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El “efecto Trump” cambiaría el rumbo de las guerras este año

Medio Oriente sigue siendo un polvorín de intereses cruzados, mientras Rusia y Ucrania se estancan en la guerra.

  • El “efecto Trump” cambiaría el rumbo de las guerras este año
  • Zelenski y Putin no solo se disputan territorio, ahora se mueven para obtener la atención de Trump. FOTO Getty
    Zelenski y Putin no solo se disputan territorio, ahora se mueven para obtener la atención de Trump. FOTO Getty
07 de enero de 2025
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El 2025 comienza con una latente incertidumbre geopolítica, en la que dos focos de tensión sobresalen en el mapa geopolítico por su potencial de escalar: la guerra en Ucrania y los atomizados conflictos cargados de efervescencia en Medio Oriente.

Aunque ambos frentes se desarrollan en regiones distantes, comparten un conjunto de características comunes: los intereses de potencias extranjeras, disputas territoriales de larga data y el impacto sobre la seguridad mundial que mantiene una alerta.

EL COLOMBIANO habló con el experto Camilo González, profesor internacionalista de la Universidad Javeriana, quien nos ayuda a entender dinámicas que podrían definir el futuro de estas disputas y sus implicaciones para el orden global en el 2025.

Un conflicto en muletas

La guerra entre Rusia y Ucrania, que comenzó en 2022, claramente ha evolucionado a lo largo de los años alcanzando una alta intensidad pero también momentos de relativo estancamiento. Sin embargo, a comienzos de 2025, la situación parece haberse consolidado en un punto muerto, un “impasse” peligroso, donde ambas partes se ven atrapadas en una lucha prolongada sin una salida clara a la vista.

La invasión rusa, que comenzó con una ofensiva en el este de Ucrania y rápidamente se expandió a múltiples frentes, no solo ha dejado miles de muertos, sino también provoca millones de desplazados y un impacto devastador sobre las infraestructuras del país y una población que se vio obligada a cambiar su vida por completo.

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“La guerra ya no se define únicamente en términos de victorias y derrotas militares, sino también en términos de desgaste político y social”, comenta González, quien señala que tanto Ucrania como Rusia enfrentan serios dilemas internos. En Ucrania, por ejemplo, el presidente Volodymyr Zelensky sigue siendo una figura clave y con un amplio respaldo ciudadano, pero la presión por resultados tangibles en el campo de batalla está desgastando su legitimidad. “Ceder territorio podría percibirse como una derrota política catastrófica y eso crea una trampa para Zelensky, quien debe equilibrar las expectativas de su pueblo con las realidades del terreno”, explica González.

Mientras tanto, Rusia también enfrenta desafíos internos, especialmente por la gestión de los costos humanos y económicos del conflicto. Hay que tener en cuenta que la población rusa ha sufrido las consecuencias de las sanciones internacionales, el aislamiento diplomático y las bajas de su ejército en los enfrentamientos, que han sido realmente altas.

En total, son cerca de 650.000 bajas que ha tenido el ejército ruso durante la guerra. “Putin, en su intento por justificar la operación militar especial, enfrenta la difícil tarea de mantener la moral interna alta mientras la economía sufre”, agrega el docente.

La influencia de Occidente

Una guerra es de gran magnitud y pone en jaque el mapa geopolítico cuando varias fuerzas externas comienzan a tomar postura frente a la situación y a defender intereses. El papel de actores internacionales como Estados Unidos y la Unión Europea sigue siendo fundamental en este conflicto. La ayuda militar y económica que se ha brindado a Ucrania ha sido y sigue siendo un pilar clave para la resistencia del país ante la ofensiva rusa. A lo largo de 2024, la administración de Joe Biden mantuvo su firme compromiso con la defensa de la soberanía ucraniana, enviando tanto armamento avanzado como recursos financieros.

Sin embargo, la llega de Donald Trump a la Casa Blanca podría cambiar el apoyo que se le ha dado a Kiev; aunque antes de terminar su mandato, Biden se aseguró de dejar una importante suma de dinero que será destinada para Ucrania. González advierte que las tensiones internas en Occidente podrían complicar este apoyo en 2025. “La política interna en los Estados Unidos, donde el debate sobre la continuación de la ayuda militar a Ucrania, se ha intensificado y podría influir en las decisiones de Washington en los próximos meses”.

