Cuba ha puesto fin, o al menos comenzó a hacerlo, a la “Ofensiva Revolucionaria” que una vez, hace ya 53 años, Fidel Castro lanzó desde las escalinatas de la Universidad de la Habana. “(...) hay que decir que no tendrán porvenir en este país ni el comercio ni el trabajo por cuenta propia ni la industria privada ni nada. Porque el que trabaja por cuenta propia que pague entonces el hospital, la escuela, lo pague todo, ¡y lo pague bien caro! (...)”. A partir de esta semana, y por primera vez desde aquel discurso hace medio siglo, 32 empresas privadas podrán tener porvenir.
La decisión fue anunciada este miércoles en la noche por el Ministerio de Economía de la isla. “La medida da luz verde a la creación de estos nuevos actores económicos, que pueden ya proceder a su constitución como personas jurídicas para ejercer sus actividades económicas”, dijo el Ministerio en una nota pública. Los “nuevos actores” provienen de 11 de las 15 provincias del país.
En su gran mayoría (13 del total) se dedican a la producción de alimentos, algo que seguro no es casual. Desde 2018 el desabastecimiento de productos básicos de la canasta alimentaria ha encrespado a los cubanos. Ya entonces el gobierno racionalizó la venta “liberada” de salchichas, pollo, arroz, arvejas, frijoles, huevos y aceite. Luego llegó la pandemia y todo empeoró aún más.
El desabastecimiento alimentario se acrecentó y a él se unió el sanitario. El cierre de fronteras terminó por acabar con el último resquicio de ingresos de los cubanos: el turismo. La economía se desplomó un -11 % solo durante 2020. Con casi todas las luces apagadas, a la gente solo le quedó salir a las calles. A inicios de julio pasado La Habana fue testigo de las protestas contra el gobierno más multitudinarias desde el Maleconazo de 1994. Entre las exigencias estaban el fin de las largas filas frente a las tiendas estatales.
A pesar de que entonces la respuesta oficial fue culpar al bloqueo que mantiene Estados Unidos sobre la economía cubana, la aprobación de estas empresas demuestra cuánto impacto tuvo el movimiento social. Porque en realidad, la decisión de permitir estos actores privados estaba abierta desde 2011, cuando el gobierno de Raúl Castro lo prometió. Diez años tardó en cumplirse.
Aún así, la apertura está lejos de ser completa. El Estado cubano mantiene prohibida la participación de privados en sectores que considera “estratégicos” como el de la salud, las telecomunicaciones, la energía y la defensa. Hasta esta reforma, en Cuba la posibilidad de tener un negocio privado se remitía a lo que se ha llamado “cuentapropista”.
Se trata de aquellas personas que tienen permiso para desarrollar una actividad económica a riesgo e iniciativa propia. La mayoría de las licencias en este campo se reducen a transportistas, mensajeros o arrendadores. Aún con lo limitado que eso suena, ese sector ya representa el 13 % de la economía de la isla y emplea a unas 600.000 personas, según cifras oficiales.
Al frente de la Universidad de la Habana, Fidel Castro justificó la nacionalización de miles de negocios privados, desde los más grandes hasta el minúsculo carrito de comida chatarra, para acabar con los vestigios de la época pre-revolucionaria. Solo así, explicó, podría iniciarse la construcción de una “nueva” sociedad. 53 años después el mundo que intentó crear está muriendo sin siquiera haber terminado de nacer con éxito