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Narcos acechan los puertos de Amberes y Roterdam

Mafias de los Balcanes, Países Bajos e Italia alimentan estas rutas, en asocio con las colombianas.

  • Incautación de 835 kilos de cocaína en un contenedor, en el puerto de Buenaventura, que iban para Roterdam (2018). FOTO POLICÍA
    Incautación de 835 kilos de cocaína en un contenedor, en el puerto de Buenaventura, que iban para Roterdam (2018). FOTO POLICÍA
Narcos acechan los puertos de Amberes y Roterdam
25 de enero de 2021
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Cuando las Fuerzas Especiales irrumpieron en una academia de equitación del pueblo de Nijeveen, en la provincia de Drenthe, quedaron perplejas con lo que encontraron: un enorme laboratorio de cocaína, operado por 16 personas.

De esos operarios capturados el pasado 10 de agosto, 13 eran colombianos, dos neerlandeses y un turco, que pernoctaban entre cocinas improvisadas en establos y bodegas de precursores químicos. Allí no fabricaban droga, sino que la reconvertían, pues llegaba impregnada en otras sustancias (pegante, carbón o comida para mascotas) y ahí separaban los compuestos, recuperando 200 kilos diarios del estupefaciente, que en las calles de Europa se pueden vender por 6 millones de euros.

Los uniformados tardaron tres días en procesar toda la evidencia, por lo que el inspector André van Rijn, encargado del operativo, no dudó en calificarlo como “el más grande laboratorio de cocaína encontrado en Países Bajos”.

El periodista Arjen ten Cate, quien está cubriendo este caso para el periódico local De Stentor, le contó a EL COLOMBIANO que los hallazgos no terminaron en la escuela de equitación, sino que las pistas condujeron a los investigadores a un cobertizo en la ciudad de Apeldoorn, donde almacenaban 120 toneladas de carbón importadas de Colombia.

“El Ministerio Público cree que de ese carbón, los traficantes extrajeron 22 toneladas de cocaína que venía impregnada. A la fecha, hay 26 personas detenidas por estos hechos, 16 de las cuales son colombianas”, narró Arjen.

Este es uno de los episodios más recientes en una compleja trama de narcotráfico, con rutas que salen de la costa colombiana hacia los puertos de Roterdam, en Países Bajos, y Amberes, de Bélgica. La Dirección Antinarcóticos de la Policía (Dirán) ha incautado 27.1 toneladas de cocaína que iban hacia estos destinos, entre 2018 y 2020 (ver recuadro), lo que refleja una febril actividad mafiosa.

¿Por qué a estos puertos?

La primera pregunta que hay que responder es: ¿para qué llevar la mercancía tan lejos, cuando podrían ingresarla al Viejo Continente por la antigua ruta del Mediterráneo y los puertos de España e Italia?

El terminal marítimo de Roterdam es una “monstruosidad” centenaria, con un muelle de 40 k.m. y una superficie de 5.299 hectáreas, que según la autoridad portuaria movió 469,4 millones de toneladas de mercancía en 2019. Es el más grande de Europa y el tercero del mundo, detrás de Singapur y Shangai.

En tamaño e importancia le sigue el vecino puerto de Amberes, dotado para recibir buques de hasta 100.000 toneladas, donde opera “el segundo mayor complejo petroquímico del mundo, después de Houston (EE.UU.)”, según el portal icontainers.com.

Jeremy McDermott, codirector de Insight Crime (fundación que investiga el crimen organizado), estuvo en Roterdam el año pasado y afirmó: “Estos dos puertos son los más eficientes del continente, manejan millones de contenedores y es imposible que todos sean inspeccionados. Tienen una infraestructura de vías y trenes que les permite distribuir rápidamente la mercancía a otros países europeos, y estas ventajas son aprovechadas por el crimen”.

Fuentes de Inteligencia manifestaron que, desde Colombia, hay múltiples rutas para transportar la droga hacia los citados destinos: barcos que salen de las costas Pacífica y Atlántica, vuelos clandestinos desde pistas ocultas, encomiendas y pasajeros de aeropuertos “cargados” con las sustancias; no obstante, las más usadas son las que parten de los puertos del Caribe, es decir, de Turbo, Cartagena, Barranquilla y Santa Marta (ver gráfico).

