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Sin Raúl Castro, ¿posibilidad de cambios en Cuba?

Si bien Raúl Castro se retira del poder, muy pocos apuestan por un cambio de fondo en la isla.

  • Raúl Castro deja el poder en el Partido Comunista de Cuba y elige como sucesor a Miguel Díaz-Canel a quien siempre se refirió como el mejor discípulo. FOTO Getty
    Raúl Castro deja el poder en el Partido Comunista de Cuba y elige como sucesor a Miguel Díaz-Canel a quien siempre se refirió como el mejor discípulo. FOTO Getty
21 de abril de 2021
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Del discurso de Miguel Díaz-Canel en su ascenso como máximo líder del Partido Comunista de Cuba (PCC) resaltó, más allá de lo que dijo, lo que no dijo y el traje negro y de corbata roja que vestía. En el Palacio de Convenciones de La Habana, revestido de banderas rojas con consignas de lealtad al socialismo y a Fidel Castro, se escenificó el triunfo del continuismo.

“El compañero Raúl (Castro) será consultado sobre las decisiones estratégicas de mayor peso para el destino de la Nación”, prometió el nuevo líder, ante la atenta mirada de Castro, que vestía su característico uniforme del Ejército. Esa, la diferencia entre lo que viste un civil y un militar, rompió la historia en Cuba. El temor es que esa sea la única ruptura.

La sorpresa del relevo en el cargo más importante de la isla no fue tal. Desde el inicio del VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), el pasado 16 de abril, Raúl Castro anunció su renuncia como primer secretario del partido, a pocos meses de cumplir 90 años. “Continuaré militando como un combatiente revolucionario más, dispuesto a aportar mi modesta contribución hasta el final de la vida”, señaló. En Cuba, si bien existe la figura de presidente desde la reforma constitucional de 2018, este no es elegido por votación directa y su papel está relegado en importancia al del secretario general del Partido Comunista.

Con la partida de Raúl Castro más la de José Ramón Machado Ventura, de 90 años, y el comandante Ramiro Valdés, de 88 años, estos últimos integrantes de la cúpula, la llamada “generación histórica”, aquella que vivió y apoyó en carne propia la revolución, dará un paso al costado en los máximos cargos dirigenciales. Con su ida, el Buro Político se reduce a 14 (eran 19) y se elimina el cargo de segundo secretario. La renovación de nombres alcanza a esta institución: entran cinco nuevos miembros y 9 de sus integrantes han sido ratificados.

Miguel Díaz-Canel se convierte así en el primer civil en dirigir el partido, el único que es legal en Cuba y que el artículo 5 de la Constitución define como “martiano y marxista-leninista”. Lo hace en un relevo que ya se preveía desde que en 2018 fue aupado por el mismo Castro como presidente. En ese entonces, y ahora, el hermano de Fidel resaltó a Díaz-Canel como su mayor discípulo. Y le impuso un futuro: “Hay límites que no podemos rebasar porque llevaría a la destrucción del socialismo”. Este lunes, con una pantalla de fondo que mostraba el rostro del fallecido Fidel Castro, Díaz-Canel no dio mayores muestras de rebeldía.

Sin cambios a la vista

En la descripción de su cuenta en Twitter, el nuevo líder cubano se identifica como un “comprometido con las ideas martianas de Fidel y Raúl”. Su trayectoria lo comprueba. Ingeniero de profesión, nació en 1959, un año después de la Revolución, lo que le propició crecer en un país donde el sistema de los Castro se implantaba sólidamente. El think tank Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), experto en investigación sobre política internacional, reseña su carrera como “lenta y discreta pero segura, sin estridencias ni altibajos”, y a él lo compara con un corredor de fondo, “disciplinado que no da pasos en falso, exhibe pureza ideológica y hace obedientemente lo que sus jefes esperan de él.”

Ingresó al Buró Político del PCC en 2003 tras una larga y fructífera trayectoria como dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas y primer secretario del Partido en su provincia. “Mientras Raúl esté vivo, será difícil hablar de una Cuba sin los Castro”, señala Simón Flórez, experto en política latinoamericana de la Universidad Eafit, “podemos ver cambios de nombres, pero la doctrina está dada”. Díaz-Canel es descrito, dice el CIDOB, “como un hombre inteligente, de mentalidad abierta en cuestiones culturales, y agradable y accesible en el trato personal, aunque sin empaque de estadista ni dotes oratorias”.

En su intervención en la ONU en 2018 confirmó abiertamente que no era un reformista. Hay matices, sin embargo, que vale tener en cuenta. La investigadora Liosday Landaburo Sánchez señala como ejemplo en la publicación “Cambios e inmutabilidades en el gobierno de Díaz Canel. La influencia de la política interna en la política exterior cubana” de la Universidad de Salamanca, el encuentro del entonces solo presidente con cubanos residentes en EE. UU.

