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Desde el exilio, Sergio Ramírez no cree en el diálogo con Ortega y Maduro

El escritor nicaragüense, Premio Cervantes 2017, habla desde el exilio. Tiene orden de captura en su país.

  • El escritor lleva la historia de su país en su vida: luchó contra la dictadura de los Somoza y hoy es perseguido de Ortega. FOTO getty
    El escritor lleva la historia de su país en su vida: luchó contra la dictadura de los Somoza y hoy es perseguido de Ortega. FOTO getty
  • Sergio Ramírez y Daniel Ortega en la década de los 80.
    Sergio Ramírez y Daniel Ortega en la década de los 80.
29 de septiembre de 2021
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Eso será vivir en un bucle temporal, en la trama de la ficción que enreda a los personajes en la cotidianidad repetida que, como un búmeran, regresa lo sufrido y lo vivido, lo aprendido y lo olvidado, al punto de origen. Eso será ser Sergio Ramírez, el punto cero donde el tiempo de un escritor y el de un país se encuentran y se consumen. La orden de captura en su contra, desesperada persecución de Daniel Ortega en Nicaragua, tiene los tintes de un peligro conocido al que ya se ha sobrevivido. Lo de Ramírez parece una cosa ya vivida, repetida y saciada de novedad. Su vida es la tragedia de su país.

“Tengo ya 80 años”, dice acotando lo inevitable, como justificando que tras la revolución sandinista de la que hizo parte junto a Ortega, que triunfó y gobernó durante la década de 1980 a Nicaragua; ese movimiento reconvertido en mito para la izquierda que derrotó en 1979 a una dictadura de 50 años, la de la familia Somoza; ese hombre que protagonizó y también escribió la historia, ahora esté condenado al exilio. “Ya no tengo 30 años”, insiste, “tengo que escoger entre el exilio y la cárcel. Y yo sé lo que está siendo la cárcel para los prisioneros, sometidos a interrogatorios y a actos de permanente crueldad”.

Escribir puede ser un autoexilio. “Yo no soy un político, yo soy un escritor”, dice, procurando separar dos caminos destinados a unirse. En Tongolele no sabía bailar las vidas del inspector Morales y de Tongolele, el sicario a sueldo del régimen, también se cruzan en la Nicaragua convulsa de 2018 cuando, tanto en la ficción como en la realidad, miles de jóvenes salieron a protestar contra Ortega.

La ficción de Ramírez escapa entonces de las 344 páginas escritas y encalla en las manos de algún director de aduanas del aeropuerto de Managua. El funcionario pasa revista al paquete, cuyo origen detalla México-Alfaguara y destino entrecomilla “Residencia Sergio Ramírez”. La novela recién publicada. La novela ya censurada. Otra jugarreta del destino, otro reversazo del tiempo, reducido a aquellos días de libros ardiendo: “El primer libro prohibido en la historia contemporánea de Nicaragua”.

¿Fue ese libro la causa de su orden de captura?

“Cuando me senté a escribir esta novela incorporando los acontecimientos de 2018 (más de 420 víctimas registradas), pensé que estaba entrando en un terreno minado. Al introducir estos hechos, la novela contradice la tesis oficial que insiste machaconamente que lo que hubo en Nicaragua fue un intento de golpe de estado, una cosa absurda. Toda la falta de correspondencia entre los conceptos y la realidad que existe en Nicaragua es bastante orwelliano. Los golpes de estado se organizan generalmente en los cuarteles, ningún golpe de estado se genera en la calle, lo que hubo fue un levantamiento popular de la gente cansada de la opresión. Los muchachos se levantaron sin armas y fueron reprimidos despiadadamente. Meter el dedo en esa llaga es muy sensitivo para el régimen”.

¿Con usted se inaugura la persecución de Daniel Ortega al arte?

“Es una persecución a la libertad de expresión, de creación artística y una persecución contra la cultura. En la historia de Nicaragua no recuerdo ningún libro que haya sido prohibido. Durante el Somocismo hubo intentos de prohibir libros, pero no una novela. Se prohibió El Capital, de Karl Marx, los libros que Somoza consideraba subversivos, pero yo no recuerdo que se le haya ocurrido prohibir una novela”.

Esa comparación entre Somoza y Ortega es cada vez mas usual, ¿es justa?

“Con algunas diferencias. La familia Somoza llegó al poder no por una revolución sino por un golpe de estado. Reinó a lo largo de 50 años sucediéndose padres, hijos y testaferros. Llegaron a 50 años de dominio. En este caso, Ortega es producto de una revolución que triunfa en 1979 y es derrocada en las urnas en 1990. En el residuo de esa revolución queda enquistado el caudillismo de alguien (Ortega) que había sido dirigente de ese proceso y que después comienza a preparar el terreno para quedarse con el poder. Los actos de brutalidad que cometió Somoza fueron muchos, pero los mayores, bombardear ciudades por ejemplo, fueron en medio de una lucha armada. Somoza reprimía a los jóvenes que estaban en las barricadas, armados, buscando derrocarlo. La represión de 2018 no se dio contra jóvenes armados sino contra desarmados que presentaban un frente de resistencia cívica. Fueron asesinados por centenares”.

