Los habitantes de Nueva York, ciudad que nunca quiere dormir, decía Octavio Paz, escritor y poeta mexicano, no gustan pronunciar la palabra “muerte”. “Quema sus labios”. Ya no más. En las últimas semanas se ha impuesto más de seis mil veces y ha cambiado el paisaje de una ciudad consagrada a la vida: las calles lucen vacías; el Central Park no es más un paraíso idílico: en sus campos verdes solo alumbra el blanco de unas carpas destinadas a los enfermos por coronavirus.
Es la isla de Hart a la que Nueva York regresa cuando el terror la supera: allí resguardó en cuarentena y enterró a enfermos de Gripe Española, viruela y tuberculosis; allí ha ido olvidando, desde el siglo XIX, a aquellos que nadie reclama en las morgues, que no tienen, como en el mito griego, una última moneda de plata. Allí comenzó a sepultar, hace una semana y en filas de diez ataúdes, a las víctimas de una pandemia que le causará a Estados Unidos las muertes que no ha sufrido en ninguna guerra desde 1945.
Las palabras parecen agotarse. Del “todo está controlado” a “habrá muchos muertos” de Donald Trump pasaron tres meses y más de 20 mil víctimas. “Estamos en un momento extraño”, alcanzó a decir Bernie Sanders de la realidad antes de renunciar a su candidatura para las primarias demócratas. En su discurso de despedida se abstuvo de retirar su nombre y su imagen de los tarjetones. Su batalla, dijo, será fortalecer unas ideas que pueden definir el rumbo de Estados Unidos después del virus.
¿Vida vs economía?
“Nada se cierra por una gripe. La vida y la economía continúan”. Era 9 de marzo. El mundo se confinaba poco a poco, mientras en Estados Unidos aparecían los primeros contagios. En el país de las cifras, 546 casos y 22 muertes eran lejanas aún a las 37 mil víctimas de 2019 por una gripe común. Trump hacía la comparación, revelando el dilema de su gestión al frente de la crisis del coronavirus en la primera economía del mundo: la vida o su mayor logro político.
“Trump llegó a la Presidencia prometiendo un renacimiento económico. Durante la mayor parte de su gobierno, esto marchó bien. En el último mes, sin embargo, y debido que es un presidente incapaz de responder asertivamente en tiempos de crisis, perdió todo su capital político”, explica David Castrillón, analista internacional experto en política estadounidense. Los números de la economía bajaron igual de rápido que subieron los contagios y las muertes por la pandemia.
Las bolsas y los indicadores tocaron pisos nunca vistos desde la gran recesión, en los años treinta. En solo una semana la oficina del Departamento de Trabajo de ese país informó que recibió 6,6 millones de solicitudes por subsidios de desempleo. El hasta hace poco un éxito incuestionable del Gobierno, comenzó a tambalear.
“La crisis cambia el panorama electoral de Estados Unidos. Desnuda al presidente y lo muestra como un líder pobre en un país que necesita grandes liderazgo. Trump llega a la campaña sin nada que mostrar”, señala Castrillón. Y pese a que parece cierto, la popularidad del presidente no se ha visto reducida y permanece, según los últimos sondeos, en un 49 %, su punto más alto desde que fue absuelto en el proceso de impeachment.
“Esto se explica debido a que la crisis por la covid-19 no ha terminado y la economía aún no revela la foto completa del golpe. Pero lo habrá”, dice Luis Fernando Vargas, coordinador del programa Relaciones Internacionales de la Universidad Eafit. Y aunque concuerda con Castrillón en que el panorama electoral es más oscuro para el presidente, señala que la carrera dependerá de los próximos pasos de Joe Biden, ahora candidato del partido Demócrata.
Tras el retiro de Sanders. Biden se enfrenta al dilema: de acoger las ideas más socialistas de su antes rival y ser un candidato que represente todos los sectores demócratas, o seguir una línea de centro con la que su candidatura llegaría dividida a las elecciones.
“A pesar de que se presenta como un líder capaz de unir al país, aún no une alrededor de él a todo su partido”, señala Castrillón. Con su decisión de no retirar su nombre de las papeletas, Sanders se juega el apoyo a sus ideas. Si su nombre cosecha triunfos aún cuando su candidatura ya no es viable, el mensaje a Biden será claro. Y en medio de una pandemia, la idea de un sistema universal de salud parece ganar terreno. La isla de Hart, entre tanto, seguirá sumando tumbas sin lápidas, siendo el recordatorio físico de los más oscuros días de Nueva York.
