Si existe una intención detrás de la gira de Donald Trump por Asia, la más larga de un presidente estadounidense desde los tiempos de George Bush padre, es convencer a ese continente de reforzar medidas contra las afrentas nucleares de Corea del Norte.
La semana pasada en su primera parada, Japón, el mandatario jugó golf con su homólogo nipón, Shinzo Abe, y lo persuadió de que los últimos 25 años de tensión con Pyongyang habían sido de “debilidad total” y se requería “un enfoque muy diferente”.
El endurecimiento de su retórica contra el régimen que lidera Kim Jong-un surtió efectos. Justamente ayer, Abe anunció que su país comprará “una cantidad masiva de equipo militar” a Estados Unidos que le permitirá, “si es necesario”, “derribar del cielo los misiles lanzados por Corea del Norte hacia Japón”.
Se trata pues de un cambio de retórica de ese gobierno asiático, que hasta el momento respondió de manera tímida a las afrentas norcoreanas con la vía militar. Cabe anotar que la sociedad civil japonesa ha manifestado oposición a ese tipo de acciones, teniendo en cuenta el desastre que dejó el lanzamiento de dos bombas atómicas (las de Hiroshima y Nagasaki) en 1945.
La estrategia de Trump de reforzar medidas contra Corea del Norte continuó a su paso por China. De hecho, el magnate le dijo al presidente chino, Xi Jinping, que “China puede solucionar el problema de manera rápida y fácil”, y lo instó a cortar los vínculos financieros con Corea del Norte y a pedir ayuda a Rusia.
El domingo hizo pedidos similares en Vietnam y ayer lo mismo pasó en Filipinas, a su encuentro con el polémico jefe de Estado Rodrigo Duterte.
A estos dos países, que tienen fuertes lazos comerciales con China, les solicitó respaldar sus presiones a Pekín para que aísle aún más al régimen de Kim Jong-un con el objetivo de forzarlo a abandonar las armas nucleares.
Nueva estrategia de EE. UU.
Las presiones de Trump en Asia parecen coincidir con su aversión, que incluso parece personal, al líder norcoreano. Sin embargo, su interés en aumentar el mercado de armas estadounidenses en ese continente también explica las motivaciones de la gira.
De acuerdo con Luis Felipe Buitrago, politólogo y analista internacional de la Universidad de Antioquia, el presidente bajó significativamente el interés en el multilateralismo de EE. UU., pero se concentró en la venta de armaas como fuente productiva para su país. Por eso, ha insistido en reforzar la vía militar contra Corea del Norte (ver análisis).
Para Daryl Kimball, director de la Asociación para el Control de Armas de EE. UU., en efecto Washington ha fracasado en revertir las actividades nucleares y de misiles de Corea del Norte, a lo que se suma que Trump, en medio de insultos sin fundamentos contra Kim, solo ha exacerbado las tensiones y se le ha escapado llevar a cabo una política de “máxima presión y compromiso”.
En medio de esas fallas diplomáticas, “las provocaciones de Pyongyang aumentaron en magnitud y frecuencia”, manifiesta Scott Snyder, director del programa Estados Unidos-Corea del Consejo de Política Exterior (CFR), y dice que su país debe apelar a una respuesta con múltiples estrategias, que incluya sanciones de la ONU, sanciones económicas unilaterales, medidas adicionales militares y de disuasión, y otras declaraciones diseñadas para disuadir a las amenazas de Corea del Norte.