Usted hizo parte de un gobierno sandinista y ahora es un perseguido de Ortega, ¿falló la revolución?

“El sandinismo intentó un programa de transformación social dejando atrás la transformación democrática. La pretensión de la revolución era que un partido se quedara en el poder siempre para llevar adelante este proceso revolucionario. El hecho de que se haya procurado un cambio por medio de las armas engendró la posibilidad de que un caudillo armado pudiera hacerse con el poder”.

Sergio Ramírez y Daniel Ortega en la década de los 80.
Sergio Ramírez y Daniel Ortega en la década de los 80.

¿Qué queda del sandinismo que sacó a Nicaragua de una dictadura de 50 años?

“Nada. Quedan Dora María Téllez en la cárcel; Hugo Torres, quien liberó a Ortega de la cárcel, en prisión; Víctor Hugo Tinoco, quien fue un representante diplomático muy destacado, en la cárcel. Todos ellos participaron de la revolución. Luego los que hicieron la imagen de la revolución en el exterior: Carlos Mejía Godoy en el exilio, Gioconda Belli en el exilio; Ernesto Cardenal humillado; y yo, perseguido y amenazado, en el exilio. De la revolución, de esa gesta, no queda absolutamente nada”.

Se cayó el mito. En el fondo, toda revolución es un mito...

“La revolución en Nicaragua de 1979 fue la última revolución armada del continente y fue el fin del mito de las revoluciones. Las guerrillas que sobrevivieron a ese momento no tardaron en transar un acuerdo de paz. Luego solo quedaron las Farc, que ya no representaban ninguna idea romántica de la revolución, solo un negocio corrupto”.

¿Volverá a Nicaragua?

“La alternativa de regresar a mi país es la cárcel. Yo no tengo duda de que cumplirían con la orden de prisión dictada contra mi. Cuando Somoza me dictó una captura volví a desafiarlo, en 1978. Somoza no se atrevió a meterme preso. Ahora sí sé que lo harían. Yo tenía 30 años, ahora me acerco a los 80. Tengo que escoger entre el exilio y la cárcel. Y yo sé lo que está siendo la cárcel para los prisioneros, sometidos a interrogatorios y a actos de permanente crueldad.

Me he sentido obligado a explicar lo que pasa en Nicaragua: el silencio, la represión, el miedo, los 140 prisioneros políticos, los más de 40.000 exiliados sólo en Costa Rica, otros 20.000 que se han ido a EE. UU. Es un país que está siendo desmantelado y que se encamina hacia un régimen de partido único. No es mi vocación la política, mi vocación es la de la escritura y un escritor exiliado lo que tiene detrás es la memoria trágica de su país”.

¿Qué piensa del proceso electoral hacia noviembre?

“Hablar de elecciones es una burla. Todos los candidatos presidenciales están presos, los dirigentes políticos más importantes del país están presos, los dirigentes estudiantiles, los dirigentes campesinos, ¿de qué elección se puede hablar cuando quienes van a competir con Ortega son candidatos fabricados por él mismo? Candidatos risibles que la gente no sabe ni como se llaman. No hay elecciones en Nicaragua. Lo que hay es un procedimiento burocrático para confirmar a Ortega y a su esposa en la presidencia”.

Siempre hay un debate entre qué hacer: si aislar un gobierno así o dialogar con él, como en Venezuela...

“Lo que más le conviene a quienes han secuestrado los países es el diálogo. Maduro está ganando tiempo, haciendo espacio. Ya España lo reconoció como presidente legítimo. Esa mesa no va a resolver el problema. Igual que Ortega, Maduro se ha jurado a sí mismo no dejar nunca el poder. El poder no está de por medio en esas negociaciones. Pensar que de ahí va a salir en Venezuela un gobierno democrático o la posibilidad de que llegue al poder un gobierno contrario al sistema de Maduro, me parece un cuento de la caperucita roja. Pensar que en una mesa de negociación, Ortega va a ceder el poder, conceder cuotas importantes de poder...lo que Ortega va a negociar cuando llegue el momento son a los rehenes. Los 140 rehenes que tiene en su mano. Va a comenzar a ofrecer soltar a los presos políticos por tandas, reservándose los más importantes para el final”.

¿Ortega tiene ideología?

“Lo importante es la falta de escrúpulos en todo sentido. Cuando el poder no tiene escrúpulos llega a cualquier acuerdo de cualquier tipo. Quien hace el acuerdo está pensando siempre en reforzar su poder y reforzar a su régimen. Quien piense que a través de acuerdos de algún tipo va a debilitar al régimen...eso no es posible. Ortega tiene un control absoluto sobre la fuerzas armadas, las fuerzas policiales, de seguridad, los órganos electorales, el poder judicial. Es un poder que no tiene resquicios. Y cuando él ve que hay algún resquicio, busca cómo rellenarlo. Eso va desde el control de todos los poderes del estado hasta la pretensión de controlar la palabra. Por eso es que una novela resulta tan ofensiva a un régimen que pretende controlarlo todo”

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