En las calles de Disneyland, que se promociona como “el lugar más feliz del mundo”, se esconde una realidad menos mágica para muchos de sus empleados que viven dentro del parque en el estacionamiento del lugar.
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Un ejemplo es Cynthia Carranza, conserje nocturna en el parque, quien todos los días busca un puesto de estacionamiento bajo una sombra para su auto, el cual describe como su hogar. Con dos perros a su lado, Carranza enfrenta la dura realidad de vivir en su vehículo debido a los bajos salarios que recibe.
Carranza gana US$20,65 por hora ($80.000 COP aproximadamente), un salario que, aunque parece razonable, no es suficiente para cubrir el alto costo de vida en California. El verano pasado, Carranza no pudo pagar el alquiler en una ciudad del sur de California, donde el costo promedio de un apartamento supera los US$2.000 mensuales ($8 millones aprox).
La situación la llevó a buscar refugio en los vestuarios del parque para ducharse. Actualmente, comparte un pequeño apartamento con su novio, quien también trabaja en Disneyland, pero su salario combinado apenas cubre los gastos básicos. “Esto es algo que nadie debería experimentar trabajando a tiempo completo para una empresa como Disney”, le dijo Carranza a la BBC.
En respuesta a estas dificultades, unos 10.000 trabajadores sindicalizados de Disneyland están amenazando con una huelga para exigir mejoras salariales y denunciar lo que consideran prácticas antisindicales. La semana pasada, cientos de empleados se manifestaron fuera del parque con carteles y pines que mostraban el puño de Mickey Mouse cubierto por su tradicional guante blanco, como símbolo de desafío. “Mickey querría un salario justo”, decían al unísono los trabajadores.
La votación para autorizar la huelga, realizada el viernes pasado, fue casi unánime. Aunque esto no garantiza una huelga inminente, sí prepara a los trabajadores para actuar rápidamente si las negociaciones con la empresa no avanzan. La última huelga en Disneyland ocurrió en 1984 y duró 22 días.
El contrato de los empleados de Disneyland expiró el 16 de junio, y las actuales negociaciones involucran a una coalición de sindicatos que representan a casi 10.000 trabajadores, desde quienes operan atracciones hasta quienes trabajan en ventas, restaurantes y limpieza.
Según los representantes sindicales, aproximadamente 1 de cada 10 empleados se quedó sin hogar mientras trabajaba en el parque. Una encuesta mostró que el 73% de los trabajadores no gana lo suficiente para cubrir los gastos básicos mensuales, y alrededor de un tercio ha experimentado inseguridad habitacional en el último año.
L. Slaughter, presentadora en Toontown, un área temática del parque, describe cómo vivió en su auto durante dos años debido a los bajos salarios. “Necesitamos que Disney nos pague un salario digno”, afirma. Aunque Slaughter ahora tiene un pequeño apartamento a una hora del parque, su alquiler reciente aumento en US$200, un monto que le resulta difícil de afrontar, según BBC.
Una calculadora de salario digno del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) descubrió que una persona soltera sin hijos necesitaría ganar US$30,48 por hora para vivir cerca de Disneyland ($120.000 aproximadamente), en el condado de Orange.
Los trabajadores señalan que, a pesar de sus dificultades, permanecen en sus puestos debido al amor por la marca Disney y los beneficios de atención médica y el banco de alimentos operado por el sindicato, que consideran una salvación.
Disney manifestó su compromiso de negociar con sus “miembros del elenco”, término que utiliza para referirse a todos sus empleados, desde personajes hasta chefs y conserjes.
En un comunicado, la empresa expresó: “Respetamos y valoramos a nuestros miembros del elenco y reconocemos el importante papel que desempeñan en crear felicidad para nuestros invitados”. Las conversaciones con los sindicatos se reanudarán el 22 de julio, con la esperanza de alcanzar un acuerdo que beneficie a los empleados y permita el crecimiento del parque.
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Mientras tanto, la espera y la incertidumbre persisten para aquellos que, tras la magia y la alegría que ofrecen a los visitantes, luchan por encontrar un equilibrio entre su trabajo y sus necesidades básicas.
