Como parte de su estrategia de adaptación al cambio climático, la Universidad Eafit desarrolló en el segundo semestre del año pasado su primer jardín funcional. Un piloto de bajo costo que desarrollado por estudiantes y profesores de las carreras y profesiones más diversas que podría replicarse por toda la ciudad y que ayudaría no solo a bajar la temperatura, sino a aliviar los cauces de las quebradas y así evitar inundaciones.
El lugar escogido para plantar el jardín, que tiene 600 metros cuadrados en los que se plantaron 69 especies diferentes de plantas, es simbólico: lo hicieron en el parqueadero que era exclusivo para la rectora y los altos directivos, que hasta entonces no tenían que hacer las largas filas que deben hacer normalmente los estudiantes y profesores que suelen quejarse ante los pocos parqueaderos que tiene la Universidad. Sin embargo, Eafit se la ha jugado por construir más espacios verdes, abiertos, salones, cafeterías y ha promovido el uso del transporte público u otros medios como la bicicleta. Por ejemplo, dentro del campus hay bicicletas eléctricas que los estudiantes pueden alquilar para transportarse por la ciudad y regresar a clases.
No obstante, en el plan maestro de la Universidad está proyectada la construcción de un edificio solo para parqueaderos, pues la idea es que todo el primer piso del campus sea un espacio abierto, verde y caminable, por lo que los parqueaderos que hay actualmente terminarán convertidos en pasto.
El jardín lo construyeron unos cincuenta estudiantes de una nueva materia electiva llamada Soluciones basadas en la naturaleza (en Eafit se llaman Núcleos de Formación Institucional) y cuenta con características que son claves para la lo que desde la Universidad llaman la “renaturalización” del campus para que se convierta en un campus-parque-cuenca, según explica Juan Sebastián Bustamante que es uno de los líderes y pioneros de Urbam, el centro de estudios urbanos de Eafit.
Bustamante explica que la funcionalidad del jardín consiste en cuatro aspectos. El primero es que es esponja, de manera que absorbe el agua que con cada lluvia terminaba aumentando, cada vez más, el cauce de la quebrada La Volcana, que nace arriba en Las Palmas, casi en Santa Elena y separa las aguas del Valle de Aburrá y el Valle de San Nicolás, y baja por todo El Poblado, atraviesa Oviedo y Eafit y termina desembocando en el Río Medellín. También es un jardín reciclado, pues todo lo que se excavó y se demolió se volvió a poner de nuevo, de manera que no se generara huella ecológica. “Demolimos el asfalto y lo partimos en lajas que se mampusieron y se volvieron parte del jardín, así que eventualmente se volverán muros verdes porque con el agua y con el sol empezará a salir vegetación”, explica Bustamante. También es un jardín dulce, así que promueve la polinización, clave para la conservación de los ecosistemas. Finalmente, Bustamante asegura que es un jardín de la memoria, pues en las excavaciones se encontraron con el material que el río había traído hace cientos de años desde su nacimiento. “Es un jardín que vuelve a mostrarnos el paisaje que teníamos en Medellín cuando este Valle no tenía construcciones”, dice Bustamante.
Pero el plan de adaptación al cambio climático de Eafit no consiste solo en reemplazar parqueaderos por jardines. Son cuatro las grandes estrategias (todas con nombres muy pomposos) en esta dirección que se trazó la Universidad hace dos años cuando hizo la última actualización de su plan maestro.
La primera consiste en convertir el campus en un “laboratorio vivo” donde cada vez más los estudiantes tengan un aprendizaje experiencial y activo a través de proyectos como el de los jardines y no encerrados en un salón. De aquí la idea de cada vez abrir más espacios, para promover el trabajo colaborativo y en equipo, y de paso reducir el uso de aire acondicionado y bajar la factura de servicios. La segunda estrategia es “renaturalizar” el campus, “eso significa que sea sensible a la biodiversidad y al agua, tener cada vez más jardines, recolectar agua lluvia. En un momento como estos de tanto calor la Universidad puede estar unos siete grados por debajo del lugar más caliente de la ciudad”, explica Bustamante.
La tercera estrategia es una suerte de “tejeduría” que no es otra cosa que el trabajo colaborativo no solo entre los miembros de la Universidad sino con empresas de la ciudad (como Argos que tiene su laboratorio de innovación en Eafit) y con sus vecinos. Prueba de eso es el trabajo que hace la Universidad por el cuidado de La Volcana, donde también ha involucrado a Oviedo, a Isa y a los colegios New School y Santa María del Rosario, pues la quebrada los atraviesa a todos.
El último punto se llama “gobernanza colaborativa” que consiste en que los estudiantes, los profesores y todos los miembros de la Universidad lideren y hagan parte de la renovación del campus que, según Bustamante, podría ser el factor diferencial de la Universidad en un futuro próximo. “Puede ser que en cinco años el diferencial para que un estudiante o un profesor esté en Eafit sea la temperatura”, asegura.