La muerte de un pastor cristiano producto del ébola el pasado fin de semana fue una más de las 1.668 que ha causado esta enfermedad en la República Democrática del Congo, RDC, desde el inicio del brote en agosto de 2018. Fue también el impulso para que la Organización Mundial de la Salud (OMS), escalara la epidemia a una emergencia de salud mundial.
La razón que pone a la actual crisis al nivel de otras como la de H1N1 en 2009 y el anterior brote de ébola en 2014 enfocado Liberia, Sierra Leona y Guinea, fue que la muerte del religioso se dio en la ciudad de Goma, la más grande de la RDC, con más de un millón de habitantes y fronteriza a Ruanda.
Solo un caso en una ciudad con esas características, “tiene el potencial de esparcirse a gran escala”, como explica a EL COLOMBIANO Kate White, directora del manejo médico del ébola de la organización Médicos Sin Fronteras.
Según la OMS, este virus se caracteriza por la aparición súbita de fiebre, debilidad intensa y dolores musculares, de cabeza y de garganta, lo cual va seguido de vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática, que podrían generar la muerte.
Pedagogía, la prioridad
La medida de la OMS recomendó que las fronteras de la RDC no sean cerradas, pero sí estableció protocolos más estrictos de movilidad y de atención tanto en ese país como en los países vecinos y fue aplaudida por organizaciones la Federación Internacional de la Cruz Roja.
No obstante, apunta White, “la emergencia no es el punto central. Lo urgente es identificar a las personas que tuvieron contacto con la enfermedad y que la población entienda a qué se enfrenta: en qué consiste el ébola y cómo se puede prevenir. De lo contrario, no hay tratamiento que pueda contener la propagación”.
En esas medidas preventivas, destaca el doctor Francisco Lanús, experto en salud pública de la U. de la Sabana, es importante tener en cuenta que el ébola puede transmitirse “por cualquier tipo de contacto con una persona infectada a través de la piel, las vías respiratorias o los ojos”.
Precisamente esa facilidad de contagio fue la que desató la crisis en 2014, la cual, como explica Sigifredo Ospina, epidemiólogo y docente de la U. de Antioquia, se expandió por prácticas culturales de ciertos países que abrazaban y besaban a los muertos, contagiándose con la infección.
Finalmente, los expertos y la propia OMS aclaran que las medidas preventivas no deben servir como una licencia para excluir o estigmatizar a las personas en zonas afectadas por el brote