La mafia hizo que dos países tan distintos –como Colombia e Italia– fueran hermanos en el dolor bajo el azote de las bombas y las amenazas al Estado en los años 90. Y mientras aquí era Pablo Escobar Gaviria el que ordenaba detonar los explosivos, allá era Matteo Messina Denaro, conocido en el mundo del hampa como “el capo de capos”.
La estela de sus crímenes revivió este lunes, cuando fue vencido por la persistencia de los Carabinieri (Policía italiana) y por una enfermedad que no respeta a santos ni demonios: un cáncer de colon en fase de metástasis.
La persecución duró tres décadas, en las que Messina gozó de la protección de funcionarios corruptos, moviéndose en la sombra y administrando los tentáculos de la Cosa Nostra, una centenaria red de clanes sicilianos con operaciones en Europa, América y África.
Su detención es tan importante que la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, canceló su agenda de gobierno para viajar a Sicilia a celebrar esta victoria de la justicia, y sugirió que, en adelante, el 16 de enero deberá ser un día festivo para “conmemorar a quienes sacrificaron su existencia en la lucha contra la mafia”.
Ascenso sangriento
De acuerdo con la prensa local, Messina nació hace 60 años en Castelvetrano, ciudad de la provincia de Trapani, en la isla de Sicilia.
Su padre era un cabecilla apodado “don Ciccio” y fue quien lo introdujo en los negocios ilegales: narcotráfico, contrabando, lavado de activos, trata de personas, terrorismo y sicariato, entre otros.
Por las conexiones de su papá en la Cosa Nostra, Messina se ganó la confianza de los jefes de la organización, Totó Riina y Bernardo Provenzano, y poco a poco fue ascendiendo en la jerarquía. Su primer alias fue “el Seco” (“u Siccu”), por su aspecto delgado.
Este grupo estableció alianzas con el cartel de Pablo Escobar en los 80, para surtir con cocaína sus plazas de vicio en Estados Unidos e Italia.
En la década siguiente ambas organizaciones fueron objeto de una feroz persecución de parte del Estado, y sus retaliaciones fueron macabras, con atentados contra jueces, policías, ministros y todo aquel que desafiara su poder.
Su participación en tales crímenes puso a Messina en el listado de los peores asesinos de Italia, y dos casos en particular marcaron su extenso prontuario.
El primero sucedió el 23 de mayo de 1992 en una vía de la ciudad de Capaci, cuando al paso de una caravana de vehículos oficiales fue detonada una bomba. Murieron el juez antimafia Giovanni Falcone, su esposa y tres escoltas.
Y el 19 de julio de ese mismo año, en Palermo, un carrobomba mató al juez Paolo Borsellino y a cinco de sus guardaespaldas. Ambos magistrados lideraban los procesos penales contra la Cosa Nostra.