Frente de la Casa Amarilla de Santa Cruz, todos los 25 de diciembre se hace un sancocho en una olla tan grande que alcanza para todo el que llegue. Y ese banquete barrial simboliza la esencia de Jorge Blandón. “Es plural, se cocina a fuego lento en varios lados; cuando uno ve esa relación comunitaria entiende que Jorge es un hombre que teje”, dice Sergio Retrepo, quien ha sido invitado al ágape navideño que lidera la corporación Nuestra Gente y se ha topado con él en escenarios dedicados a pensar la ciudad.
Hablar de Blandón sin mencionar a Nuestra Gente y la Casa Amarilla, que es su sede, sería como pensar en la tortuga sin la caparazón y también sería imposible mencionar a Nuestra Gente sin nombrarlo a él, porque uno y otro han crecido por el mismo sendero, y lo que le pasa a uno le ocurre al otro.
Quienes lo conocen aseguran que desde muy chico Jorge tenía clarísimo lo que quería.
Él, como parte de un grupo de 36 muchachos de la zona nororiental animados por las posturas de la Teología de la Liberación, creó en 1987 la corporación como respuesta a la criminalización que sufrieron los jóvenes por el narcotráfico y el protagonismo negativo de las bandas delincuenciales. Su idea era mostrar una imagen positiva y acercar el arte y la cultura al sector donde nacieron.
De esa época, él recuerda la escena que involucró a un compañero de juegos de infancia que se había convertido en jefe de banda y un día se coló en un concierto en el salón parroquial. Cuando la cantante interpretó el “María María” de Milton Nascimento que inmortalizó Mercedes Sosa, el joven se conmovió tanto que le pidió a la cantante repetir y confesó que había sido el momento más feliz de su vida. Lo mataron a las 7:30 de la noche.
“Ese personaje me había enseñado taekwondo y otras cosas pero vi que su camino no me interesaba porque no quería hacer parte de esos jóvenes que escogieron la velocidad de la luz, que se dejaron obnubilar por las luces del dinero fácil”, dice.
La otra enseñanza de esa experiencia fundante fue la convicción sobre el poder del arte para la transformación social en un barrio como Santa Cruz, donde se crecía carente de tantas cosas materiales y precisaba de una nueva generación que cambiara el destino trágico que todos avizoraban.
Después, Rendón entró a estudiar deportes en la Universidad de Antioquia, pero no con un afán de superación individual sino para obtener herramientas que le ayudaran a potenciar el trabajo comunitario. Inició por el programa de Deportes y se pasó a Artes Escénicas cuando no encontró las respuestas que buscaba.
El profesor Eduardo Sánchez recuerda que las inquietudes que este llevaba a clase se basaban en las experiencias del barrio y se encargó de conectar a muchos alumnos y docentes con las actividades de Nuestra Gente en la zona nororiental.
“Tenía muy claro que no estaba estudiando para ser actor sino para enfocar su trabajo hacia la dirección y la gestión. Había unos tránsitos de lo social hacia lo cultural, viendo lo cultural desde una mirada que puede contrastar ciertas realidades e incidir”, añade el profesor Sánchez.
De esa etapa, Jorge menciona otra escena que devela su carácter y apuestas. Resulta que una profesora extranjera les dijo que el objetivo de la universidad era preparar actores y directores de primer nivel, no de cuarta categoría para trabajar en los barrios. A él se le crispó su abundante, larga y ensortijada melena de entonces y fue enfático en que, por el contrario, quien vaya a un sector popular tiene que ser de primera categoría, con el dominio pleno de las técnicas, pero sobre todo inspirador de una bondad que acompañe a sus alumnos el resto de sus vidas.
De Nuestra Gente ha salido una pléyade de profesionales en el mundo de las tablas y de un sinfín de campos, porque se convirtió en sitio para el encuentro a través del teatro, la música, la danza, la literatura y las manualidades, pero sobre todo para la formación humanística. Allá van niños, jóvenes y personas de la tercera edad.
La Casa Amarilla pasó de ser un burdel décadas atrás a referente de experiencias positivas para las comunas 1-Popular, 2-Santa Cruz, 3-Manrique y 4-Aranjuez. Carolina Pineda, hoy diseñadora de EL COLOMBIANO, asegura que ese sitio marcó su vida. Ella era vecina y, de niña, quería mantenerse allá viendo las obras que producían o en las programaciones recreativas. Descompletaba el mercado de la familia para llevar arroz, porque la entrada al teatro se “truequeaba” por comida.
Ya de adolescente, se alejó. Era tan tímida que, según dice, a los 18 años un profesor la puso a perder una materia de Desarrollo Humano por no participar en clase, pero la animaron, entró al grupo de teatro y Nuestra Gente se volvió con más veras su segunda casa.
“Llegué a hacer parte de comparsas y obras de teatro, e hice varios murales con el lema ‘La vida es amarilla’”, apunta.
Algo determinante fue el día en que Jorge le encomendó un afiche para el Encuentro Comunitario de Teatro, lo cual califica como un gesto extremo de confianza y como si le hubieran puesto una medalla de honor.
Cuando se graduó, lo hecho en la organización le sirvió para mostrar un recorrido y de contera le dieron una carta de recomendación para el primer empleo de su vida.
“Jorge es un gran líder que a pesar de su silencio y su seriedad te da esa confianza para hacer sentir que esa casa es tu casa. Cuando uno ya hace parte de la Casa, lo saluda, le pregunta cómo está o después de las obras hace un conversatorio y pide opiniones”, apunta.
Lo de él no son los monólogos sino las obras que se ejecutan entre todos.
Tampoco es que sea “monedita de oro” para todo mundo, porque así como se le paró firme a su maestra de la U. de A. que pretendió pordebajear el teatro comunitario, ha hecho lo propio con funcionarios que tratan de pasar por encima de las comunidades.
En 2009, Rendón recibió el reconocimiento como uno de los 10 del Cambio en Colombia, fue Colombiano Ejemplar en cultura en 2013 y Premio al Arte y la Cultura de la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín.
Bajo la sombrilla de Nuestra Gente y con el equipo artístico que él y sus aliados han formado, ha montado diez producciones teatrales. Además, lleva cuatro libros que combinan sus conocimientos artísticos con los conceptos que mueven su actuar como sujeto social.
Ha sido consultor dentro y fuera del país en temas de desarrollo local, cultura y articulación latinoamericana, y profesor invitado en programas de pregrado y maestría relativos a procesos urbanos.
Sergio Restrepo destaca como la voz de Rendón se escucha en cada escenario donde se habla de ciudadanía, planeación territorial o promoción cultural, y es referente a nivel de América Latina. Pero esa trascendencia se ha dado sin que pierda el contacto con lo local ni su esencia.
También se nota que incorporó las lecciones de sacerdotes como Federico Carrasquilla, Gabriel Díaz y Horacio Arango, en el sentido de que el asistencialismo ni las cosas gratis son un buen método, para, en cambio, dejar que las comunidades sean protagonistas y no artistas de reparto.
Ahí entra en escena de nuevo el sancocho de Nuestra Gente como metáfora, porque es un compartir al que unos llevan las papas, las yucas y la carne, mientras que otros pelan y pican los ingredientes y Jorge mantiene el fuego encendido para que el menú se cueza lentamente e incorpore la sazón.