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Julia, la colombiana que cambia vidas en Pakistán

Esta es la historia de una politóloga que decidió expatriarse para liderar misiones humanitarias en zonas de conflicto del mundo.

  • La coordinadora de proyectos de Médicos Sin Fronteras en Pakistán, Julia García, es bogotana y ha realizado ese tipo de labores en zonas en conflicto o con emergencias migratorias. FOTO Cortesía MSF
    La coordinadora de proyectos de Médicos Sin Fronteras en Pakistán, Julia García, es bogotana y ha realizado ese tipo de labores en zonas en conflicto o con emergencias migratorias. FOTO Cortesía MSF
04 de enero de 2021
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Julia García empacó sus maletas para partir rumbo a Chaman, en la frontera entre Afganistán y Pakistán, cuando los vuelos internacionales aún estaban cerrados porque la pandemia del coronavirus apenas comenzaba. Allí, en el epicentro de una de las zonas de conflicto de Medio Oriente, le esperaba la misión de coordinar los proyectos de ayuda humanitaria para ese país con la organización Médicos Sin Fronteras (MSF).

De Bogotá a Pakistán son poco más de dos días volando. Las escalas pasan por Panamá, Amsterdam y Dubai hasta la última parada en Islamabad, la capital pakistaní, para luego emprender otra ruta hacia la frontera donde están las operaciones de la organización con la que trabaja. El equipaje es ligero, dice, porque aprendió a vivir con lo mínimo al alternar su vida entre cortas estadías en Bogotá y años enteros en lugares del mundo que antes jamás pensó visitar.

Estudió Ciencias Políticas, pero se cansó de las oficinas, por eso hace casi cinco años su decisión de vida fue expatriarse. Los expatriados son las personas que se dedican a labores humanitarias con organizaciones internacionales, especialmente en zonas pobres, en guerra o que han pasado por desastres naturales.

Así, García pasó por Guatemala trabajando en la defensa de los Derechos Humanos; también por Angola, atendiendo la emergencia con refugiados congoleses; por la Cisjordania ocupada de Palestina, en proyectos de salud mental; en Bihar, India, atendiendo pacientes con VIH, y ahora está en la ciudad pakistaní de Chaman, donde está el principal cruce de la zona limítrofe de 2.670 kilómetros que divide esas dos naciones.

García coordina la atención médica de segundo nivel en un hospital del Ministerio de Salud para madres, niños y niñas, con cuidado neonatal y posnatal, en el que también ofrecen programas de nutrición y apoyo en la detección de casos de coronavirus. Todo esto de manera gratuita gracias a la cooperación internacional de MSF.

Su público son refugiados afganos, desplazados pakistaníes y ciudadanos de escasos recursos que no tienen acceso a atención de calidad. En esa zona aislada del resto del país, el único servicio de salud era dado por clínicas privadas, un servicio imposible de pagar para quienes han cruzado la frontera huyendo del conflicto.

Salvar vidas expatriado

“Esto no es un trabajo, es un estilo de vida”, asegura García. Los expatriados salen de sus países de origen con misiones fijas en labores de ayuda humanitaria. La de Julia comenzó en abril de 2020 y termina ese mismo mes de este 2021.

En ese tiempo hay tareas para todos los días, en muchas ocasiones a todas horas porque no se sabe en qué momento más pacientes necesitarán cuidados por la agudización de la violencia o una emergencia ambiental.

La vivienda se comparte con otros ciudadanos del mundo que dejaron sus naciones para unirse a esa delegación humanitaria, se habla inglés y francés, pocas veces español. El día comienza temprano: los que tienen trabajo en terreno parten a sus jurisdicciones y algunos –solo porque la pandemia obliga– trabajan desde casa coordinando las labores de atención.

Esas misiones cambian todo: el lenguaje, el estilo de vida, la cultura y hasta la alimentación. Las latinas que viajan a Medio Oriente, por ejemplo, portan su pashmina sobre la cabeza cuando salen porque las zonas donde están sus ocupaciones tienen contextos totalmente antagónicos a los de sus lugares de origen.

Más de 33 mil partos atendidos, 5 mil hospitalizaciones a niños y niñas menores de cinco años, muchos con problemas de desnutrición, están en el balance de las tareas de que coordina la bogotana Julia García.

“Cuando estás en terreno ves un sufrimiento que jamás imaginaste que podría estar sucediendo en el planeta. Pero a la vez conoces el impacto de lo que estás haciendo porque estás junto a las poblaciones. Vemos cómo hacemos la diferencia, como transformamos estas zonas”, afirma.

Allá en Chamán donde trabaja esta colombiana las últimas noticias parecen mostrar que la situación podría mejorar. Estados Unidos está retirando parte de sus tropas en Afganistán y, si el conflicto pierde incidencia, menos personas tendrán que huir de sus casas buscando refugio al otro lado de la frontera.

Pero los grupos terroristas siguen en la zona y el 21,5 % de la población de Pakistán vive en situación de pobreza multidimensional extrema, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo . Así las cosas, esa zona necesita más transformadores de vida como Julia García que con misiones humanitarias que cambian realidades

12
meses dura la misión humanitaria de esta colombiana en Pakistán.
6
mil personas tuvieron tratamiento para la leishmaniasis en esa misión.
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