“Se dirigió a los presentes como ‘compatriotas’. En ese evento, recordó los diálogos del gobierno con la comunidad cubana en el exterior, conocidos como Diálogo del 78, que constituyó el primer acercamiento de la Revolución con sus migrantes en Estados Unidos, después de las tensas relaciones, sobre todo en los 60”. Según Landaburo, finalizó su discurso con un “Contamos con ustedes. Somos Cuba”.

Los 30 años que lo separan en edad de Raúl Castro impondrán, inevitablemente, cambios en el estilo de gobierno, si bien no en el fondo. Es el único superviviente de un grupo de cuadros jóvenes que la Revolución formó para ocupar altos cargos. En una entrevista dada para la cadena Telesur en 2018 señaló la necesidad de los dirigentes cubanos de rendir cuentas y de tener presentes alternativas para solucionar problemas. Y tendrá muchos en su nuevo cargo.

El Producto Interno Bruto cubano cayó en 2020 un 11 %, la mayor caída en las últimas tres décadas, a causa del coronavirus y de las sanciones que el gobierno de Donald Trump impuso y que Joe Biden no ha dado muestras de flexibilizar. En uno de sus últimos discursos como presidente, el mismo Castro reconoció que la situación era “tensa”. La isla afronta desde mucho antes de la pandemia escasez de alimentos y falta de liquidez, lo que en principio provocó una pequeña apertura.

Desde 2010, el gobierno cubano intenta ampliar la cantidad de sectores de su economía en los que permite participación de privados. Aún así, los más poderosos y productivos, como la medicina, las comunicaciones o la arquitectura y la construcción, siguen bajo férreo control del Estado.

“No es incorrecto afirmar que hay indicios de algún modernismo”, señala Flórez, “pero no de manera equitativa. La economía seguirá manteniéndose a punta de turismo. Es difícil pensar en un cambio radical hacia la modernización. Y los cambios, por ejemplo, en los derechos civiles, son menores”.

El pasado 5 de abril la ONG Cuban Prisoners Defenders, enlistó en mínimo 185 los casos de presos y condenados políticos en Cuba. “Los cambios en esta materia son los que más le cuestan al régimen”, señala Flórez, “y es precisamente por eso que veo difícil que la administración Biden se aproxime de nuevo a Cuba”. De hecho, en su discurso de despedida frente al congreso del partido, Castro envió un guiño a Biden. “Cuba ratifica la voluntad de fomentar el diálogo respetuoso con Estados Unidos, sin que se pretenda que para lograrlo se realicen concesiones inherentes a su soberanía e independencia y ceda en el ejercicio de su política exterior y sus ideales”.

La política estadounidense

Durante el gobierno de Barack Obama, Cuba y Estados Unidos tuvieron su mayor acercamiento en décadas. El entonces presidente estadounidense visitó la isla en 2016, convirtiéndose en el primer mandatario de ese país en hacerlo desde 1928. Ya en su primer gobierno había tomado decisiones que le habían permitido un respiro a la isla. El 13 de abril de 2009 levantó las restricciones a los viajes y las remesas a Cuba poniendo un fin parcial a más de 45 años de limitantes económicas, en una estrategia que la mayoría de la comunidad internacional ha rechazado.

La última vez que el embargo de Estados Unidos a Cuba llegó a la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) fue en 2019, año en el que aprobó, con 187 votos a favor, 3 en contra y 2 abstenciones, una resolución que pedía a la potencia norteamericana poner fin al embargo (por primera vez en la historia, Brasil y Colombia no apoyaron con su voto). Es una resolución que se ha repetido por lo menos 17 veces en la historia de la ONU. “El embargo afecta mucho más al cubano de a pie que al Estado”, anota Flórez, “y en cierta medida, le ha dado fuego a la revolución”.

Joan del Alcàzar1 y Sergio López, investigadores del modelo cubano de la Universidad de Valencia (España), están de acuerdo con la hipótesis. En su artículo “Fidel Castro, cuatro fases de un liderazgo inacabado”, describen el embargo como “injusto y anacrónico” y lo incluyen, incluso, como una de las razones de que el régimen se mantenga en el poder. “Legitima el discurso de resistencia a ultranza del castrismo. También lo refuerza en el exterior de la isla, donde sigue contando con el marchamo (señal distintiva) de antimperialista canónico”.

Pese a que Joe Biden fue vicepresidente de Obama, no ha dado muestras de echar para atrás las medidas de Trump. A principios de enero de 2021 Biden declaró que “revisaría” las cerca de 200 sanciones que decretó su antecesor. “Creemos en la posibilidad de una relación bilateral constructiva y respetuosa de las diferencias”, dijo entonces. Ese proceso, que ya entonces advirtió la administración sería lento y sin afanes, no se ha traducido en decisiones.

“Si nos apegamos a la política tradicional de los demócratas, es prerrequisito el respeto a los derechos humanos”, explica Flórez, “no debería hoy haber una intención de acercamiento a Cuba, porque hay una falta de progreso en materia de derechos civiles”.

El VIII Congreso del PCC terminó el lunes con un relevo generacional que promete cambios en los matices pero lealtad en lo fundamental.

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