Hay buques con viajes directos, mientras que otros hacen escalas en Honduras, Guatemala y República Dominicana, donde los traficantes camuflan sus alijos. Otra ruta nace en las playas de La Guajira, llevando la droga en lanchas hasta las islas caribeñas, en las que se interceptan los barcos para subir la cocaína.

El coronel Ricardo Sánchez, comandante de Puertos y Aeropuertos de la Dirán, explicó que el principal método de los delincuentes consiste en contaminar con el alcaloide la mercancía legal de exportación (frutas, flores, artesanías, entre otras), lo que genera un daño reputacional a las empresas colombianas.

“La contaminación se puede hacer en altamar, sin que la tripulación lo perciba, porque los buques son inmensos. Los traficantes falsifican sellos de contenedores (“gemeleo”), los rompen para esconder tulas impermeabilizadas llenas de cocaína, y luego ponen los sellos duplicados”, dijo.

Otra forma es con buzos, que bajo el agua atornillan cilindros “parásitos” al casco de la embarcación, con capacidad para 100 kilos de droga.

Entre las razones para preferir las rutas a Países Bajos y Bélgica, está que participan pocos intermediarios, lo que da más ganancias, a diferencia del tráfico hacia EE.UU., en el que intervienen enlaces centroamericanos y mexicanos.

El desarme de las Farc (2016) acabó el monopolio de las áreas de cultivo de coca y animó a los europeos a venir al país para negociar directamente los cargamentos. Aquí, según la policía Antinarcóticos, compran un kilo de cocaína a 1.450 euros; al llegar a Roterdam y Amberes, el mismo kilo ya cuesta de 30.000 a 33.000 euros.

Desde allí se distribuye a los países nórdicos (Suecia, Noruega, etc.), donde el precio se eleva a 40.000 euros; a Europa Central (Alemania, Suiza, Francia, etc.) y Reino Unido, por 45.000 euros el kilo.

Algunos grupos ilegales mezclan la cocaína con otras sustancias, y aunque esto le resta pureza, logran rendir tres veces más la cantidad, aumentando las ganancias.

Para rematar, el Reporte Mundial de Drogas de la Oficina de la ONU contra las Drogas y el Crimen (2020), estimó que en la última década hubo un incremento en el consumo de cocaína (sin contar otras drogas) en Europa Occidental y Central, por lo que actualmente habría, por lo menos, 4.4 millones de consumidores entre los 15 y 64 años de edad.

En palabras de McDermott, “Países Bajos y Bélgica reemplazaron a España como la bodega de la cocaína en Europa”.

Protagonistas del negocio

En la ruta hacia estos puertos, uno de los protagonistas es el llamado “cartel de los Balcanes”. Hay que aclarar que esta es una denominación genérica para todos los grupos traficantes de la antigua Yugoslavia, y no quiere decir que se trate de una sola estructura con mando unificado, como fueron los carteles de Medellín y Cali en el pasado.

Este “cartel” tiene múltiples facciones, algunas de ellas enemigas entre sí, y para el contexto colombiano las que más negocios promueven son las de Albania y Serbia.

El estudio “Zonas estratégicas para el crimen organizado de los Balcanes Occidentales”, publicado en 2020 por la Iniciativa Global contra el Crimen Transnacional (una alianza de académicos), señaló que uno de los más activos en Colombia es el “Grupo Saric”, llamado así por su líder Darko Saric, oriundo de Montenegro y residente en Serbia.

Esta facción tiene células activas en Amberes y Roterdam, y estaría comprando cocaína desde 2009, gracias a una sociedad con “los Rastrojos”. Tras el debilitamiento de esta banda del Valle del Cauca, y la captura de Saric en 2014, los negocios continuaron, ahora con el clan del Golfo.

Otras organizaciones involucradas son “Grupa Amerika”, de Serbia, con tentáculos en Perú y Ecuador; y la banda de Sreten Jocic, un serbio con conexiones en Aruba, quien trabaja con albaneses y neerlandeses, y es conocida en Países Bajos como la “yugomafia” (por su origen yugoslavo).

