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Naranjal se volvió un “elefante blanco” que crece todos los días en Medellín

La EDU le anunció hace mes y medio a la comunidad una nueva reactivación de obras, pero los líderes ya no le creen.

  • El Plan Parcial del Naranjal prometía transformar una zona de talleres y otros negocios que se fue deteriorando en un sector céntrico, por un uso residencial. Hasta ahora dista mucho de cumplirse. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
    El Plan Parcial del Naranjal prometía transformar una zona de talleres y otros negocios que se fue deteriorando en un sector céntrico, por un uso residencial. Hasta ahora dista mucho de cumplirse. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
02 de agosto de 2023
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Funcionarios de la Empresa de Desarrollo Urbano de Medellín (EDU) citaron hace mes y medio a una reunión para dar una noticia que debía alegrar a los habitantes de la zona del Naranjal: la reactivación de las obras del plan parcial que promete la transformación de este sector cercano al centro y que está parado desde el primer semestre del año pasado.

No obstante, la reacción no fue la esperada porque los líderes dicen que ya no creen en las promesas de la Alcaldía. Prueba de ello es que al auditorio donde citaron al encuentro fueron máximo diez personas, cuando en el pasado habían asistido hasta 50 para escuchar los avances de un tema neurálgico para el área. Al espacio, dicen, ni siquiera fue el gerente de la EDU, Raúl Eduardo Morales, y los subalternos que lo representaban lo disculparon aduciendo una calamidad familiar. Por eso, cuando habían pasado si acaso 20 minutos, Mario Múnera, el gerente de Marllantas y representante de los comerciantes, abandonó el recinto disgustado, a pesar de que era el anfitrión, por considerar que era más de lo mismo que ha escuchado en más de 100 reuniones.

Después de eso fue que los profesionales de la EDU dijeron lo del reinicio de los trabajos, pero incluso los líderes que se quedaron tampoco terminaron satisfechos porque aparte de la afirmación de que “ya tenían el 98% del trámite del contrato listo” y que iban a reiniciar en el segundo semestre, no les respondieron de manera concreta cuándo, ni cómo, ni quién va a finalizar el contrato.

Son respuestas sustanciales considerando que el Plan Parcial Naranjal-Arrabal lleva dos décadas sin finiquitarse y hace más de un año no se echa una palada de concreto en los frentes de trabajo.

Múnera no duda por eso en calificar el proyecto como “el elefante blanco más grande” que ha tenido la alcaldía y que ha crecido todavía más durante la administración de Daniel Quintero. Y no se explica cómo al anterior gerente de la EDU, Wilder Echavarría, lo premiaron con la vicepresidencia de Proyectos e Ingeniería de EPM.

El comerciante de llantas recuerda de manera patente el 11 de junio de 2021, cuando Quintero los visitó y en una pose de Atlas –el personaje de la mitología griega capaz de llevar en sus hombros el peso de los cielos— afirmó que tras más de año y medio de parálisis volvería a haber actividad en el Plan Parcial de Naranjal.

“La buena noticia para Medellín —dijo entonces— es que en esta Alcaldía conseguimos el nuevo inversionista para reactivar las obras de la unidad de actuación urbanística 2, de 5 que tiene este plan, y que se habían suspendido desde 2019 por problemas jurídicos del anterior inversionista”. Se refería a que la firma ejecutora original, CASS, se vio enfrascada en el lío de corrupción de la brasileña Odebrecht y esto le impidió continuar.

Sin embargo, el supuesto salvador, el consorcio CAN 21, resultó otro fiasco porque las empresas bogotanas que lo conformaron (JLX, Qualitas y Solutec) no tenían músculo financiero para aportar $5.800 millones iniciales de un contrato que los comprometía a invertir $33.890 millones. Tampoco lograron que ninguna compañía les asegurara el proyecto y, en últimas, fueron demandados incluso por los pocos empleados que ubicaron en el Naranjal, por falta de pago. Como si lo anterior fuera poco, a JLX le declararon un incumplimiento en una obra en Palmira (Valle) y según supo EL COLOMBIANO, también cerraron sedes en el norte de la capital de la República.

