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Casa donde vivió el escritor Manuel Mejía Vallejo en el Centro se cae a pedazos

El viejo caserón, ubicado en la calle Perú, ni siquiera aparece en los inventarios de bienes patrimoniales.

  • Durante los últimos años, la fachada de la casa terminó invadida de grafitis y se está descascarando. Las puertas y ventanas tienen su madera ajada y cada vez están más deterioradas. FOTOS Camilo Suárez
    Durante los últimos años, la fachada de la casa terminó invadida de grafitis y se está descascarando. Las puertas y ventanas tienen su madera ajada y cada vez están más deterioradas. FOTOS Camilo Suárez
  • Las imponentes ventanas de la casona se hallan tapadas con tablas. FOTO: Camilo Suárez.
    Las imponentes ventanas de la casona se hallan tapadas con tablas. FOTO: Camilo Suárez.
29 de mayo de 2023
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Sobre la calle Perú, entre la Avenida Oriental y la carrera El Palo, la casa que habitara por casi tres décadas el escritor Manuel Mejía Vallejo se está cayendo a pedazos.

Pese a ser una de las pocas edificaciones del siglo pasado que ha logrado mantenerse en pie en esa antigua calle residencial del Centro, el viejo caserón está agonizando.

Atrapada en una cuadra que terminó volviéndose una mezcla de parqueaderos, locales comerciales y edificios, la fachada de la casa, aún con su alero en pie, tiene su pintura descascarada y está invadida de grafitis. Los antiguos y altos portones que antes dieran la bienvenida a los visitantes que acudían al llamado del escritor para entablar largas tertulias muestran su madera ajada por el paso del tiempo.

En el costado izquierdo, ubicada a pocos centímetros de un improvisado muro de adobes que selló una de las entradas, la única ventana de la construcción tiene tras sus barrotes los restos de una vieja puerta blanca y todo tipo de tablas de madera, a manera de barrera contra la intemperie y los intrusos.

Hace casi 50 años, el escritor Juan José Hoyos plasmó uno de los recuerdos más detallados sobre el interior de la casa, cuando en la década de 1970 un Manuel Mejía Vallejo rondando sus cincuenta años de edad lo recibió en pantuflas, con un vaso de ron en su mano.

Las imponentes ventanas de la casona se hallan tapadas con tablas. FOTO: Camilo Suárez.
Las imponentes ventanas de la casona se hallan tapadas con tablas. FOTO: Camilo Suárez.

“Desde la puerta puede notarse el aire distinto. Un corto zaguán impone el silencio y la simplicidad como requisito para empujar la puerta y ver, poco a poco, aparecer el patio, rodeado por un corredor y, al fondo, distinguir los sillones, el baúl viejo, los libros, varios cuadros, algunas fotos viejas y los altos paredones con su recogimiento”, se lee en el reportaje “Sentir que es un soplo la vida”, que permite adentrarse en la vida y la obra del escritor.

“Basta una mirada para sentirse en el tiempo de los muebles recatados, de los espejos de cuerpo entero, de las enredaderas y cortapicos, de las azaleas y las cortinas. Todo ello dispuesto con una modesta belleza, que está ahí, callada, silenciosa”, agregó Hoyos en su escrito.

La arquitecta Dora Luz Echeverría, quien fuera la esposa de Manuel Mejía Vallejo, explica que para la familia lamentablemente los comentarios sobre el estado de la casa del Centro no son nuevos, cuyo decaimiento también lamenta por considerarla un lugar de alto valor para el patrimonio de Medellín.

Aunque la familia vivió allí por casi tres décadas, entre 1970 aproximadamente y 1998 (año en el que falleció el escritor) Echeverría advierte que el inmueble fue arrendado durante ese periodo, por lo que la decisión de preservarlo nunca ha estado en sus manos.

“Alrededor de los años 70 Manuel decidió buscar una casa para su estudio y junto con su hermana Rosana Mejía Vallejo, que fue una ceramista muy importante, consiguieron la casa. Manuel se quedó con la parte de adelante, que era un zaguán, un patio, dos alcobas, una salita de reuniones y una cocina. Rosana, entrando por el zaguán viejo, cogió toda la parte del solar. Allá hizo el estudio de cerámica y también tenía un espacio muy especial que acondicionó. Por dentro se comunicaban las casas”, narra Echevarría.

Según cuenta la arquitecta, al estar tan cerca del Parque de Bolívar, la casa terminó volviéndose un lugar de reunión de muchos intelectuales y artistas de Medellín, que visitaban tanto a Rosana como a Manuel.

“Nosotros nos casamos en 1975 y ahí siguió todo eso. Allá iba desde un embolador hasta todo tipo de intelectuales, escritores y artistas. Teníamos un espacio muy bonito. Escritores, los que se quieran, Elkin Restrepo, José Manuel Arango, Juan Gustavo Cobo Borda, Juan José Hoyos, muchos poetas. Rosana, en su taller, enseñaba cerámica y hacía sus esculturas. Allá había talleres de dibujo, de donde salieron muchos artistas, Oscar Jaramillo, Samuel Vásquez, Javier Restrepo. Podríamos hacer la lista y sería infinita”, añade.

Tras pasar más de dos décadas de salir de la casa, Dora Luz advierte que es poco lo que sabe sobre a quién pertenece ahora, dado que varios años atrás le llegó la noticia de que los antiguos propietarios la habían vendido.

En los alrededores de la calle Perú, del pequeño puñado de personas que aún conservan en su memoria la historia del escritor, la mayoría señalan no tener mayor certeza sobre quién es el propietario de la casa.

Lo que se alcanza a ver es que la casa es usada como bodega, pero eso está vacío prácticamente”, señala Román de Jesús Vidales, quien trabaja hace más de 30 años en uno de los anticuarios ubicados cerca a la vivienda.

“A mí me tocó ver al maestro allí, cuando lo sacaban en una silla de ruedas y lo llevaban a la finca. Eso hace unos 20 años está desocupado. Yo creo que sería bueno que la recuperaran”, opina.

Pese a la clara importancia patrimonial que tiene el lugar, el problema central de cara a un proyecto para preservarla es que ni siquiera aparece registrada en el inventario de bienes patrimoniales ni de la Nación, ni del Municipio, por lo que no hay ninguna norma que impida que eventualmente sea demolida o pase a tener cualquier otro tipo de uso.

A juicio de los comerciantes del sector, que han visto transformarse la calle durante los últimos años, nada pareciera interponerse en que en un futuro incierto el caserón sea reemplazado por un edificio similar a los que han venido multiplicándose por la zona. Entre ellos, advierten incluso ha circulado el rumor de un plan para hacer allí un hotel, pero por ahora son puras especulaciones.

Más allá de ese incierto panorama, la arquitecta Dora Luz Echeverría considera que así la construcción no tenga una arquitectura que sea muy llamativa como la de otras edificaciones del centro, su valor para la historia de la literatura y la cultura en Medellín la hacen especial.

“Así no sea una casa lujosa, sino de tapia, como muchas de las casas típicas que hubo en el Centro, es patrimonio. Yo creo que sería hermoso si se pusiera ahí un centro de cultura ciudadana o un espacio para que los jóvenes vayan a talleres o hagan proyectos”, apunta Echeverría.

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