Con los pantalones doblados hasta las pantorrillas, un hombre de carriel y sombrero aprovecha un día soleado para darle un baño a su caballo en un río de aguas tranquilas. El protagonista es acompañado por otros que también bañan a sus propias bestias y a su vez son observados por un grupo de curiosos desprevenidos montados en un puente colgante de madera, metal y ladrillo macizo.
En la imagen a blanco y negro todavía alcanzan a verse las miradas de desconfianza y extrañeza que varias personas del lugar le lanzaron a Manuel A. Lalinde, el fotógrafo que captó la escena un lejano día de 1922.
Aunque para cualquier desprevenido la foto bien podría corresponder a la de un pueblo antioqueño de principios del siglo XX, el lugar en cuestión es el puente de la calle San Juan sobre el río Medellín diseñado por el arquitecto Antonio J. Duque, mucho antes de que esa vía se ensanchara para dar paso a un flujo interminable de automotores.
Pese a que como muchas otras construcciones de la Medellín antigua ese puente colgante fue demolido, su imagen regresó a la vida más de un siglo después a un par de cuadras de distancia, por cuenta de una exposición que se propuso crear una especie de máquina del tiempo en los bajos del metro sobre la carrera Bolívar.
Junto al puente de San Juan, otros edificios del pasado como la antigua estación del Ferrocarril de Amagá, el desaparecido Edificio Rojas, las instalaciones de los Laboratorios Uribe Ángel (LUA), entre muchos otros, también volvieron a la vida.
El antropólogo Víctor Ortiz García, miembro de la Academia Antioqueña de Historia y uno de los líderes del proyecto, cuenta que la idea nació tomando tinto: “Un día cualquiera el gerente del salón Málaga, César Arteaga, y yo estábamos tomando un buen café en una mesa y se nos ocurrió la idea de tomar algunas de las fotografías del salón y e imprimirlas en gran formato; es decir, como sacar parte de la colección fotográfica del salón a la calle”, dice.
Aunque en un comienzo se pensó sobre todo en sacar fotografías en las que se viera la carrera Bolívar, buscando que los transeúntes pudieran percibir las transformaciones urbanas y arquitectónicas de Medellín, la colección pronto se creció.
Y es que aunque primero se pensaba solo en las fotos colgadas en el salón Málaga, los entusiastas luego comenzaron a pedir pista en la Biblioteca Pública Piloto (BPP), que con su archivo compuesto por más de 1.800.000 imágenes, se terminó convirtiendo en uno de los aliados más importantes.
A la iniciativa se sumó la Academia Antioqueña de Historia y el Metro de Medellín, desde donde se concluyó que el mejor espacio para exhibir las fotografías a gran formato eran las columnas de su viaducto, en el tramo entre el Salón Málaga y la calle San Juan.
Posteriormente, el proyecto fue apoyado también por Corbolívar, una de las asociaciones que reúne a los comerciantes del barrio Guayaquil y la carrera Bolívar.
“Lo que buscamos era tener fotografías que mostraran contraste urbano y arquitectónico, pero sobre todo que la gente tuviera un disfrute, que simplemente caminando cualquiera pudiera encontrarse con una exposición de la Medellín que se fue, fotografías desde finales del siglo XIX hasta mediados de la década de 1950”, apunta el antropólogo.
A nivel urbano, la colección incluye también por ejemplo imágenes del cruce de la carrera Bolívar con la calle Colombia, en donde en 1923 se erigió la sede del desaparecido Banco Republicano. Con sus gigantescos arcos y una bella cúpula de vidrio en su centro, esta construcción diseñada por Horacio Marino Rodríguez y sus hermanos fue uno de los baluartes más importantes de la arquitectura bancaria de Medellín, hasta que fue demolida a mediados de la década de 1970.
Ortiz apunta que otra de las imágenes que más les llamó la atención y los cautivó para imprimir en gran formato fue la fachada del desaparecido edificio Rojas, ubicado sobre la calle Amador y en donde por mucho tiempo funcionó la famosa Droguería Universal.
En una imagen escogida para la galería, que hace parte del archivo de la familia Rodríguez y es custodiada por la BPP, logra verse la edificación con un gigantesco letrero del confortativo Salmón, un tónico muy famoso promocionado como un revitalizante. Dado que la foto fue tomada en 1937, en la esquina izquierda del cuadro logra verse hasta uno de los coches del tranvía pasando por la calle.
Tras habilitar la exposición pública en mayo pasado, Ortiz apunta que para sorpresa de todos ha sido tanta la acogida de las fotografías antiguas que el lugar se ha convertido momentáneamente en un pequeño museo al cielo abierto, en el que los transeúntes que recorren el centro, usualmente afanados, hacen una pausa para contemplar y recordar la Medellín del pasado.
“La exposición ya lleva mucho más de un mes y no ha habido vandalismo, todas las fotografías están intactas”, apunta Ortiz, quien aprovechó a los curiosos a no temer a acercarse a la calle y disfrutar de la exposición.
