No hay que ir muy lejos, basta con preguntarle a cualquier vecino menor de 30 o quizá menor de 40 años. Va a decir que no quiere hijos. Las razones son muchas: porque el planeta no aguanta más gente, porque el apocalipsis está a la vuelta de la oreja, porque prefiere viajar, porque quiere disfrutar su vida, porque tiene un gato, porque tiene un perro.
La vida ha cambiado —en los países desarrollados y en los que están en las vías ídem—, las prioridades se ubican en otro espectro: la tasa global de nacimientos ronda los 2,3 por mujer, menos de la mitad del nivel de 5 hijos por mujer que se registraba en los años 1960.
El año pasado, un informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) reveló que entre enero y octubre hubo 371.777 nacimientos en Colombia, una caída del 14,4 % frente a los 434.253 bebés nacidos en el mismo periodo de 2023.
Pero no es exclusivo de nuestro país. La semana pasada, la agencia europea de estadísticas Eurostat reveló que la Unión Europea tuvo en 2023 una disminución récord en el número de nacimientos no vista desde 1961. Se registraron 3,67 millones de nacimientos, contra 3,88 millones en 2022, un retroceso de 5,4%. Esto quiere decir que en todo el Viejo Continente hubo menos de 4 millones de bebés en un año, una cifra que tiene en alerta a las autoridades.
Y es que la tasa total de fertilidad en 2023 en la UE fue de 1,38 nacimientos por mujer, contra 1,46 en 2022; la más elevada la tuvo Bulgaria, con 1,81 alumbramientos, seguida por Francia, con 1,66, y Hungría, con 1,55. Por otro lado, España se situó entre los países con la tasa de fertilidad más baja, con apenas 1,12. Malta registró 1,06 nacimientos por mujer y Lituania 1,18.
Eurostat registró que Bulgaria tuvo también el más bajo promedio de edad en las mujeres que tuvieron su primer hijo, con 26,9 años, mientras que Italia mostró el más elevado, con 31,8 años.
Y aunque los datos de 2024 apenas están siendo analizados por Eurostat, ya se sabe que los nacimientos continuaron descendiendo con tasas bajas en Italia —una media de 6,5 nacimientos por cada 1.000 habitantes—, España, Grecia, Lituania y Letonia. Entre tanto, en Francia, la tasa global de fecundidad fue de 1,62 hijos por mujer, frente a los 1,66 de 2023.
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En noviembre del año pasado, el diario español El País publicó el artículo El invierno demográfico europeo y el déficit de competitividad, cuya tesis central era que la Unión Europea debía ver la inmigración como una defensa ante la baja natalidad.
Decía el artículo: “La edad mediana en la Unión Europea —es decir, la edad que divide a la población en dos grupos numéricamente iguales— es de 44 años, mientras que en Estados Unidos y China es de 38. Muy por encima también de la India (28 años) y más del doble que en África, donde la edad mediana es de tan solo 18 años. Europa no es continente para bebés. Nuestra tasa de fecundidad ha descendido notablemente desde los años noventa, pasando de 1,6 hijos por mujer a la actual de 1,4 —muy lejos de la tasa de reemplazo de 2,1—. También Estados Unidos tiene una tasa de fecundidad más alta que la nuestra: 1,7”.
Más allá de los discursos altruistas que abogan por frenar “la paridera” —como dice el escritor antioqueño Fernando Vallejo—, estamos viviendo en países cada vez más envejecidos, donde la productividad no tendrá una base de fuerza; no es un secreto que los sistemas de pensiones y salud se están quedando sin trabajadores jóvenes que los fondeen. Uno de los casos más preocupantes es el de Corea del Sur, donde hay 0,7 hijos por mujer.
Ahora bien, la baja natalidad no es un problema global, es un asunto que toca algunos continentes y países. La población mundial continúa creciendo en términos absolutos —en 2022 éramos 7.990 millones y en 2023 éramos 8.062 millones de personas—, el asunto es que hay grandes contrastes regionales.
En las zonas más desarrolladas, el crecimiento demográfico se ha estancado e incluso revertido. En Japón la población alcanzó un pico de 128 millones en 2010 y desde entonces disminuye cada año: en 2024 tuvieron 720.988 nacimientos y 1,62 millones de muertes, ilustrando una caída poblacional acelerada a pesar de las fuertes políticas pronatalistas.
La ONU proyecta que la población de 61 países disminuirá al menos un 1% entre 2022 y 2050 debido a la baja fertilidad persistente (y en algunos casos, a la emigración).
Países donde crece la natalidad
Mientras que Europa y Asia no logran levantar la natalidad en varios de sus países, es África donde se vive la realidad contraria, pues tiene un promedio de fertilidad de 4 a 5 hijos por mujer, y en territorios como Níger supera los 6 hijos, según datos de la ONU, que contempla que en el África subsahariana podría duplicarse la población para 2050.
Por ejemplo, se espera que Nigeria —hoy con 227 millones de personas— llegue a 340 millones de habitantes más para final de siglo, un incremento equivalente a agregar toda la población actual de Estados Unidos.
