La situación en Ecuador está cada vez más compleja. La combinación de sequía extrema e incendios forestales que amenaza con dejar al país sin agua potable ni energía eléctrica ha llevado al gobierno a declarar una emergencia nacional.
Y es que el panorama no puede ser más alarmante: desde principios de noviembre, más de 10.000 hectáreas de vegetación han sido consumidas por el fuego en las provincias de Azuay y Loja, en el sur del país.
A este drama se le suman los graves efectos de la sequía, la más severa de los últimos 60 años. La Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos (SNGR), a cargo de coordinar la emergencia, confirma que hasta la fecha hay 17 incendios activos en todo el país, y otros 5 controlados.
Con un panorama tan complejo, la ministra de Ambiente, Inés Manzano, declaró la emergencia nacional por 60 días, lo que abre la puerta para que el Gobierno pueda movilizar recursos con urgencia para controlar la situación.
El fuego no da tregua
Las autoridades sospechan que muchos de los incendios son provocados deliberadamente, con la intención de limpiar tierras para la agricultura. Cristian Zamora, alcalde de la ciudad de Cuenca, denunció que ya se tiene identificados a varios de los presuntos responsables. “Ya tenemos nombres y apellidos de los sospechosos”, afirmó Zamora, quien ha llevado el caso a la fiscalía para que se investigue a fondo.
El incendio más grave se concentra en el Parque Nacional Cajas, un enorme ecosistema de 700 lagunas que provee de agua a Cuenca. Esta área, considerada un humedal de importancia internacional, está en peligro de desaparecer, lo que sería un golpe devastador para la ciudad y para todo el sur de Ecuador.
A la crisis ambiental en Ecuador se suma la humana
La sequía no solo está afectando la flora, sino también la seguridad alimentaria de los ecuatorianos. Se han perdido más de 40.000 hectáreas de cultivos y se estima que más de 44.000 animales de granja han muerto. Con los caudales de los ríos en mínimos históricos, las hidroeléctricas están generando menos electricidad, lo que ha provocado apagones programados a lo largo del país. Es una crisis que va mucho más allá de lo ambiental: el país está al borde de una emergencia social.
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Cuenca es una de las ciudades más afectadas. La calidad del aire se ha vuelto peligrosa, con una atmósfera densa cargada de partículas de cenizas que cubre la ciudad y un olor a quemado que ha afectado la salud de los habitantes. “La ciudad está cubierta por una bruma sin precedentes”, aseguró Zamora, quien recomendó a los ciudadanos usar mascarillas y evitar hacer ejercicio al aire libre.
Ocho helicópteros sobrevolaron la zona para arrojar agua sobre las llamas, tres de ellos enviados por Perú y la Embajada Italiana. Mientras tanto, en Loja, otro de los puntos calientes de la crisis, el Gobierno ha instalado un puesto de mando para coordinar los esfuerzos de emergencia.
Aunque el país sigue enfrentando grandes desafíos, aún hay una leve esperanza de que los recursos, tanto nacionales como internacionales, ayuden a controlar los incendios y mitigar los efectos de la sequía. Sin embargo, la situación sigue siendo crítica. Ecuador, por ahora, solo puede esperar que el clima y el fuego den una tregua.