Para saber más: Benjamin Netanyahu se enfrentó a su primer juicio por corrupción en Israel

Por otro lado, la Unión Europea es un tanto más dividida en sus posturas, con algunos países como Reino Unido y Polonia defendiendo una línea más dura hacia Rusia, mientras que otros, como Francia y Alemania, mantienen sus reservas y abogan por una salida diplomática, aunque siguen con su apoyo a Kiev y el suministro de armas. Hungría, por su parte, adoptó una postura más neutral o incluso pro-rusa. Esto podría complicar cualquier intento de negociación o de presión conjunta sobre Moscú.

El efecto Trump

Una de las incertidumbres más grandes en el escenario geopolítico mundial para este año es el regreso de Donald Trump al poder en los Estados Unidos, lo que podría cambiar de manera significativa la dinámica del conflicto en Ucrania. Durante su presidencia pasada, Trump adoptó una postura ambigua hacia Rusia, combinando críticas hacia Moscú e intentos de acercamiento con Putin, quien ha asegurado tener intenciones de reunirse con Trump.

“Trump podría intentar reconfigurar las alianzas de Estados Unidos en Europa y redefinir el papel de la OTAN, lo cual podría dar a Rusia un respiro en su confrontación con Ucrania”, señala González.

Sin embargo, su política exterior es impredecible. Si bien prometió acabar rápidamente con la guerra, no está claro cómo manejará la situación, especialmente teniendo en cuenta el rechazo hacia Ucrania en ciertos sectores de su base política. “Trump tiene la capacidad de forjar acuerdos inesperados, pero también la tendencia a tomar decisiones unilaterales que podrían exacerbar las tensiones en lugar de suavizarlas”, agrega el experto.

¿Y Medio Oriente?

Mientras tanto, en el Medio Oriente, las tensiones continúan en ebullición, con Israel, Irán y Turquía jugando roles clave en la región. Desde su establecimiento en 1948, Israel ha tenido una relación tensa con la mayoría de sus vecinos, aunque como buen jugador, consolidó alianzas que lo mantienen fuerte en el terreno. Sin embargo, el conflicto palestino-israelí sigue siendo el núcleo de tensiones regionales.

“Israel ha logrado una serie de victorias tácticas contra sus enemigos más cercanos, como Hezbollah y Hamás, y ha debilitado considerablemente la influencia de Irán en la región”, asegura González. Pero, a pesar de los éxitos militares, el panorama político israelí está plagado de desafíos internos.

Si bien la figura del primer ministro Benjamin Netanyahu sigue siendo central, su popularidad está siendo erosionada por los recientes escándalos de corrupción que han salido a la luz y la polarización política interna frente al rumbo de la guerra y la gestión de los rehenes en Gaza, lo que podría afectarlo en las elecciones de 2026. “Si Netanyahu no logra consolidar su poder, podría haber un cambio en la estrategia israelí hacia Palestina y el resto de la región”, comenta el experto.

El líder israelí ha mantenido una postura firme contra Irán, acusando a Teherán de patrocinar el terrorismo y de intentar desarrollar armas nucleares. Por lo que las tensiones entre ambos países siguen siendo una de las principales amenazas para la seguridad en la región y en el mundo, teniendo presente que el desarrollo nuclear de Irán siempre ha sido problemático por su falta de regulación.

No obstante, la guerra en Ucrania ha tenido un impacto indirecto sobre estas dinámicas. “La creciente dependencia de Rusia por el apoyo iraní en el conflicto ucraniano podría complicar aún más las relaciones entre Israel y Rusia”, dice el analista.

El papel de Turquía

Turquía entra en el mapa como otro actor clave en el escenario del Medio Oriente. Bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdoğan, ha buscado consolidarse como un poder regional con influencia en Siria, Irak y el conflicto palestino-israelí. Con la reciente debilidad de Irán en la región, Turquía ha aumentado su presencia en Siria, donde mantiene operaciones militares contra las fuerzas kurdas, respaldando hechos como la reciente caída de Bashar al-Asad y enfrentándose a las ambiciones de otros actores regionales, incluidos Rusia e Israel.