En esa misma tendencia están los países de Asia Meridional, jalonados por la tumultuosa India: en 2023 sobrepasó a China como el país más poblado con más de 1.400 millones de habitantes que, aunque según la OMS ha bajado en su tasa de fertilidad, por ahora es impulsada en nacimientos por un gran número de jóvenes que están en edad reproductiva.
La ONU estima que toda la expansión de la población mundial de los próximos 25 años vendrá de las regiones menos desarrolladas, y más de la mitad de ese crecimiento se concentrará en solo 8 países: la República Democrática del Congo, Egipto, Etiopía, India, Nigeria, Pakistán, Filipinas y Tanzania. Se proyecta que para 2100 África albergará a casi el 40% de la humanidad, frente al 17% en 2020. Para entonces, uno de cada dos niños que nazcan en el mundo será africano.
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En un artículo de El País de España, Michael Herrmann —asesor de economía y demografía el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA)— dice: “Mucha gente vive en la pobreza, no tiene trabajo ni seguridad alimentaria, y ahora nacen más personas. Eso aumenta el desafío de satisfacer las necesidades básicas de todos (...) Para conseguirlo, aumentará el consumo, lo que requerirá un incremento de la producción. Con el modelo actual, eso tendrá un enorme y dramático impacto medioambiental”.
El caso de América Latina
La historia de los países se puede bifurcar. Es decir, en África podría ocurrir lo que hoy pasa con América Latina y el Caribe, donde la natalidad pasó de un crecimiento hiperbólico a un estancamiento progresivo —ya vimos la caída precipitada de Colombia para 2024—. En 2022, la tasa global de fecundidad de la región se estimó en 1,85 nacidos vivos por mujer, por debajo incluso de la de Norteamérica. Países latinoamericanos que hasta fines del siglo XX tenían familias numerosas ahora presentan índices similares a los europeos. Brasil, Chile o Costa Rica tienen una media entre los 1,5 y 1,7 hijos por mujer, e incluso regiones tradicionalmente más prolíficas como Centroamérica experimentan descensos rápidos.
Según la ONU, aunque Latinoamérica y el Caribe tienen una gran parte de la población en edad de trabajar, se prevé que hacia 2040 comience a disminuir la proporción de personas activas, augurando retos para los sistemas económicos y de protección social.
Causas y consecuencias
Los demógrafos y economistas llevan años analizando este vuelco demográfico. En cuanto a las causas, hay un amplio consenso: el declive de la natalidad es resultado directo del desarrollo socioeconómico. Un estudio de 2022 hecho por las Naciones Unidas detallaba: “Las tasas más bajas de fertilidad suelen ir de la mano de una mayor educación de las mujeres, mayor igualdad de género y mejores niveles de vida”.
A medida que las sociedades prosperan, las familias tienden a ser más pequeñas. Las personas se casan más tarde (o eligen no casarse), acceden a anticonceptivos eficaces, y el costo de criar hijos en entornos urbanos se eleva, por lo que muchas parejas optan por tener solo uno o ningún hijo. Este patrón –observado primero en Europa y Norteamérica en el siglo XX– hoy se ha extendido a gran parte del mundo, incluyendo países de ingresos medios en Asia y América Latina.
“Estamos ante una increíble crisis de fertilidad... un problema serio que debemos atender con urgencia, como haríamos con un paciente en condición crítica antes que preocuparnos por su colesterol”, dijo el economista español Jesús Fernández-Villaverde, al analizar el caso de su país.
Varios gobiernos ya enfrentan dilemas: cómo financiar la seguridad social en sociedades envejecidas y cómo sostener la productividad con escasez de mano de obra joven. Países como Japón, Italia o Rusia han intentado incentivos (bonos por hijo, subsidios de guardería, licencias parentales amplias) para elevar la natalidad, con resultados hasta ahora modestos.
Por otro lado, especialistas en demografía insisten en que la humanidad no se “acabará” de la noche a la mañana y que una disminución paulatina de la población podría ser manejable e incluso beneficiosa en ciertos aspectos. “Las bajas tasas de natalidad no van a causar un colapso poblacional repentino”, afirma el profesor de la universidad de Sheffield (Reino Unido) Peter Matanle, experto en demografía asiática. “Las poblaciones se irán reduciendo y envejeciendo de forma gradual, lo cual da margen para adaptarse”.
Todo parece que es cuestión de perspectiva. Algunos expertos argumentan que tanto tiempo nos preocupó la “explosión demográfica” que deberíamos ver con buenos ojos un eventual equilibrio o reducción poblacional, siempre y cuando se gestione adecuadamente. En esta línea, la demógrafa inglesa Jane Reid sostiene que “una menor fertilidad y poblaciones más pequeñas deberían celebrarse más que temerse, ya que suelen acompañar mayores niveles de educación y bienestar”.
La sociedad va cambiando, y vivimos en una época de incertidumbre, como lo muestran los vientos de guerra en Europa y Oriente Medio, esto definitivamente también trastoca las intenciones de tener hijos o no. Mientras tanto, la ONU señala como un punto de quiebre para el mundo el año 2050, cuando llegaremos a los 10.000 millones de habitantes en el planeta, con gran fuerza en África. Para entonces, quizá las preocupaciones de la humanidad sean otras.
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