El arribo de estos grupos no ha pasado desapercibido en Colombia. El general Jorge Vargas, director de la Policía, declaró que sus emisarios suelen visitar cultivos de coca y laboratorios, acompañados de disidentes de las Farc.

Uno de estos narcos de los Balcanes fue asesinado el 31 de marzo de 2020 en una casa de Guamal, Meta. El serbio Dejan Stanimirovic, alias “Marcos”, llegó de Ecuador a visitar un narco de los Llanos Orientales, el exparamilitar José Rivera Mendoza. Tras una discusión en plena borrachera, se armó una balacera en la que ambos terminaron muertos; dos policías que llegaron a atender el caso, fueron recibidos a tiros y también murieron.

El 20 de julio siguiente, otro narco serbio, Sasa Spasic, fue acribillado por un sicario en un restaurante de Guayaquil, Ecuador. Ambas muertes, cree la policía, están ligadas.

La organización italiana ‘Ndrangheta también está involucrada en estas rutas y sus delegados viajan a menudo a Medellín para establecer conexiones y comprar propiedades. En 2013 fue capturado Roberto Panuzzi (“Bebé”) en Bogotá, quien tenía residencia en la capital paisa; en 2014 cayó Domenico Trimboli (“Pasqale”) en el municipio de Caldas; al igual que Enricco Muzzolini, detenido en 2016 en Bogotá.

En medio de esta jauría de narcos está tomando fuerza el Grupo Thagi, liderado por Ridouan Taghi (capturado en 2019 en Dubai) y conformado por marroquíes y neerlandeses. Su segundo al mando, Said Razzouki, quien fue detenido por la Dirán el 7 de febrero de 2020 en un apartamento de Sabaneta, Antioquia.

Se presume que llevaba cuatro años entrando a Colombia, para negociar cargamentos con el clan del Golfo.

Esta es precisamente una de las organizaciones locales más ensañada con las rutas a Amberes y Roterdam. También le siguen la pista a “la Oficina”, la banda del Valle de Aburrá, que posee minas de carbón en el municipio de Amagá, para mezclar dicho mineral con cocaína y exportarlo, similar al cargamento encontrado en Apeldoorn.

En otra categoría están los “narcos invisibles”, traficantes sin filiación con algún grupo conocido, que administran redes clandestinas de manera independiente. La Policía tiene bajo la lupa a dos de ellos: la “Señora Cero” o “la Doctora”, viuda de un exjefe del cartel de Cali, quien maneja negocios transnacionales desde Cali; y “el Turco”, un extranjero residente en Medellín, dedicado al mismo oficio.

Cooperación sin fronteras

Según McDermott, “en el narcotráfico de hoy priman las redes multinacionales, integradas por personas de distintos países, que se articulan para la producción, exportación y distribución. Es difícil encontrar organizaciones con personas de una sola nacionalidad”.

Para contrarrestar este fenómeno, se requiere una cooperación global entre autoridades. El general Vargas manifestó que para interrumpir ese flujo de drogas a Europa “tenemos un trabajo con Interpol, DEA, NCA de Reino Unido (National Crime Agency), con las autoridades holandesas y españolas, y con las aduanas de Francia y Bélgica”.

Otra estrategia de cooperación se da entre instituciones locales, indicó el coronel Sánchez. “Con la Dian, las autoridades portuarias y empresas exportadoras tenemos alianzas para capacitar a empleados, certificar el trabajo, blindar la cadena de suministros y el comercio exterior”, agregó.

El hallazgo de Nijeveen podría ser un punto de inflexión para interceptar estas rutas. Arjen ten Cate detalló que la Fiscalía neerlandesa tiene dos cabos sueltos: un ciudadano turco, identificado como Oguz H., quien sería uno de los coordinadores en el puerto.

“El otro es su contacto colombiano –prosiguió-, con quien se comunicaban mediante una APP de chats encriptados”. En las conversaciones, interceptadas por el servicio de inteligencia, la persona que les respondía en Colombia aparecía con el seudónimo de “Fighter penguin” (pingüino peleador). ¿Cuál de todos los narcos involucrados en esta trama será?

Infográfico
3,7
toneladas de cocaína incautadas por Dirán (2018 y 2020) iban para Roterdam.
23,4
toneladas de cocaína incautadas por Dirán (2018 y 2020) iban para Amberes.
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