Con todo eso, la EDU hubiera podido declarar el incumplimiento del contrato, pero en vez de eso, el 20 de junio de 2022 pactaron una suspensión mientras lograran un flujo de caja. De esa fecha para acá, a juzgar por el Secop I, la plataforma donde se debe consignar cada paso en la contratación de entidades del Estado, no se ha firmado ningún trámite para destrabar la quietud en el Naranjal.

La inactividad en el papeleo ha tenido su reflejo en la cotidianidad del vecindario que desluce con los esqueletos de edificios en obra negra y más aún con los encerramientos metálicos que se ven deteriorados. La maleza que ha crecido por dentro muchas veces supera estas barreras que pretenden atajar a habitantes de calle invasores sin que siempre lo logren.

“Parecemos tugurios con las latas. Les he dicho mucho que nos cambien esas láminas y que las centren por donde debe ser la señalización completa de una calle, porque tienen bloqueadas calzadas completas”, anotó Múnera.

Tanto él como Nancy Maya, directora de Cornaranjal, se lamentan de que la administración los abandonó a su suerte y eso ha conducido a un deterioro más acelerado del sector. Lo comparan con una película de terror que se proyecta todos los días con escenas espeluznantes de personas que se drogan, habitantes de calle que hacen sus necesidades fisiológicas en cualquier parte, basuras por toda parte, robos frecuentes y un espacio público tomado.

El gerente de Marllantas asegura que es frecuente el robo del cableado, con lo cual dejan las empresas y talleres semiparalizadas por falta de energía eléctrica o internet. “En dos semanas llevamos dos veces que nos quedamos sin luz dos días mientras que EPM hace la reparación”, apunta.

En los tiempos de pandemia la situación era aún peor porque pulularon las chatarrerías ambulantes que abrían de noche y esto estimulaba aún más el vandalismo de la señalética urbana para vender las latas. Solo la colaboración de la Policía unida a la tenacidad de los dirigentes comunitarios permitió que eso mejorara mediante el decomiso de las básculas, de acuerdo con Maya.

Por otra parte, a pesar de que las calles están demarcadas, hay carros que circulan a altas velocidades o en contravía, sin que alguna autoridad lo impida, porque el Tránsito tampoco suele visitar la zona.

La directora de Cornaranjal denunció que “Naranjal en este momento es un barrio que necesita atención de la Alcaldía, pero sobre todo en lo ambiental, porque nos tienen sin barrenderos, tampoco nos visitan los camiones Vactor para limpiar los sumideros, lo que nos hace vulnerables a las inundaciones cuando llueve”.

Las organizaciones del Naranjal preparan una acción de cumplimiento porque consideran que la administración no ha hecho lo que le corresponde para transformar, como estaba plantado, un sector deprimido, lleno de talleres, talabarterías, tapicerías, cantinas y restaurantes, en un modelo de urbanismo aún más exclusivo de lo que actualmente es Ciudad del Río.

“Es una burla a la comunidad, esto ha sido mentira tras mentira; ya van 26 meses de falsas promesas y no han empezado”, concluye Maya, incrédula de que la nueva promesa de la EDU se convierta en realidad.

EL COLOMBIANO buscó el pronunciamiento de esta entidad, pero dijeron que, dado lo delicado del tema, no harían “ningún pronunciamiento hasta que todos los términos jurídicos y técnicos (de la reactivación) queden bien definidos”.

Las promesas por cumplir del plan

El Plan Parcial de Naranjal se pensó desde 1999, en la administración de Juan Gómez, para revitalizar un sector clave cercano al centro de Medellín (ver mapa).

Para hacerlo viable, se planteó en ocho etapas, las llamadas UAU, de las cuales se ha iniciado la número 2, con cuatro torres de 240 apartamentos en total —se han hecho 120— más un área de oficinas y otra comercial que tuvo que ser desocupada en abril del año pasado por el acoso de las goteras. También siguen en deuda con las áreas sociales que debían complementar esos edificios y la infraestructura pública.

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