Para el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en los 23 meses que lleva en el poder no existió un aliado ideológico más importante que su homólogo Donald Trump. Pero esa amistad entre mandatarios tiene fecha de caducidad: el 20 de enero de 2021, cuando el republicano tenga que entregar la Casa Blanca al demócrata Joe Biden.
Con Trump, Brasil estrechó lazos con Estados Unidos, aunque el primero no pudo concretar su ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que era uno de los objetivos que el jefe de Estado perseguía al acercarse a ese gobierno.
Ambos tienen cualidades que convergen: no creen en el coronavirus, tampoco en el aislamiento o en la gravedad del cambio climático, y plantearon administraciones en las que poblaciones como los afro o los LGTB fueron discriminados.
La investigadora de Cries y profesora de la Universidad Federal de São Paulo, Carolina Silva, considera que, si bien en América quedan otros gobiernos con una tendencia marcada hacia la derecha –como el de Iván Duque (centro) en Colombia o de Sebastián Piñera en Chile– Bolsonaro es “el más radical ideológicamente hablando y el único que aún legitima la retórica trumpista de fraude electoral”.
Al exmilitar de 65 años le quedan dos años en el poder, cuatro más si consigue la reelección. A su aliado norteamericano, en contraste, le restan poco más de dos meses en el Ejecutivo. Si bien en el mundo hay otros mandatarios de un corte similar como los de Filipinas, Hungría y Turquía, por ahora él estaría solo en América.
“Quedará aislado y este cambio en la política de Estados Unidos puede debilitar a los grupos más radicales que apoyan a su gobierno”, afirma la profesora de Flacso, Ana Luiza Matos. Bolsonaro es de los pocos jefes de Estado que no ha reconocido el triunfo de Biden, junto a los de China, México y Rusia. Y a la falta de un mensaje en Twitter para felicitarlo por su triunfo, la relación comenzó con amenazas.