suave, casi un susurro. La fe le viene de su madre y de su padre, sus recuerdos de niño son entregando mercados, juguetes y cobijas en las iglesias para los más pobres.

Cuando su padre murió en 1998 en un accidente en bicicleta, hizo un cuento sobre una ciclovía en el cielo donde su padre, convertido en ángel, era el protagonista.

Cuenta que de niño en el colegio le iba mal: era tímido, retraído, sufría de dislexia, de déficit de atención. Nadie que se siente a conversar con él pensaría que de ahí podría salir la voz de un lobo hambriento, pero lo cierto es que sí pasa.

Con sus cuentos con la palabra de Dios no solo recorrió parroquias por todo el país sino que recorrió el mundo: Puerto Rico, Estados Unidos, España, Perú, Honduras, México. Acompañaba bandas de música religiosas, retiros espirituales, seminarios, convivencias en los colegios.

A los títeres llegó en 2009, cuando fue a ver una obra con su pareja, que estaba en embarazo de su única hija. Entonces, como les pasa a los personajes bíblicos, tuvo una revelación. Hizo un taller de varios meses y empezó a combinar su trabajo de cuentero con el de titiritero. Fue con unos títeres de mesa precisamente que se le ocurrió la historia de Caperucita Roja.

También adaptó la leyenda de San Cristóbal, un soldado gigante que busca al amo más poderoso: primero al rey, luego al diablo y finalmente a Cristo, a quien se encuentra cuando lo ayuda a cruzar un río. Cuesta creer que de esa voz de confesionario de Jorge Iván salga la de un soldado capaz de servirle al diablo.

Decidió dedicarse de lleno a los títeres en la Semana Santa del 2020, cuando los papás de los niños que participaban en las actividades de la iglesia lo llamaban a decirle que estaban tristes encerrados en la casa sin poder hacer nada.

Entonces les hacía videollamadas donde no hablaba él sino un Jesús barbado, de rastas, vestido con una bata blanca y una cinta fucsia cruzada que les daba ánimo para aguantar el encierro.

La voz se regó entre los papás de la iglesia y el Jesús de espuma también empezó a llamar a los niños y niñas de las clínicas y hospitales colapsados en ese momento. Ahí se convenció de que esa era su misión en el mundo: llevar la palabra de Dios a través de los títeres que él mismo hace desde su casa, en la pequeña habitación del servicio al lado de la cocina, donde tiene cajas de huevos, espumas, vinilos, pinceles, pegantes.

Casi nunca cobra por su trabajo, lo hace solo cuando tiene la certeza de que quien lo contrata tiene con qué pagarle los $400.000 que en promedio cuesta la función donde él es el hombre orquesta: hace todas las voces, todos los personajes, la escenografía, la música, etc.

eÉl solo, con Jesús en una mano y un burro en la otra, consigue ilustrar lo más representativo de la Semana Santa, con un par de ovejas, Algodón y Azúcar, cuenta la historia de la navidad y el nacimiento de Jesús.

Con esas pocas obras que cobra recorre las iglesias de todo el Valle de Aburrá. También ha salido del país con sus títeres. Recuerda con nostalgia la vez que fue a Honduras, invitado por un párroco colombiano, a un pueblo muy pobre donde se quedó casi dos horas después de la función tomándose fotos con todo el auditorio que nunca antes había visto un títere en la vida.

Jorge Iván es el “hombre orquesta” en sus funciones. Hace las voces, maneja los títeres, se encarga de la música y de la escenografía.Foto: Jaider Escobar Buitrago]

Desde el taller donde fabrica sus títeres, Jorge Iván graba contenido para redes sociales. En Instagram comparte fragmentos de sus presentaciones y en Tiktok tiene una cuenta llamada @sorbelenechavarria donde una monja “cristenial” llamada Sor Belén comparte fragmentos del evangelio todos los días. En Youtube, Sor Belén hace entrevistas con sacerdotes, monjas y otros personajes de la iglesia.