“Turquía está aprovechando su proximidad a los grandes conflictos regionales para expandir su influencia”, explica González. En cuanto al conflicto palestino-israelí, los turcos han intentado establecerse como mediadores claves, apoyando a Palestina en sus demandas de un Estado propio, pero también buscando mantener relaciones pragmáticas con Israel para asegurar su rol estratégico en la región.

“Turquía tiene un pie en el mundo occidental y otro en el oriental, lo que le permite maniobrar entre diferentes frentes, aunque a veces eso la pone en una posición incómoda”, afirma el académico.

La necesidad palestina

A pesar de la complejidad del panorama regional, hay algunas señales de esperanza en lo que respecta a Palestina. En 2024, un grupo de facciones palestinas, incluidas las más radicales, reconoció formalmente a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) como el único representante legítimo de la causa de ese país en Gaza y Cisjordania. Este acuerdo, facilitado en gran medida por la mediación de China, ha sido un paso hacia la unidad interna palestina, que durante mucho tiempo fue una debilidad en su lucha contra Israel, pues no había una voz unificada que representara a la comunidad.

“La reconciliación interna palestina abre la posibilidad de un nuevo enfoque en las negociaciones de paz”, afirma González. Sin embargo, para que esto se traduzca en un acuerdo real, será necesario que tanto Israel como Palestina hagan concesiones significativas. El papel de actores internacionales, como Estados Unidos, la Unión Europea y las potencias regionales, será crucial para garantizar que las negociaciones avancen de manera efectiva y sin interrupciones.

El impacto global

Tanto la guerra en Ucrania como las tensiones en Medio Oriente tienen implicaciones globales que afectan no solo a las regiones involucradas, sino también al equilibrio político y económico global. La guerra en Ucrania, por ejemplo, ha afectado seriamente los mercados internacionales de energía y alimentos, pues el conflicto detonó un serio desabastecimiento de gas proveniente de Rusia que era vendido en toda Europa. Además, el mercado de cereales y fertilizantes ucranianos tiene gran peso en los mercados, perjudicando a países en desarrollo y generando incertidumbre.

Por su parte, las tensiones en el Medio Oriente tienen un impacto directo sobre la economía, debido a su relación con el suministro de petróleo. “El aumento de los precios del petróleo o cualquier interrupción significativa en el suministro podría tener repercusiones de gran escala”, explica González, destacando que la seguridad energética global está cada vez más vinculada a la estabilidad en el Golfo Pérsico.

Aunque las posibilidades de una resolución rápida para los conflictos en Ucrania y Medio Oriente son limitadas, la diplomacia internacional sigue siendo un factor clave. “Los actores globales deben comprometerse a crear espacios de negociación que permitan a las partes involucradas encontrar soluciones pacíficas y sostenibles”, concluye.

El 2025 será un año de grandes desafíos, pero también de oportunidades para forjar acuerdos. Los actores claves, tanto en la región como a nivel internacional, tienen la responsabilidad de promover espacios de negociación que se encaminen hacia acuerdos razonables y tangibles.

El papel de la ONU

En 2025, el papel de la ONU en los conflictos de Ucrania y Medio Oriente podría ser limitado y precario, debido a la falta de consenso entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. En el caso de Ucrania, aunque la ONU podría intentar mediar, su influencia se ve seriamente obstaculizada por las tensiones geopolíticas entre potencias como Estados Unidos, Rusia y China. La incapacidad de la ONU para hacer efectivas sus resoluciones frente a estas grandes potencias perpetúa el estancamiento de sus acciones. En Medio Oriente, la situación es aún más compleja, ya que las divisiones internas entre los miembros del Consejo y los intereses de actores regionales dificultan cualquier intento de resolución pacífica. La ONU también ha sido criticada por su ineficacia a la hora de gestionar las crisis humanitarias en Gaza, aunque su actuación en Líbano ha marcado una importante pauta para participar en la mediación.

1,1
millones de personas han muerto en la guerra entre Rusia y Ucrania desde el 2022.
67.000
personas han muerto en el conflicto entre Israel y Palestina.
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