Literalmente fue una lluvia de misíles. Así fue el ataque que lanzó Rusia contra Ucrania con un bombardeo aéreo que combinó 91 misiles, 97 drones explosivos y el uso de bombas de racimo.
La ofensiva, denunciada por el presidente ucranian, Volodimir Zelenski, dejó sin electricidad a más de un millón de personas en plena temporada invernal, lo que pone en riesgo la vida misma de los ciudadanos.
El mandatario ucraniano calificó esta escalada como “una perversión terrorista” e hizo un llamado con urgencia para recibir más sistemas de defensa aérea de sus aliados. “Cada uno de estos ataques demuestra que los sistemas antiaéreos son necesarios aquí, donde salvan vidas, y no en los almacenes de nuestros socios”, afirmó Zelenski.
La tensión aumentó aún más con las declaraciones del presidente ruso Vladimir Putin, quien, desde la cumbre en Kazajistán, justificó los ataques como una “respuesta” a los recientes bombardeos contra territorio ruso con misiles estadounidenses y británicos.
El punto más preocupante de las amenazas de Putin es el posible uso del misil hipersónico Oreshnik, una arma balística de alcance intermedio que podría cambiar las reglas del juego. Según el líder ruso, la producción en masa de este proyectil ya está en marcha.
Con un alcance de hasta 5.500 kilómetros y capacidad nuclear, el Oreshnik puede alcanzar cualquier objetivo en Europa e incluso la costa oeste de Estados Unidos si se dispara desde el extremo oriental de Rusia. “No descartamos usar el Oreshnik contra objetivos militares o centros de decisión en Kiev”, advirtió Putin, en lo que muchos analistas interpretan como una amenaza directa a Zelenski y su Gobierno.
Esta no es la primera vez que Putin menciona esta arma, pero sus constantes advertencias sobre su capacidad destructiva y la producción en serie de este misil, eleva la tensión en este conflicto que ya lleva casi dos años.