Los testimonios que hasta el momento han recopilado las autoridades dan cuenta de que el pasado sábado 18 de mayo, poco después de la medianoche, una mujer fue asesinada por cuenta de un presunto hecho de intolerancia en un establecimiento nocturno del Centro de Medellín. Hacia las 12:47 a.m., según el reporte preliminar, hicieron la inspección técnica al cuerpo de la víctima, quien llegó sin signos vitales a un centro asistencial luego de ser apuñalada por otras dos mujeres con quienes habría tenido una discusión minutos antes.
Las dos agresoras, que hasta donde se sabe son hermanas, huyeron del lugar, pero fueron capturadas pocas horas después, según el teniente coronel Eder Sánchez Moncada, comandante del Distrito 3 Candelaria, quien confirmó que el homicidio se dio tras una riña.
“Lamentamos profundamente este hecho de intolerancia e invitamos a la comunidad en general a respetarnos unos a otros y evitar las lesiones personales”, dijo el funcionario.
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Más que lamentables, hechos como estos tienen preocupadas a las autoridades. Hace solo algunos días el secretario de Seguridad Manuel Villa manifestó que son un “desafío”, no solo respecto a situaciones de intolerancia que se presentan en lugares públicos, sino también de violencia entre vecinos y la que ocurre de puertas para adentro, en los hogares.
No hay que ir muy lejos para recordar que el pasado 12 de mayo, en pleno Día de la Madre, la ciudad se conmocionó al conocer que un hombre fue asesinado en Santa Cruz, tras pedirles a sus vecinos que le bajaran el volumen a la música que tenían a altos niveles desde el día anterior. Eran las 5:00 a.m. cuando se levantó, se asomó por la ventana de su casa e hizo la solicitud que, sin saberlo, le causaría la muerte. El tono del reclamo se fue convirtiendo en una pelea cuyo desenlace fueron cinco puñaladas a la víctima y tres presuntos agresores capturados, al parecer, todos de la misma familia.
Homicidios por convivencia superan a los asociados a grupos delincuenciales
Las cifras hablan por sí solas. Entre el primero de enero y el 20 de mayo de este año, en Medellín se registraron 126 homicidios, de acuerdo con datos del Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia (Sisc).
De ellos, los causados por hechos de convivencia (29) superan a los ocasionados por hurtos (15) y a los que están relacionados con grupos delincuenciales organizados, GDO, (18). A estos se suman otros 10 que fueron categorizados como violencia de género (7) y violencia intrafamiliar (3), mientras que los restantes están en proceso de categorizar.
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Los asesinatos en circunstancias de intolerancia en la ciudad son una situación que se ha mantenido en los últimos años. En el mismo periodo de 2023 se contaban 28 casos; en 2022 iban 22; y en 2021, 29. Y eso, sin dudas, es muy preocupante, tal como lo afirman los expertos, quienes anotan que el tema es más complejo aún, pues no todos los casos terminan en muertes ni todos son denunciados ante las autoridades competentes.
En medio de este panorama también ha sido común la proliferación de videos en redes sociales sobre peleas en vías, bares, restaurantes, instituciones educativas y hasta estaciones del metro. Insultos en las vías; conductores que se agarran a golpes y hasta se agreden con machetes; ciudadanos que se van a los puños con agentes de tránsito; estudiantes menores de edad que se citan para pelear; rumbas que terminan en hechos violentos; y discusiones que acaban con una pedrada en la cabeza son algunos de los casos más recientes en Medellín. Y otros municipios del Valle de Aburrá no se quedan atrás.
Al respecto, el Instituto Nacional de Medicina Legal registró en Medellín, en el primer trimestre de este año, o sea solo hasta marzo, 2.092 lesiones no fatales por causa de violencia interpersonal (1.221 casos), violencia intrafamiliar (336) y violencia de pareja (535, de los cuales 455 fueron contra mujeres). Esto muestra la complejidad del problema, que el antropólogo Gregorio Henríquez califica como “una enfermedad social”.
En consideración del experto, los últimos acontecimientos, que muchas veces circulan de pantalla en pantalla, no son más que el síntoma de que en la ciudad se están anteponiendo las agresiones para solucionar conflictos por encima del diálogo y los consensos. Y en ambientes así es probable que el insulto termine en golpe y el golpe en un asesinato o en una lesión grave.
“Creo que nos estamos metiendo en una espiral de violencia que puede llevarnos a lo que uno veía en la década de los 80 o de los 90, que te agredían por mirar, te agredían por pasar y rozar a alguien. Y uno nota que en Medellín nadie puede pitarle al otro porque entonces inmediatamente vamos a ver un conflicto”, expresó Henríquez.
Adicionalmente, señaló que la situación tiene mucho que ver con la salud mental, por lo cual su atención debe incluir acciones de atención, sensibilización y prevención en los colegios, las familias, las organizaciones, los barrios, las vías y todos los espacios cotidianos, con un enfoque en la desnaturalización de la intolerancia y conciencia de las consecuencias nefastas que puede acarrear.
Al respecto, desde la Alcaldía de Medellín han hecho algunos anuncios sobre acciones que de forma directa o indirecta pueden contrarrestar esta situación, como la permanencia y ampliación de los escuchaderos; las estrategias para disfrutar el fútbol en paz; o los consejos de seguridad en los territorios. Una de las más importantes, lanzada hace algunas semanas, es Tejiendo Hogares, con la que se busca poner en el centro de la gestión a las familias, por medio de trabajo conjunto de varias dependencias.
El alcalde Federico Gutiérrez y la primera dama Margarita Gómez explicaron que este programa incluye iniciativas como espacios de formación para evitar la violencia en las relaciones del hogar; fortalecimiento de la autonomía económica de las mujeres; protección de los menores de edad de maltrato y abusos sexuales; acercamiento a la oferta institucional; entre otras, con énfasis en fortalecer las familias como la primera escuela que educa para relacionarse sin violencia. Los expertos consideran que el reto está en aprobar un plan de desarrollo que contemple indicadores claros para mejorar la convivencia.