Edwin tiene 39 años, nació en un barrio periférico de Medellín y hasta hace poco más de un año vivía en la calle. Allá estuvo 12 años, dando tumbos por toda la ciudad, durmiendo en el anden donde lo cogiera el sueño, la traba o el hambre, cazando peleas, recibiendo puñaladas, haciendo acrobacias para conseguir para comprar droga.
Salió de su casa y llegó a las calles cuando tenía 26 años y se había calentado con los “muchachos de la vuelta del barrio”. El año pasado, entró por su propia cuenta a los programas de resocialización de la Alcaldía de Medellín, que son gratis y que, contrario a lo que cualquiera pensaría, no están a tope. Pidió ayuda por la misma razón por la que salió del barrio hace 13 años: sentía que lo iban a matar.
Ya era más de una década haciendo lo que fuera necesario para sobrevivir en la calle. Eso implica, por supuesto, ganarse enemigos, que ya empezaron a parecer mucho. Fue a un Centro Día —cualquier habitante de calle de Medellín sabe que ahí puede ir cuando necesite comer, dormir y vestir— y empezó el proceso de resocialización, que, valga la aclaración, no significa rehabilitación.
Resocializarse es aprender a vivir en sociedad de nuevo. Salir del margen, de la esquina donde llevan años y volver a integrarse: tener amigos, familiares, un trabajo. En eso está Edwin, especialmente desde hace una semana cuando se graduó, con otras 33 personas, del Sistema de Habitante de Calle de Medellín.
Mientras se escribe esta nota el hijo mayor de Edwin está cumpliendo 18 años, el menor, tiene 14. En su WhatsApp, Edwin tiene una foto de perfil en la que los abraza a los dos.
Atiende la entrevista desde un taller de joyería que tiene su hermano —que mientras estuvo en la calle siempre estuvo dispuesto a ayudarle— en el centro de Medellín, donde está aprendiendo lo básico del oficio. También está terminando el bachillerato.
Como apenas está dando los primeros pinos en la orfebrería, se gana la mitad de un mínimo, pero dice que trabaja en lo que sea, que es hiperactivo, que aprende rápido y sabe hacer caso. Que si algún lector de EL COLOMBIANO quiere conocerlo y ofrecerle una oportunidad, puede llamarlo al 3015661912.
—¿Qué le dice a la gente que sigue en la calle y que todavía no entra a los programas?
—Nada, no les puedo decir nada. Cada quien sabe cuando es su momento. A veces me encuentro gente y me felicitan porque me ven bien, entonces to les digo que ellos para cuando y me dicen que todavía no es su momento. A uno nadie lo cambia. Cuando es uno mismo el que toca fondo es que le mete ganas. Cuando lo quieren cambiar a la fuerza uno no lo hace de corazón.
—¿Cómo se ve en el futuro?
—Llegar a viejo, tener un negocio, una casita, estar bien con los hijos, estar bien todos. Yo no anhelo riqueza ni plata sino tranquilidad, paz. Seguir tranquilo el resto de la vida. La tranquilidad no tiene precio.
Edwin, como otros 44 antiguos habitantes de calle, salió hace pocos días de La Granja, una finca que tiene la Alcaldía de Medellín en la cima de una colina en Barbosa, donde los habitantes de calle tienen un proceso de resocialización que dura casi un año.
Este es el último paso de un acompañamiento integral que comienza con atención básica en la calle, y se complementa con acciones especializadas de deshabituación y consumo de sustancias psicoactivas, formación en competencias laborales, emprendimiento, así como apoyo en la búsqueda de empleo.
Hay que recordar que todo este sistema es gratuito y está disponible para todas las personas que lo requieran y deseen participar de él, así hayan nacido o no en Medellín.
Los participantes se capacitan en áreas como cocina, confección, carpintería, trabajo en zonas verdes, marroquinería, servicio al cliente, mecánica, informática y salud, entre otras. Estas formaciones, en alianza con el Sena, el Grupo Éxito y otras entidades, los han preparado para el mercado laboral.
Tienen alimentación, dormida, actividades lúdicas, capacitaciones, ropa, piscina, cancha de fútbol, huerta, atención médica, salidas pedagógicas. A cambio tienen que cumplir una rutina, dejar de consumir sustancias psicoactivas, tender la cama y limpiar el patio.